«Estás más buena que comer pollo con la mano».
Frases como esta resuenan a diario en las calles de América Latina. Lo cierto es que mientras algunas mujeres las toman como un cumplido o incluso a modo de broma, muchas otras se sienten ofendidas. ¿Cuál es el límite que separa al piropo de aquellos comentarios callejeros que resultan agresivos?
En los últimos días, hasta el propio alcalde de Buenos Aires, Mauricio Macri, se vio envuelto en una polémica por afirmar que no les cree a las mujeres que dicen sentirse insultadas.
«En el fondo, a todas les gusta que les digan un piropo, por más que esté acompañado de una grosería, como ‘qué lindo culo que tenés«, lanzó el funcionario, quien horas más tarde debió salir a pedir disculpas públicamente ante el amplio rechazo a su comentario.
Según Soledad Cutuli, antropóloga e investigadora argentina del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet), no existe lado «positivo» en el piropo.
La razón, según la especialista en temas de Género y Sexualidad, es que se trata de una práctica en la que el hombre se atribuye el derecho a «invadir» a la mujer con sus palabras.
«Me parece una postura muy ingenua la de reivindicarlo como algo que a las mujeres nos gusta. Irrumpen en tu espacio para opinar sobre lo que eres, sin saber qué consecuencias va a traer eso sobre la persona», le dice a BBC Mundo.
En ese sentido, la antropóloga resalta que los piropos pueden generar desde miedo o vergüenza al hostigamiento hasta bronca, impotencia y necesidad de salir a la vía pública acompañada de un amigo o familiar.
Las mujeres suelen ser abordadas cuando caminan por la calle mediante susurros o incluso gritos: «¡Mamita, qué linda que estás, ¿te acompaño o te persigo!?«, «Con esa delantera para qué te pintás los labios«.
¿Se trata de piropos tradicionales o acoso callejero?
«Es muy difícil establecer dónde está el límite entre ambos conceptos. Yo veo al acoso como una continuación del piropo», le asegura Cutuli a BBC Mundo.
Proyectos en América Latina
En los últimos meses han surgido en varios países de América Latina diversas organizaciones que denuncian el «hostigamiento» sufrido por las mujeres en las calles.
Tal es el caso de Hollaback!, un movimiento feminista internacional que ha creado un mapa en su web oficial donde las mujeres pueden denunciar dónde sufrieron acoso y compartir sus experiencias personales.
En Argentina existen grupos como «Acción Respeto», que se dedican a pegar carteles en las calles y hablar con los transeúntes para explicarles por qué consideran necesario actuar contra el hostigamiento.
La campaña gráfica llevada adelante por este grupo en la Semana Internacional Contra el Acoso Callejero, del 7 al 13 de abril, tuvo gran aceptación en las ciudades de Buenos Aires y Córdoba, en Argentina, que amanecieron repletas de afiches con las frases intimidantes de los hombres.
Las inscripciones «Ay, hermosa, con esa boquita…»; «Linda, ¿no querés que te acompañe?», y «Mami, si te agarro te hago otro hijo» podían leerse en las paredes y pegadas en los postes de luz.
Chile, por su parte, creó en noviembre del 2013 el Observatorio contra el Acoso Callejero (OCAC), conformado por un equipo de abogados que se encargará de redactar un proyecto de ley con el fin de establecer los parámetros del hostigamiento en la calle y fijar penas.
De todos modos, Paraguay fue el primer país latinoamericano que ideó un proyecto que exige una pena de hasta 180 días de cárcel a quien «dirija palabras o acciones con connotación sexual a una mujer con quien no mantiene relación de ninguna índole, en lugares o espacios públicos».
Sin embargo, la «Ley Integral para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres Basada en Asimetrías de Género» fue archivada y no se volvió a discutir.
Defensores
Así como hay detractores del piropo, también hay quienes lo defienden en su versión más poética y no agresiva.
El sexólogo y médico psiquiatra argentino Juan Carlos Kusnetzoff le comenta a BBC Mundo que el piropo es en realidad «un elogio irresistible para el gusto y el narcicismo de toda mujer» y resalta que lejos está de ser ofensivo.
«Para mí el piropo no tiene nada de agresivo. Todo lo contrario. Tiene algo de elogio. Es decirle algo lindo, hermoso, a veces en verso, a la mujer», concluye el especialista.
Por su parte, la antropóloga se pregunta: «¿Qué sociedad estamos construyendo?».
«¿Una en la que la mujer necesita escuchar lo que sea que viene de un desconocido para sentirse reivindicada y valiosa?».