Desde que el mundo es mundo, reyes, jerarcas, jefes de Estado son elogiados por una corte de aduladores, que con los más rimbombantes adjetivos les expresan que la gestión no puede ser más exitosa, que todo marcha de maravillas y, lo peor, es que muchos se lo creen, sobran los ejemplos
Noel Álvarez *
Twitter: @alvareznv
“He aprendido mucho de los que me llevan la contraria” escuchamos decir a Gabriel García Márquez. Aprovecho este espacio para manifestar mi profundo pesar por la desaparición física de este gran periodista y escritor, cultor del realismo mágico, que permitió al mundo descubrir nuestra esencia latinoamericana. Sus palabras son pertinentes en estos tiempos en que lamentablemente la gran mayoría de los gobernantes hacen lo contrario de lo que hizo el Gabo, aprender de la crítica y ,por el contrario, se hacen los sordos ante lo que dice la gente, la misma que los eligió para conducir los destinos de sus países, a las que enamoraron en sus campañas y que luego, al no cumplir las promesas, las desconocen, las descalifican, como si una vez conseguido el objetivo de llegar al poder, el soberano ya no importara.
En el caso particular de Venezuela estamos frente a un Gobierno que definitivamente está sordo, ciego pero no mudo ante lo que expresa la gente cada día en sus protestas. Digo que no está mudo porque la descalificación, los improperios, los insultos frente a los que piensan distinto se ha convertido en una perversa práctica: o estás conmigo o eres un fascista, es uno de los más sutiles calificativos. El ejercicio del poder en democracia exige escuchar las quejas, las críticas de los gobernados, no existe otra forma de conocer si lo estás haciendo bien que tomar en cuenta las protestas. Cómo vas a saber si los hospitales funcionan si no escuchas a los usuarios de los centros de salud, cómo saber si el servicio de agua potable es eficiente si no tomas en cuenta las protestas de los que no reciben el servicio. Desde que el mundo es mundo, reyes, jerarcas, jefes de Estado son elogiados por una corte de aduladores, que con los más rimbombantes adjetivos les expresan que la gestión no puede ser más exitosa, que todo marcha de maravillas y, lo peor, es que muchos se lo creen, sobran los ejemplos.
Sin embargo, los que llevan la contraria son una fuente inagotable de aprendizaje. Los que critican con argumentos son los que permiten hacer los correctivos para que las políticas públicas consigan el objetivo de dar calidad de vida a los gobernados. Para que un gobierno sea exitoso debe abandonar la omnipotencia, dejar de escuchar solo a los funcionarios que lo apoyan, a los que lo hacen para obtener prebendas, es imperativo acercarse a la ciudadanía que lo rechaza, enmendando los errores, hacer la gestión bajo la premisa de gobernar para todos, es decir, para los afectos y para los que adversan. Aunque la crítica puede ser en un momento dado motivo de irritación, al analizarlas con la cabeza fría pueden convertirse en la mejor herramienta para reconocer y enmendar.
*Coordinador Nacional de “Gente” Generación Independiente