Si todos los ciudadanos se empoderan de sus derechos, si nos asociamos no para delinquir sino para producir esto va a cambiar no porque un líder diga, haga o deje de hacer, sino por un impulso indetenible de cultura ciudadana
Los últimos acontecimientos de confrontación política alienante y polarizante han sido más que lamentables para Venezuela, más allá de los daños y agresiones mutuas entre los confrontados.
Recorrer espacios de nuestra capital nos llena de tristeza, el daño contra bienes privados, la destrucción de bienes públicos municipales, la obstaculización de las vías, la basura convertida en trincheras. Muertos, heridos, miles de detenidos, cientos de funcionarios de orden público desgastados en acciones que los colocan en entredicho con sus actuaciones, deslegitimación de la autoridad, debilitación de la ciudadanía, más odio, más resentimiento, son sólo alguno de los saldos de acciones para la destrucción y ninguna para la construcción.
Nada que se haga desde la destrucción termina bien
Las situaciones que han generado las protestas no han cambiado ni un milímetro, por el contrario la inseguridad, la escasez, las detenciones y los líderes de oposición detenidos, siguen perturbando al colectivo. El llamado al diálogo y a la paz no muestra resultados, la palabra no ha ido acompañada de la acción, por ende deslegitima a sus protagonistas y genera grandes frustraciones ciudadanas.
Preocupa que todavía hay quienes piensen que en esta forma vamos a lograr transformaciones. Sumado a esto no quiero ni pensar cuánto dinero ha costado la confrontación. Cuánto se ha invertido en armamento, en municiones, en gases lacrimógenos, gasolina y demás implementos que de manera abrumadora se han utilizado en el medio de este desgaste constante de la fuerza pública en el control del orden.
El saldo es negativo, para algunos producirá resultados a largo plazo, en mi opinión nada que se haga desde la destrucción puede tener un final feliz, sino por el contrario un alto costo social, político, ciudadano y hasta emocional. Todo estos factores en igual orden de importancia.
Aprovechar la crisis para una acción positiva
Ciertamente persuadir a un poder encaprichado con su modo de gobernar no es fácil desde la lógica ciudadana y democrática. Mientras cada uno quede atrapado en su posición y alimente la destrucción como mecanismo no hay nada que hacer. Hace pocos días tuve la grata experiencia de palpar de cerca una actividad que considero absolutamente transformadora desde la acción positiva. Dada la demanda de casos y solicitudes de ayuda que recibimos en mi programa Se Ha Dicho, hemos colapsado, más de 2.500 correos, mil casos en físico, han producido ya un retardo procesal propio del sistema de justicia que queremos transformar.
Esto me llevó a constituir una asociación denominada Abogados Solidarios, que agrupe a nobles y altruistas abogados y estudiantes de derecho que a nivel nacional puedan asistir y orientar a personas necesitadas de Justicia. Muchos de sus casos sólo requieren explicarles a dónde acudir o cómo proceder ante la arbitrariedad o abuso de un particular o de una institución. Logramos una maravillosa y productiva reunión de 20 personas comprometidas con el país que hay que transformar con ejemplos positivos.
Muchos no estamos de acuerdo en cómo se maneja el sistema de justicia, tampoco en la ausencia de respuesta de las instituciones, pero hemos asumido el camino de la acción transformadora desde abajo, enseñando y educando a los ciudadanos sobre sus derechos y deberes. Invitándolos a accionar y a exigir ser respetados, empoderándolos de la ley, haciendo que la Constitución tenga sentido en sus vidas privadas, enamorándolos de la necesidad de buscar justicia insistentemente, educándolos en la persistencia y la paciencia para lograr procesos engorrosos y complicados y sobre todo para enfrentar la burocracia, la corrupción y la inacción de muchas instituciones.
Podríamos haber elegido el camino de aquellos que desde la frustración insisten en tirarle piedras a las instituciones para lapidarlas y hacerlas caer, elegimos el más difícil el de tratar de transformarlas desde el poder más poderoso: el poder ciudadano.
La cultura no se impone por la fuerza
Si todos los ciudadanos se empoderan de sus derechos, si nos asociamos no para delinquir sino para producir esto va a cambiar no porque un líder diga, haga o deje de hacer, sino por un impulso indetenible de cultura ciudadana.La cultura no se impone por la fuerza, menos aún por la negación, la cultura es educación y la educación necesita una autoridad líder, sentida, comprometida, que se transmita desde la pasión y la convicción, que contagie al ciudadano, que lo empape y lo empuje a buscar justicia sin cesar. Es el camino más largo no hay duda, pero sus resultados serán los más duraderos, los más gratificantes y los realmente transformadores. Mónica Fernández @monifernadez