Una falacia muy utilizada por los regímenes inspirados en la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviética (URSS) y en la China Comunista (hoy China es capitalista con sistema político de partido único, de comunista le queda el adjetivo) es el sofisma populista. El chavismo lo utiliza constantemente
Omar Ávila / oavila1973@gmail.com / @omaravila2010
Según los científicos sociales, una falacia (del latín fallacia, ‘engaño’) es un argumento que parece válido, pero no lo es. Algunas falacias se cometen intencionalmente para persuadir o manipular a los demás, mientras que otras se cometen sin intención debido a descuidos o ignorancia.
En ambos casos es reprobable y más cuando vienen de la más alta posición de la dirección del gobierno y, en el caso de Venezuela, del Estado, porque aquí hace mucho tiempo se acabó la separación de poderes.
El que un argumento sea falaz no implica que sus premisas sean falsas. Veamos un claro ejemplo: se dice con total desparpajo que en la mal llamada IV República los pobres comían perrarina. Es posible que algún periodista documentara un caso y lo transformaron en noticia. Lo cierto es que siempre la perrarina ha sido cara y difícilmente los pobres la utilizarán como alimento en su dieta.
Una falacia muy utilizada por los regímenes inspirados en la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviética (URSS) y en la China Comunista (hoy China es capitalista con sistema político de partido único, de comunista le queda el adjetivo) es el sofisma populista. El chavismo lo utiliza constantemente. En una concentración que matemáticamente te indica que no hay más de unos centenares de seguidores, aprueban actos jurídicos que afectan a toda la sociedad. En una vulgar manipulación, atribuyen el sentir propio a la opinión de la mayoría y deducen de ahí que si la mayoría piensa eso es que debe ser cierto.
Otra falacia es la descalificación a priori: “No tienes la autoridad moral para decir u opinar sobre determinado tópico”, puede estar queriendo decir una o estas dos cosas: descalificas al interlocutor o el tema de que habla sobre la base de quien lo dice. Esta es muy común en los comunistas llevándola al extremo de acusar de fascista a todo a quien se le opone y de esta manera quitarle toda autoridad no sólo a la persona, sino al argumento. Fidel Castro llamaba “gusanos” a los cubanos que emigraron tras su llegada al poder. Eso era más que una falacia, una incitación a la violencia.
De este tema se pueden escribir miles de páginas documentando ejemplos propios de los regímenes totalitarios que Nicolás Maduro y sus compinches han aprendido bien: no sabrán de economía, ni de justicia social, pero de manipulación tienen un doctorado.
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