«Vamos a extraer a ‘Naia’ (a través de) el laboratorio del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (INAH), porque vamos a hacer el proceso de conservación», informó Pilar Luna, coordinadora del proyecto, durante un encuentro en Ciudad de México con la prensa internacional.
El delicado proceso podría concretarse este mismo año y se contempla la posibilidad de que los restos permanezcan en un museo de Yucatán, la península del este de México, con costas en el Caribe, donde se realizó el hallazgo, precisó.
Hasta ahora sólo se ha extraído un fragmento de costilla y un molar del cuerpo, así como guano, semillas, fragmentos de espeleotemas y racimos de calcita, lo que permitió determinar que los restos tienen entre 13.000 y 12.000 años de antigüedad y que pertenecieron a una joven de entre 15 y 16 años de origen asiático (Beringio), quien formó parte de las migraciones que llegaron a América desde Siberia.
Esta joven, que vivió en el Pleistoceno Tardío, fue bautizada como «Naia» tras ser hallada en 2007 por un grupo de espeleobuzos en un cenote ahora llamado «Hoyo Negro», ubicado dentro de una cueva que se inundó después de la última glaciación finalizada hace unos 10.000 años.
Tras someterla a diversos estudios durante más de tres años, entre ellos de ADN mitocondrial, Carbono 14 y Uranio/Torio, el INAH anunció la semana pasada que «Naia» es el esqueleto más antiguo hallado en el continente americano y constituye el eslabón que faltaba para confirmar el vínculo entre los primeros pobladores de América y los grupos indígenas contemporáneos.
Un contexto paleontológico «perfecto»
«Hoyo Negro», descrita como una «cápsula de tiempo» que ha conservado la información sobre el clima, la vida humana, animal y vegetal que existían en la última era de hielo, tiene aún, junto con «Naia», apasionantes secretos por revelar y que darán trabajo «a muchas generaciones», estimó Luna.
Por su parte, la directora general del INAH, María Teresa Franco, aseguró que el grupo de investigación, hasta ahora conformado por 16 científicos, «ya no se reducirá» y abogó por que sean donados más recursos financieros y apoyo en especie al Proyecto Arqueológico Subacuático Hoyo Negro, que se inició en 2009.
«Es posible que haya muchos más académicos que se integren, porque estos proyectos ya no se abandonan. Hay una inversión de interés científico tan grande que las instituciones ya no se desligan», añadió Franco, al precisar que muchos de los laboratorios y expertos involucrados han trabajado «sin cobrar».
En este «contexto paleontológico perfecto» para los científicos se hallaron además 26 mamíferos de 11 especies, algunos 30.000 años más antiguos que la propia «Naia». Entre los especímenes figuran un gonfoterio, un tigre dientes de sable, un perezoso de tierra tipo Shasta, un cerdo de monte y un oso.
«Ahora mismo se empieza a explorar el caso del oso», cuya presencia en esta parte de México se había descartado, comentó Joaquín Arroyo, experto en arqueozoología.
Más allá de «Hoyo Negro», en toda la Península de Yucatán existen cerca de 12.000 cenotes, los depósitos de agua manantial que usualmente se encuentran a una cierta profundidad.
Actualmente, estos lugares «son las fuentes más prometedoras para el estudio del hombre Paleoamericano», según Dominique Rissolo, del estadounidense Waitt Institute y parte del proyecto.
Sin embargo, todas estas promesas de proezas científicas se ven amenazadas por los riesgos del saqueo.
Este fenómeno sigue ocurriendo en diversos sitios mexicanos pese a que el gobierno firmó en 2006 la Convención para la Protección del Patrimonio Subacuático de la UNESCO y que el Congreso reforzó la Ley Federal de Zonas y Monumentos Arqueológicos Artísticos e Históricos con más sanciones contra el saqueo.
Desde el tráfico del patrimonio a gran escala hasta el «saqueo hormiga» realizado por turistas inconscientes, estos actos constituyen un constante problema, puntualizó Franco, al aplaudir que el gobierno de México no haya aceptado ningún trato con compañías buscadoras de tesoros, pese a las «grandes presiones».
AFP
«Vamos a extraer a ‘Naia’ (a través de) el laboratorio del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México (INAH), porque vamos a hacer el proceso de conservación», informó Pilar Luna, coordinadora del proyecto, durante un encuentro en Ciudad de México con la prensa internacional.
El delicado proceso podría concretarse este mismo año y se contempla la posibilidad de que los restos permanezcan en un museo de Yucatán, la península del este de México, con costas en el Caribe, donde se realizó el hallazgo, precisó.
Hasta ahora sólo se ha extraído un fragmento de costilla y un molar del cuerpo, así como guano, semillas, fragmentos de espeleotemas y racimos de calcita, lo que permitió determinar que los restos tienen entre 13.000 y 12.000 años de antigüedad y que pertenecieron a una joven de entre 15 y 16 años de origen asiático (Beringio), quien formó parte de las migraciones que llegaron a América desde Siberia.
Esta joven, que vivió en el Pleistoceno Tardío, fue bautizada como «Naia» tras ser hallada en 2007 por un grupo de espeleobuzos en un cenote ahora llamado «Hoyo Negro», ubicado dentro de una cueva que se inundó después de la última glaciación finalizada hace unos 10.000 años.
Tras someterla a diversos estudios durante más de tres años, entre ellos de ADN mitocondrial, Carbono 14 y Uranio/Torio, el INAH anunció la semana pasada que «Naia» es el esqueleto más antiguo hallado en el continente americano y constituye el eslabón que faltaba para confirmar el vínculo entre los primeros pobladores de América y los grupos indígenas contemporáneos.
Un contexto paleontológico «perfecto»
«Hoyo Negro», descrita como una «cápsula de tiempo» que ha conservado la información sobre el clima, la vida humana, animal y vegetal que existían en la última era de hielo, tiene aún, junto con «Naia», apasionantes secretos por revelar y que darán trabajo «a muchas generaciones», estimó Luna.
Por su parte, la directora general del INAH, María Teresa Franco, aseguró que el grupo de investigación, hasta ahora conformado por 16 científicos, «ya no se reducirá» y abogó por que sean donados más recursos financieros y apoyo en especie al Proyecto Arqueológico Subacuático Hoyo Negro, que se inició en 2009.
«Es posible que haya muchos más académicos que se integren, porque estos proyectos ya no se abandonan. Hay una inversión de interés científico tan grande que las instituciones ya no se desligan», añadió Franco, al precisar que muchos de los laboratorios y expertos involucrados han trabajado «sin cobrar».
En este «contexto paleontológico perfecto» para los científicos se hallaron además 26 mamíferos de 11 especies, algunos 30.000 años más antiguos que la propia «Naia». Entre los especímenes figuran un gonfoterio, un tigre dientes de sable, un perezoso de tierra tipo Shasta, un cerdo de monte y un oso.
«Ahora mismo se empieza a explorar el caso del oso», cuya presencia en esta parte de México se había descartado, comentó Joaquín Arroyo, experto en arqueozoología.
Más allá de «Hoyo Negro», en toda la Península de Yucatán existen cerca de 12.000 cenotes, los depósitos de agua manantial que usualmente se encuentran a una cierta profundidad.
Actualmente, estos lugares «son las fuentes más prometedoras para el estudio del hombre Paleoamericano», según Dominique Rissolo, del estadounidense Waitt Institute y parte del proyecto.
Sin embargo, todas estas promesas de proezas científicas se ven amenazadas por los riesgos del saqueo.
Este fenómeno sigue ocurriendo en diversos sitios mexicanos pese a que el gobierno firmó en 2006 la Convención para la Protección del Patrimonio Subacuático de la UNESCO y que el Congreso reforzó la Ley Federal de Zonas y Monumentos Arqueológicos Artísticos e Históricos con más sanciones contra el saqueo.
Desde el tráfico del patrimonio a gran escala hasta el «saqueo hormiga» realizado por turistas inconscientes, estos actos constituyen un constante problema, puntualizó Franco, al aplaudir que el gobierno de México no haya aceptado ningún trato con compañías buscadoras de tesoros, pese a las «grandes presiones».
AFP