A medida que los medios publican los diferentes mecanismos que las líneas aéreas utilizan para obtener sus “ganancias” en Venezuela, se aprecia la gigantesca magnitud del saqueo que tratan de hacer
Ejemplo de ello es la noticia publicada por El Universal digital del 17 de mayo en donde se lee lo siguiente:
“…esas oficinas (las de las líneas aéreas) hacen las reservas fuera de Venezuela pero emiten los boletos en el país. Y cuando las aerolíneas reúnen sus facturas y se las presentan al Gobierno para su convalidación, les responden que deben acudir a cobrar parte de ellas adonde fueron emitidas”.
Es decir, esas líneas tienen la “voluntad” de pretender aprovechar el diferencial cambiario, para adquirir divisas a precio preferencial sobre pasajes vendidos en el exterior. Casi nada.
Otra información del mismo día en dicho portal reseña que en el aeropuerto de Maiquetía “Privaron de libertad a mujer que intentó viajar con 104 tarjetas de crédito”.
Más allá de dejar en evidencia que han sido ineficientes las medidas para eliminar la práctica de raspar cupos mediante las máquinas captahuellas, se generan muchas interrogantes con relación a las líneas aéreas, como por ejemplo, ¿los puestos que quedaron vacíos fueron llenados con ventas duplicadas de boletos? ¿O si se devolvieron al Estado los dólares de pasajeros que hayan solicitado el reembolso del boleto?
Pero el escándalo del saqueo de las líneas aéreas trasciende nuestras fronteras.
Así vimos como en un artículo publicado en el portal de la BBC el 28 de mayo se afirma que “si se hacen comparaciones en dólares a la actual tasa del Sicad, los pasajes comprado en Venezuela pueden llegar a costar hasta el doble que aquellos a los mismos destinos comprados, por ejemplo, en Colombia a pesos colombianos”.
Creo que el periodista se quedó corto. Me han dicho que un pasaje a Miami se adquiere en unos 27.000 bolívares (alrededor de $ 2.700 a Sicad I), es decir que se vende a unas cuatro veces más que el valor del pasaje desde Bogotá.
Sea que los pasajes se vendan al doble, al triple o a más de su precio, lo cierto es que al multiplicar esos sobreprecios especulativos por el número de boletos vendidos se obtienen cifras astronómicas de miles de millones de dólares de “ganancias lícitas”.
Esas “Ganancias lícitas” obtenidas en Venezuela seguramente serán utilizadas por los directivos de las líneas para salvar sus puestos, que se verían en peligro con los resultados en rojo de sus informes operativos. Un patrón de conducta criminal.
Muchas transnacionales en el país se han dado a la tarea de copiar esa práctica de aumentar continuamente los precios con el fin de obtener groseras “ganancias” que puedan ser convertidas en dólares a precios preferenciales para ser remesadas a sus casas matrices, creando una verdadera espiral inflacionaria.
Esa realidad la puede apreciar claramente el lector si compara lo que cuestan ahora con lo que costaba hace un año los productos de las transnacionales. Los ejemplos sobran. Tomemos el caso de los refrescos de 2 litros que han pasado de 18 Bs. a más de 40 Bs. en ese período.
Esa conducta especulativa es copiada por las demás ramas de la economía, en un proceso explicado por Marx cuando afirmaba que los diferentes sectores económicos trataran de alcanzar la tasa del que tenga la mayor plusvalía.
En otras palabras la inflación actual es provocada, en buena parte, por una especulación transnacional imitada por las empresas nacionales y la cual no tiene ningún tipo de freno.
Especulación rueda libre
En efecto, no existe una política efectiva de control de precios y ganancias por parte del ejecutivo, como pudieran ser la obligatoriedad a los fabricantes e importadores de imprimir los PVP en el producto; la denuncia del tratado con Estados Unidos que prohíbe la doble tributación; y sobre todo, el establecimiento de una rígida, efectiva y oportuna política impositiva que desestimule la especulación.
Sobre este último punto es bueno recordar que las grandes potencias han establecido férreos mecanismos de impuestos para frenar esa desmedida y natural competencia empresarial por alcanzar mayores márgenes de beneficios, convirtiéndolos así en los grandes niveladores de las ganancias.
Carlos Dallmeier G.