Hay que dejar de pensar que la descomposición es política, hay que asumir que socialmente hay un deslave preocupante y aterrador que alguien tiene que detener
Durante estos últimos días he conocido casos vinculados con niños y adolescentes en sus aulas que me preocupan y que determinarán el futuro de este país, ya golpeado. El no entender que esta generación es la que tiene en sus manos el giro verdadero de nuestros próximos años es una omisión pecaminosa. La violencia, la intolerancia, el irrespeto, la agresividad a flor de piel, el consumo de sustancias ilícitas, el sexo virtual, el sexo explícito, la pornografía, la vida fácil, el modelaje negativo, entre otros males se están apoderando hasta de los espacios menos pensados.
Deslave social
Hay que dejar de pensar que la descomposición es política, hay que asumir que socialmente hay un deslave preocupante y aterrador que alguien tiene que detener. No hablamos de clases sociales, ni de componentes intelectuales, la barbarie en liceos y escuelas parece estar devorando las neuronas y los sentimientos. Los calificativos peyorativos entre adolescentes, los golpes y amenazas como única forma de concebir la resolución de un conflicto han dejado de lado toda posibilidad de paz y han dado paso al afianzamiento de la cultura de la violencia. Preocupa la inexistencia clara de planes y proyectos dedicados al fortalecimiento de los valores y principios.
Los chivos expiatorios
La prevención se ha dejado de lado sin darnos cuenta que es la clave para evitar la delincuencia y las cárceles llenas de jóvenes que no superan los 25 años en edad promedio. Hay quienes pretenden satanizar la LOPNNA haciéndola culpable de lo que sucede. Repetido error de quienes no asumen responsabilidades, pues resulta más fácil castigar a una ley que asumir que nos hemos equivocado en el proceso social de fortalecimiento de la responsabilidad y la disciplina.
Proyectar sólo en los medios la culpa sobre la violencia es no sólo absurdo sino poco inteligente. Si bien los medios tienen una labor educativa informal, estamos claros que la calle, la escuela y el hogar son las principales fuentes que proveen a los niños y jóvenes de un proceso educativo para afrontar su vida y el desarrollo de su personalidad.
Si de manera constante estamos sometidos a los antivalores, a la cultura de la violencia, al facilismo, a la corrupción como forma de ejercicio del poder y a la impunidad como norma de resultado del sistema de justicia, pequeños quedan los medios con programas donde haya sexo o violencia de cualquier tipo. La reacción necesaria es en primer lugar asumir que hemos fracasado en las políticas públicas para la educación informal y también para la formal. Que los hogares se han desconfigurado por los problemas económicos y la degradación de quienes los conforman, que el aula ya no es suficiente para ganar liderazgo y que no hay modelos positivos que sean reforzados para seguir adelante. Las reformas legales no modifican mentalidades.
No estamos en el momento en el cual un incremento de penas, la creación de más tipos penales y más represión pueda revertir el problema en el que nos encontramos.
Los jóvenes que participaron en los homicidios de Otaiza, o de Mónica Spear, no van a inhibirse por que se aumenten las penas, por el contrario van a afianzarse más en sus hechos porque ellos han perdido el valor y el concepto de la vida. Estos jóvenes están claros que sus expectativas de vida no son más de 21 años y por eso nada les importa, menos aún lo que sea impuesto.
Aquí priva la impunidad
Brasil y específicamente Sao Paulo saben bien de lo que hablo. Grupos sociales parapoliciales se dedicaron al asesinato de niños y adolescentes para tratar de controlar los índices delictivos. Se dice que se hacía bajo consentimiento tácito de las autoridades de más alto nivel. Profilaxis social como respuesta a problemas eminentemente criminógenos, sin atacar las causas, abordando solo consecuencias.
Un joven que a las puertas de su escuela grita a su novia “eres una puta” la lanza contra un vehículo y la golpea fuertemente no teme a la norma, menos aún a aquella que sabe y está convencido no se va a aplicar porque priva la impunidad. El adolescente que reta al maestro con una pistola en la mano y que se convierte en un pran para sus compañeros, nada le importa si los ministros se reúnen y hay redadas policiales para bajar los índices delictivos. El asunto es otro, el camino es distinto y si bien algunas cosas se hacen con el mejor sentido y la mejor intención, quizá no sea lo que produzca los mejores resultados. Podría afirmar que aquí el trabajo no es de legisladores, ni policías, menos de jueces y abogados. En este momento los sociólogos y los sicólogos deben ser convocados para estudios de casos y proyectos piloto que nos den la oportunidad de tomar medidas de fondo que reviertan el problema y trabajen con las generaciones más jóvenes en todos los ámbitos.
En caída libre
Siento con mucho pesar que no estamos entendiendo las señas que arrojan los morrales y los pupitres. Percibo que las canchas vacías y los traficantes más millonarios que nunca no están dando el mensaje adecuado. El futuro no se construye mañana, sino hoy mismo. Cabe preguntarse no qué hace el gobierno, sino qué hago yo en mi casa, en mi escuela, en mi calle, en mi barrio, en mi urbanización, en mi trabajo, en cualquier espacio donde me toca asumir un rol ciudadano.
Creo que la transformación y en la evolución, así como estoy segura que la omisión, la inacción y el egoísmo son los causantes de esta caída libre donde por un precipicio están cayendo niños y adolescentes, ante la discapacidad visual, auditiva y motora, de todas nuestras autoridades y gobernantes. Si tuviéramos más tiempo para el país y menos tiempo para la política retórica y polarizante quizá hoy estuviéramos hablando de planes exitosos y no de ejemplos lamentables.
Hay que ofrecer opciones a los jóvenes
Hay que abandonar la idea de la escuela y el hogar como focos principales de actuación directa para los valores, los principios y la educación. Las redes sociales, los medios de comunicación, y la calle son los laboratorios indicados para actuar desde lo social y lo colectivo. Abandonar los esquemas rígidos, asumir la modernidad como elemento imprescindible de la acción y trabajar cuerpo a cuerpo son herramientas importantes para iniciar un camino que haga reversible la dura realidad. No pretendamos no tener delincuentes, ni políticos corruptos, ni policías deshonestos, o jóvenes prostitutas y muchachos flojos, sino generamos fuentes de empleo, planteamos la competencia sana como método hacia la excelencia y amarramos el reto de enamorar con el ejemplo positivo, no el del ser perfecto, sino del hombre para el bien
Para que te defiendasMónica Fernández
Twitter: @monifernadez