El 3 de marzo de 1942 el presidente de los EEUU, Franklin D. Roosevelt, recibía en su despacho de la Casa Blanca una curiosa misiva. El sobrino del Führer, William Patrick Hitler, apelaba a su compasión para que lo dejara alistarse contra su tío.
Hasta entonces, ningún ejército había querido aceptarlo por una sola razón: su apellido. En 1942 “Willy” Hitler decidió apelar a lo más alto y escribió una carta al presidente de los EEUU, que recoge ahora el blog Letters of Note.
Fue investigado por el FBI y dos años después, William Patrick Hitler se unió a las Fuerzas Armadas estadounidenses. Tras la guerra se casó, cambió su apellido por Stuart-Houston y se trasladó a Long Island, donde murió 40 años después, según el New York Times.
Ésta es la misiva con la que consiguió apelar a Franklin D. Roosevelt para que le dejara luchar contra su tío:
Estimado Señor Presidente:
¿Puedo tomarme la libertad de interrumpir su valioso tiempo y el de su personal en la Casa Blanca? Consciente de los críticos días por los que atraviesa la Nación, sólo lo hago porque es la prerrogativa de su alto cargo la única que puede ayudarme en mi difícil y singular situación.
Permítame esbozar lo más brevemente posible mi problema, cuya solución podría lograrse fácilmente en caso de que usted se sienta movido a interceder por mí.
Soy el sobrino y único descendiente del mal afamado canciller y líder de Alemania, que hoy tan despóticamente intenta esclavizar a los pueblos libres y cristianos delmundo.
Bajo su magistral dirección, Señor Presidente, hombres de todos los credos y nacionalidades están librando una batalla desesperada para determinar, en última instancia, si finalmente sirven y viven en una sociedad ética en Dios o son esclavizados por un régimen diabólico y pagano.
En estos momentos todo el mundo debería hacerse la pregunta de qué causa está dispuesto a servir. Para la gente libre con un profundo sentimiento religioso no puede haber sino una sola respuesta y una sola elección, que los sostendrá siempre hasta el amargo final.
Yo solo soy uno entre muchos, pero tengo una vida que entregar y puedo prestar un servicio a esta gran causa para que, con la ayuda de todos, triunfe en el final. Todos mis familiares y amigos marcharán pronto hacia la libertad y la decencia bajo las barras y estrellas. Por eso, Señor Presidente, le presento respetuosamente esta petición para preguntarle ¿me permitiría unirme a su lucha contra la tiranía y la opresión?
En la actualidad esto se me ha negado, porque cuando me escapé del Reich en 1939 yo era un súbdito británico. Vine a Estados Unidos con mi madre irlandesa para reunirme con mis familiares. Al mismo tiempo me ofrecieron un contrato para escribir y dar conferencias en los Estados Unidos y la presión no me dejó tiempo necesario para solicitar la admisión en el contingente. Tenía por lo tanto, que venir como visitante.
He tratado de unirme a las fuerzas británicas, pero mi éxito como conferenciante me ha convertido probablemente, en uno de los mejores oradores políticos con la policía teniendo que controlar frecuentemente a multitudes clamorosas en Boston, Chicago y otras ciudades. Esto provocó en las autoridades británicas una respuesta negativaa mi petición.
Los británicos son un pueblo estrecho de miras al mismo tiempo que amables y corteses, es mi impresión errónea o acertada, y creo que a la larga no podrían sentir simpatía por una persona con mi nombre.
El alto costo del procedimiento legal británico que exigiría cambiarme el nombre es una solución que escapa a mis posibilidades financieras. Al mismo tiempo, dudo que el Ejército canadiense facilitase mi entrada en sus fuerzas armadas. Tal y como están las cosas, y sin ninguna orientación oficial, me parece que tratar de alistarme como sobrino de Hitler es algo que requiere una extraña clase de valentía que soy incapaz de reunir, privado de cualquier apoyo oficial.
En cuanto a mi integridad, solo puedo decir que es una cuestión que consta y se puede comparar de alguna forma al espíritu previsor con el que usted, por cada ingenio se conoce el arte de gobernar, arrancó del Congreso Americano esas armas que hoy son la gran defensa de la Nación en esta crisis.
También puedo reflejar aquí que en un momento de gran complacencia e ignorancia traté de hacer las cosas que, como cristiano, sabía que eran lo correcto. Como fugitivo de laGestapo advertí a Francia a través de la prensa que Hitler planeaba invadirla ese mismo año. También avisé al pueblo británico por los mismos medios de que la llamada «solución» de Munich era un mito que traería terribles consecuencias.
A mi llegada a Estados Unidos, informé a la prensa de que Hitler perdería a su Frankenstein en la civilización de ese año. Aunque nadie hizo caso a lo que dije, seguí dando conferencias y escribiendo en los Estados Unidos.
Ahora, el tiempo de escribir y hablar ha pasado y solo soy consciente de la gran deuda que mi madre y yo debemos a los Estados Unidos. Más que ninguna otra cosa me gustaría ver pronto el combate activo y por lo tanto, ser aceptado por mis amigos y compañeros como uno más en esta gran lucha por la libertad.
Su simple decisión favorable garantiza que el benévolo espíritu del pueblo americano, del que me siento parte, continua. Con el mayor de los respetos, le aseguro Señor Presidente que al igual que hice en el pasado, haría todo lo posible en el futuro para ser digno del gran honor que me se me concediera, con la certeza de que mis esfuerzos a favor de los grandes principios de la democracia serán al menos comparados a las acciones de muchos individuos que por largo tiempo han sido indignos del privilegio de llamarse a sí mismos americanos.
Por lo tanto, ¿puedo aventurarme a esperar, Señor Presidente, que en la confusión de este enorme conflicto no rechazará mi petición por razones de las que yo no soy de responsable?
Para mí no podría haber mayor honor que servirle, y mayor privilegio que haber luchado y ser parte de la construcción del título con el que pasará a la posteridad como el más grande libertador del sufrimiento humano en la historia de la política. Sería feliz de darle cualquier información adicional que pueda ser requerida, y me tomo la libertad de adjuntar una circular que contiene algunos detalles sobe mi mismo.
Permítame, Sr. Presidente, expresar mis mejores deseos para su salud y felicidad, junto con la esperanza de que pronto pueda liderar a todos los hombres del mundo que creen en la decencia hasta una victoria gloriosa.
Suyo sinceramente,
Patrick Hitler
FUENTE: Lainformacion