Los conflictos se apaciguan, los estudiantes cierran los libros, las rencillas familiares se postergan, los pueblos se unen, los gobernantes respiran: este jueves comienza el Mundial Brasil 2014, el mayor evento a escala global.
Salvo en el país anfitrión, que acumula tensiones de sectores sociales indignados por la alta factura del Mundial estimada en 11.000 millones de dólares y el temor contenido a nivel deportivo por otro Maracanzo 64 años después, que hasta podría ser un mazazo a la dignidad nacional.
Brasil rompe el fuego con Croacia con el peso de iniciar el camino hacia la sexta corona, la primera en casa, y sin opciones: lo único que vale sí o sí es levantar la Copa en Maracaná el 13 de julio.
El Arena Corinthians de Sao Paulo, símbolo de los atrasos en las obras del Mundial, estará lleno a rebosar: 61.600 personas y 12 jefes de Estado asistirán a la ceremonia inaugural, mientras cientos de millones de personas en el mundo la seguirán por televisión, para quienes la vida estará dedicada casi exclusivamente al fútbol durante un mes.
Jennifer Lopez, Pitbull y Claudia Leitte y unos 660 bailarines animarán la fiesta, que después deberán completar Neymar y sus compañeros en el campo de juego, aunque el partido ante Croacia para nada puede ser anunciado como un baile.
Pero la tensión social amenaza con arrojar sombra sobre el Mundial. La policía lanzó este jueves gases lacrimógenos, balas de goma y bombas de estruendo para dispersar a un pequeño grupo de manifestantes antiCopa reunidos en Sao Paulo.
Unas pocas decenas de manifestantes se habían congregado cerca de una estación de metro con el objetivo de acercarse lo más posible al estadio Arena Corinthians, pero la policía los dispersó antes de que la marcha arrancara.
AFP