*** El modelo chavista ha resultado exitoso, para el país, para la inmensa mayoría de nuestro pueblo, e incluso para resembrar las esperanzas de redención de muchos pueblos del mundo
En el marco de la compleja situación política y económica en la que se encuentra el país, nos luce pertinente adelantar algunas consideraciones en torno al modelo chavista, cuya viabilidad o no, su éxito real o aparente, siempre estará sujeto a la perspectiva desde la cual se pondere el modelo implantado por Hugo Chávez para gobernar y transformar al país; sometido, hoy por hoy, y siempre, a análisis crítico por quienes lo adversan.
Desde nuestro particular punto de vista, de entrada lo sostenemos, el modelo chavista ha resultado exitoso, para el país, para la inmensa mayoría de nuestro pueblo, e incluso para resembrar las esperanzas de redención de muchos pueblos del mundo y del Continente que, antes de la irrupción de Chávez, no tenían alternativa concreta de la cual aferrarse en sus luchas contra la dominación imperial y la explotación capitalista.
Calamidad o distorsión
Esta aseveración no tiene discusión para la gran mayoría de quienes nos identificamos con ese modelo de país diseñado por Chávez en su tránsito vital, en conjunción con aportes de compatriotas nacionales y hermanos de otras latitudes, y expresado, básicamente, en la Propuesta de Hugo Chávez para transformar a Venezuela (1998), en el Libro Azul, en la CRBV, en el Proyecto Nacional Simón Bolívar Primer Plan Socialista 2007-2013, en el Plan de la Patria 2013-2019, en el Golpe de Timón, entre otros textos, y en toda una intensa y rica praxis teórico-política; pero, sin embargo, para quienes lo confrontan, el modelo chavista adolece de múltiples fallas, tan es así que lo catalogan como una verdadera calamidad, particularmente, ahora, cuando la conducción del mismo descansa en la dirección estratégica del Presidente Nicolás Maduro. Veamos:
Si nos atenemos a la versión de los adversarios, recogida en las consignas voceadas y señaladas en pancartas y grafitis reflejadas en los escenarios de los guarimbeos de los últimos meses, resulta ser que en Venezuela, durante el período chavista, se ha instaurado una dictadura, que violenta los derechos humanos, que reprime a los estudiantes; que ha despilfarrado la riqueza nacional; que se ha entregado desvergonzadamente a los designios del castro-comunismo; que no le ofrece expectativas de futuro a los jóvenes, especialmente, profesionales que se están marchando hacia el exterior; que ha sido incapaz de contener la inseguridad, haciendo de Venezuela, el país más inseguro de América.
Un país, de acuerdo con esa versión, en el que se pretende ideologizar a la población, particularmente, a los educandos; con un manejo equívoco de la economía, por lo que se genera, si acaso, la inflación más alta del planeta, con una productividad y producción muy baja, con escasez prolongada de alimentos y de productos en general, con un aparato productivo estancado, sin incentivos para crecer e invertir; un país aislado internacionalmente y con una pésima imagen en el exterior; en fin, un país, artificialmente polarizado, que marcha camino al abismo…socialista. Así lo interpretan y lo recrean los intelectuales orgánicos de la derecha y así lo difunde, a los cuatro vientos, la mediática burguesa; no importando la visión distorsionada que se constituya en torno a la Patria, pues, de lo que se trata es “vender” una imagen de un país en crisis terminal.
“Preocupación” pro-injerencista
Esta visión catastrofista de Venezuela, es la que asume el imperialismo, que no escatima oportunidad, desde Obama hasta otros altos funcionarios estadounidenses, y voceros de la derecha internacional, para manifestar su creciente” preocupación” por lo que aquí acontece, y que, por supuesto, se encarga de proyectar y esparcir, con su poderoso aparato mediático internacional, por todo el globo terráqueo.
Con esta representación distorsionada, recreada por los adversarios de la Revolución Bolivariana, es que se pretende justificar y solicitar la injerencia imperialista en nuestro país, al cual, según esa especie, habría que salvarlo de la catástrofe al que lo ha llevado la pésima conducción de Chávez y sus seguidores.
Pero, cómo se explica…
Pero, mientras, el imperialismo y sus lacayos, apuntalan esa conseja, la realidad verdadera es la que se asoma por los cuatro puntos cardinales, mostrando un pueblo pujante, esforzado en salir adelante, consciente de las dificultades y, al mismo tiempo, optimista con el porvenir; una realidad que se refleja certeramente en la precisa expresión del escritor colombiano, William Ospina, quien atinó a decir, a propósito de las acciones de protesta y desestabilizadoras de los fascistas en sus promocionadas guarimbas, “algo raro pasa en Venezuela, que mientras los ricos protestan, los pobres celebran”. Feliz expresión que recoge la verdadera situación presente en nuestra Venezuela.
De ser cierta la monserga imperial lacayuna, cómo se explica, entonces, que el chavismo gane 18 de 19 elecciones, en 15 años; cómo entender que Venezuela, su pueblo y su gobierno, reciban el apoyo de los 120 países que conforman el Movimiento de los No Alineados y del Grupo de los 77 más China que integra más de 130 países; cómo interpretar que la UNESCO reconozca y pondere los grandes avances del país en materia educativa y cultural, que la FAO acuerde el nombre de Hugo Chávez para denominar a su Programa contra el Hambre o que la ONU asuma, que Venezuela es el país, que, a estas alturas, ya ha superado las Metas del Milenio previstas para el 2015.
En suma, si vamos hacia una catástrofe, cómo se comprende que en muchos países europeos, africanos y nuestroamericanos se tenga al modelo chavista como la referencia a seguir para la transformación y avance de esos respectivos pueblos.
No, el imperialismo y sus lacayos locales hacen una lectura interesada y distorsionada de nuestra realidad. Sin dudas, vamos por buen camino, por el camino… de alcanzar la mayor suma de felicidad posible para nuestro pueblo, pero, eso sí, estratégicamente, requerimos de mayor control social y popular.
Notas paralelas
Miguel Ugas