Las dictaduras y los opresores odian las ideas de libertad ya que ni las cárceles, ni la muerte impedirán que esas ideas y pensamientos persistan por siempre”.
Era la década de los sesenta cuando nos tocó escribir el pensamiento que sirve de abre boca para nuestro artículo de opinión, en esa oportunidad Rómulo Betancourt, presidente constitucional de la República de Venezuela, comienza arremeter con bravía y decisión a los integrantes de la izquierda venezolana, un hecho repulsivo y violento en una naciente democracia como la nuestra, sin embargo el tiempo, y hoy más que nunca, le dio la razón al presidente Betancourt de no permitir, bajo ningún pretexto, que los izquierdistas de esa época llegaran a ocupar la presidencia en Venezuela.
Qué visión tan clara tenía ese zorro viejo de la política de nuestro país, un hecho que queda demostrado con el desastre que hoy se vive en Venezuela, una nación inmensamente rica, llena de bendiciones del Señor, que ha llegado a conocer el hambre y la miseria en todos los extractos sociales del país.
Recordemos que hasta el año 1998 todos los venezolanos tenían acceso a la comida y a la educación, pero además se gozaba de las garantías de sus derechos constitucionales. ¿Qué había desempleo, corrupción y muchos otros delitos? Ciertamente, pero lo más importante era que esos corruptos al ser denunciados eran inmediatamente investigados y hechos presos al demostrársele su delito, eso sí siempre cumpliendo con las normas legales establecidas.
¿Qué muchos comunistas y gente de izquierda eran detenidos? También es verdad, sin embargo tenían la oportunidad de apelar a las leyes y no ser despojados de sus derechos constitucionales. Me viene a la mente el caso de David Nieves, quien se encontraba detenido y fue absuelto inmediatamente después de haber quedado electo como diputado.
El antiguo Congreso Nacional respetó siempre el derecho de las minorías y a la hora de escoger las directivas de ambas cámaras siempre estaban representadas, jamás vimos el abuso de una mayoría aprobar leyes y medidas para favorecer a sus militantes, aprovechándose de ser el partido mayoritario y mucho menos se le quitaba la inmunidad a un senador o diputado sin cumplir con los requisitos de ley.
Solamente escuchamos al presidente de la República hablar de intervención extrajera cuando estas eran una realidad demostrable, tales como el caso de la invasión de Cuba, ordenada por el sanguinario dictador Fidel Castro, por Machurucuto o cuando se llevó a cabo el atentado contra Rómulo, un hecho en el que quedó demostrado que la mano, la autoría y todo lo concerniente a esa acción fueron forjados por el dictador dominicano Leónidas Trujillo. Nunca, ningún gobernante, de la era democrática venezolana, denunció ser víctima de un magnicidio con el fin de ganar centimetraje en los medios de comunicación.
Ahora solo podemos recordar los hechos realizados en esa bella época democrática de Venezuela, que por cierto formó y le brindó educación y cobijo a muchos de lo que hoy son unos resentidos sociales por no haber tenido la capacidad de formarse moral e intelectualmente.
Salomón Benshimol R.
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