El partido que Brasil y Colombia jugarán este viernes en Fortaleza es el más atractivo de cuartos de final, tanto por la enjundia de los equipos como el brillo de las individualidades más festejadas, Neymar Jr. y James Rodríguez.
El énfasis en estos jugadores, ambos de 22 años, se justifica desde el punto de vista futbolístico y también en la necesidad de los aficionados y de los medios de comunicación de dar un rostro individual al esfuerzo colectivo.
Neymar ha sido señalado y festejado desde hace varios años como el campeón que daría a su país el sexto título mundial, el primero como local. James, en cambio, sólo ha pasado al primer plano de la consideración internacional en los últimos días, sin una campaña publicitaria orquestada de antemano.
Ambos son jugadores excepcionales y representan cabalmente la idiosincrasia futbolística de sus respectivos países.
Pero el poderío de Brasil no es tan abrumador como todos creíamos antes del Mundial, mientras que esta Colombia es mucho mejor de lo que pensamos al enterarnos de que Radamel Falcao no podía recuperarse y quedaba al margen.
Desde el comienzo del torneo han disminuido las expectativas sobre el equipo brasileño en la misma proporción en que han aumentado sobre el colombiano: queda por verse si los vectores se cruzarán en el Estadio Castelao.
10 contra 10
Neymar | James | |
País | Brasil | Colombia |
Edad | 22 años | 22 años |
Goles | 35 (53 partidos) | 10 (26 partidos) |
Club | FC Barcelona | AS Mónaco |
Palmarés | 1 Copa Confederaciones 3 Campeonatos paulistas 1 Libertadores 1 Supercopa España | 1 Liga argentina 3 Ligas portuguesas 1 Copa de Portugal 1 Europa Liga |
El pasado no juega
En la imaginación popular ha perdido nitidez la forma tradicional: en la cuenta de la FIFA, Brasil lleva 15 ganados, con ocho empates y dos victorias de Colombia; en goles también hay diferencia: 55 de Brasil y 11 de Colombia.
En cierto sentido se da una situación similar a la que Brasil vivió antes de enfrentar a Chile: las estadísticas eran abrumadoramente favorables al equipo local, pero la forma había cambiado y Chile estuvo a punto de eliminarlo.
Ahora la situación también luce diferente: Colombia ha ganado con claridad sus cuatro partidos previos, mientras que Brasil ha empatado dos, primero con México, 0-0, y en octavos con Chile, 1-1, que luego ganó en penales.
Los números siguen estando con Brasil, sin embargo.
El modelo matemático de FiveThirtyEight, asociado con ESPN, que calcula las posibilidades de cada equipo basándose en el rendimiento colectivo e individual en el largo plazo, predice que este Brasil tiene 72% de posibilidades de llegar a semis, 53% de alcanzar la final y 40% de ganarla, mientras que las chances de Colombia serían, respectivamente, 28%, 15% y 8%.
Pero los modelos matemáticos, firmemente anclados en el largo plazo, no acomodan la forma reciente con la presteza que requieren los aficionados.
En la tribuna y ante los televisores se abre paso la impresión de que el equipo de José Pékerman es el colectivo más sólido y de juego más satisfactorio visto hasta ahora, mientras que el local dista mucho de ser la maquinaria que trituró a España 3-0 en la Copa Confederaciones de 2013.
(E incluso ese partido está ahora bajo revisión, debido al flojo desempeño del campeón mundial durante este Brasil 2014: ¿hasta qué punto fue demérito de España antes que mérito brasileño el desenlace de la Copa Confederaciones?)
Algo semejante está ocurriendo con la consideración de los dos cracks, ya que James Rodríguez pasó de ser un excelente jugador de gran promesa a convertirse en la revelación de Brasil 2014, mientras que Neymar llega a esta cita entre dudas sobre su estado físico, tras el encuentro con Chile en octavos.
El cara, y cruz, de ser local
El gran Tostão, oficialmente el mejor jugador de México 70, ahora un respetado comentarista, declaró hace unos días a El País español que «si la Copa no fuese en Brasil, si se jugase en Europa, la seleçao estaría ya probablemente eliminada. Que se dispute aquí aumenta sus posibilidades».
Y agregó: «se ha instalado en Brasil la idea de que el problema de la selección, la razón de que no juegue bien, de que no enamore, es la presión emocional sobre los jugadores. Yo pienso lo contrario. Lo que la hace candidata al título es jugar en casa, el apoyo de la torcida. Están jugando con muchísima garra, comprometidos emocionalmente. Pero faltan cualidades individuales».
También debe tenerse en cuenta lo que le escuchamos decir en la TV británica a alguno de los muchos exjugadores que ahora trabajan de comentaristas (se equivocan tanto como los periodistas, pero con más autoridad): «Los equipos con historia tienen un pacto con la suerte; para ellos es más fácil salir de un trance difícil, mientras que los equipos con menos historia suelen tropezar».
Otro grande, Zico, escribió en el The Guardianque estaba impresionado con Colombia y James Rodríguez: «Cuando Falcao estaba convirtiendo tantos goles, sus compañeros simplemente jugaban para él, pero su ausencia los ha forzado a jugar más como un equipo, permitiendo que James y Juan Cuadrado dieran un paso al frente».
Y tras reconocer el papel del técnico argentino José Pékerman en la transformación del equipo, Zico dijo que «lo que me impresionó del partido de octavos es lo bien que trabajaban la pelota y atacaban a los uruguayos sin que el equipo perdiera su funcionamiento (…) el pase de James es muy preciso y da gusto ver cómo engaña: puede parecer ausente y de repente da el zarpazo».
Tanto a Neymar como a James les gusta operar por detrás de un delantero avanzado y llegan con facilidad al gol: el brasileño ha disparado a puerta 15 veces y sólo dos no dio en el blanco, mientras que el colombiano, también con 15 disparos, sólo falló una vez. (En comparación, un artillero de la calidad de Messi disparó 13 veces y falló el blanco en seis ocasiones.)
Felipe Scolari, el técnico brasileño, también prefiere jugar con un 9 clásico, para fijar a los centrales y crear espacio para la entrada en diagonal de Neymar, cuyos tiros de media distancia pueden ser tan mortíferos.
El problema es que su 9, Fred, no está a la altura de sus predecesores: no participa, se limita a esperar para rematar jugadas. Cuentan que en el esquema de Scolari lo ideal habría sido Diego Costa, pero que el técnico no supo identificar a tiempo su potencial: cuando se dio cuenta, ya era tarde.
Tostão dice que el problema principal es táctico: «No hay medio campo, no está organizado, se juega por las bandas y se confía en Neymar arriba. Lo que haría falta es un jugador como Xavi o Xabi Alonso en sus mejores momentos, un Schweinsteiger, un Pirlo, un Kroos… No tenemos un gran jugador en el medio campo. Son combativos, corren mucho, marcan mucho».
Pékerman tiene más recursos y ha logrado un funcionamiento fluido, en el que James actúa como volante o media punta rematador, de llamativa velocidad física y mental, apoyado en una calidad técnica excepcional, con pase, panorama y gol desde una posición más central que la preferida por Neymar.
Explosivo o sereno
Los temperamentos de Scolari y Pékerman son como el agua y el aceite, muy diferentes a sus respectivos estereotipos nacionales.
El brasileño es o parece ser pragmático, autoritario, empeñado en poner un ancla a la fantasía natural del futbolista de su país; el argentino es reservado, habla en voz baja y da la impresión de rogar en vez de ordenar, pero su fútbol ha sido liberador para la índole imaginativa del futbolista colombiano.
La personalidad de Scolari se refleja en un simple dato de la Copa Confederaciones de 2013: el jugador que más faltas cometió entonces fue… Neymar, nada menos que 17, seguido de cerca por… Oscar, con 14.
Las faltas como recurso táctico es uno de los recursos de Scolari. Sus críticos dicen que es cinismo, otros creen que es simple pragmatismo. En los últimos días ha insistido en sus picardías, denunciando a los árbitros, la FIFA y el periodismo por supuestas injusticias en perjuicio de su equipo.
Tim Vickery, corresponsal de BBC Sports en Brasil, recuerda que Scolari surgió en los ’90, cuando el fútbol brasileño atravesaba una epidemia de faltas tácticas: «era cuestión», dice, «de quien las hiciera con más inteligencia».
Pékerman, en cambio, se dio a conocer por su trabajo pedagógico con jugadores jóvenes: sus mayores éxitos fueron al frente de seleccionados juveniles argentinos, que ganaron tres mundiales y dos sudamericanos.
En el plano psicológico, es evidente la gran presión de la expectativa popular sobre el equipo brasileño. Esto se refleja en la emoción con que cantan el himno y las lágrimas de varios jugadores, entre ellos Neymar, Cesar y Silva.
«El equipo llora cuando canta el himno, cuando se lastima, cuanto tira penaltis… ¡Ya basta de llorar!» dijo Carlos Alberto, otro crack de 1970.
La emoción puede liberar o maniatar, por supuesto, y el desenlace del partido en Fortaleza nos informará sobre la capacidad de liderazgo de Neymar y sobre todo el capitán, Thiago Silva, cuyo negativa a lanzar un penalti ante Chile ha sido anotada por algunos como un signo de debilidad psicológica.
Pero la fragilidad de carácter no es algo que le caiga bien a un zaguero de los quilates de Silva: más lógico es suponer que querrá borrar esa falsa impresión.
Colombia, que a simple vista parece estar menos maniatada por la presión, también tiene razones para la prudencia: Pékerman y sus hombres saben que el exceso de confianza limitó los logros de la anterior generación dorada del fútbol nacional y tratan de calmar las expectativas.
Este no será un partido cualquiera. Sea cual fuere el resultado, habrá razones para anotarlo entre las grandes ocasiones del fútbol internacional.
BBC Mundo