*** Lo de los jueces es un canto a la piratería profesional. Según la Constitución, nuevamente pisoteada, debería accederse a esos cargos por concurso. Otra vez el pueblo cayó por inocente. La verdad es que los jueces se designan a dedo, mientras más fanático del gobierno, más importante el tribunal asignado
Los venezolanos todavía tenemos fresca las imágenes de aquel deshonroso acto en el que los magistrados del Tribunal Supremo de Justicia voceaban a coro y aplaudían como mojigangas “uh, ah, Chávez no se va”, exhibiendo sin pudor alguno su vasallaje ante las mieles del Poder Ejecutivo. Se mofaban públicamente de la Constitución que establece la autonomía del Poder Judicial. Se burlaban del pueblo que cree que lo de la separación de poderes puede llegar a ser verdad.
Era un anuncio de la determinación de ese Cuerpo a llevarse por delante la Constitución y las leyes con tal de demostrarle a Chávez que estaban resueltos a cualquier cosa. Si eran capaces de protagonizar aquella mamarrachada el gobierno no tenía por qué dudar de ellos de allí en adelante.
Lo demás es historia: han dado piso legal a groseras transgresiones constitucionales del Ejecutivo; permitieron la postulación del vicepresidente en ejercicio como candidato a la Presidencia; han desconocido la voluntad popular expresada en elecciones; han hecho presos a críticos del gobierno con los más insólitos argumentos; han proscrito el derecho a manifestar. Han hecho cuanto les ha venido en gana para fortalecer la mano dura que el gobierno de Maduro necesitaba en horas cuando se le percibe sin mando, sin autoridad y sin liderazgo.
La Fiscalía General no se queda atrás y a diario su titular aparece en TV, en prensa y radio, en páginas digitales como vocera del gobierno.
Debe despertar unos celos terribles en la ministra de propaganda. Nadie se le iguala en eso de adular a Maduro. Si Jorge Rodríguez u otros funcionarios quebrantan las leyes, ella presurosa advierte que fue con fines didácticos. Si un opositor se pone fastidioso, allí está ella para anunciar que ese sujeto está siendo investigado por graves atentados a la república o que ha sido acusado de magnicidio o de traición a la patria.
Miles de asesinatos siguen impunes en Venezuela. Los criminales sueltos. El malandraje haciendo de las suyas. Pero la Fiscalía anda gozosa persiguiendo políticos y ganando puntos con los jefes del PSUV que necesitan tener acosados y a la defensiva a sus oponentes.
Lo de los jueces es un canto a la piratería profesional. Según la Constitución, nuevamente pisoteada, debería accederse a esos cargos por concurso. Otra vez el pueblo cayó por inocente. La verdad es que los jueces se designan a dedo, mientras más fanático del gobierno, más importante el tribunal asignado. La mayoría de estos funcionarios desempeñan sus cargos con carácter provisorio. Igual ocurre con los fiscales del Ministerio Público. No tienen estabilidad laboral alguna.
Por esa inseguridad se ven obligados a sentenciar como le gusta a Maduro, a Rodríguez, a Jaua, a Ramírez, a Cabello. Claro, cuando esos jefes no están de acuerdo entonces los jueces se enredan, pero casi siempre complacen a “la superioridad”, como les gusta decir en su actualizada jerga militarista. No hay juicios imparciales. Los juzgadores no estudian expedientes, cumplen líneas políticas. Si fallan, los raspan. La verdad es que en nuestro país no hay carrera judicial, hay una sociedad de jueces, que es otra cosa.
Es inevitable agregar que ahora los abogados les explican a sus clientes no sólo los detalles procesales de sus casos, sino que para defenderles “como debe ser” en estos tiempos de revolución, les aclaran con detalle todas las diligencias que tienen que hacer ante los jueces. Es menester que el cliente sepa que de esas abultadísimas tarifas a ellos como abogados sólo les queda una pequeña parte por sus servicios profesionales.
Con ese Tribunal Supremo de Justicia (perdonen las mayúsculas), con esa Fiscalía, con esos jueces y con una conducción en la Asamblea Nacional que debe reírse a carcajadas si acaso lee estas líneas, no hay justicia posible en Venezuela. Todo es una gran mentira.
La subcultura del militarismo
Lástima que muchos militares con responsabilidades de dirección en la Fuerza Armada Nacional no sean estudiosos de Miranda, de Bolívar, de Páez, de Sucre, de Urdaneta. Sus fuentes doctrinarias son de otro tenor. Sus textos de cabecera son discursos o decretos de Guzmán Blanco, de Castro, de Gómez y de Pérez Jiménez. De lejitos todos se ven uniformados, pero la distancia entre los dos grupos aquí señalados es del cielo a la tierra.
Para estos militares inspirados en Gómez y sus parecidos, el poder es para siempre. Es ínsito al jefe, no es una delegación de nadie y menos del pueblo, al que si llaman para guardar las formas pero al que conciben y tratan como populacho. Por eso tantas reformas constitucionales para reelecciones. La joya de la corona la logró Chávez, quien de cinco años llevó el período presidencial a seis. De la no reelección inmediata, sólo con posibilidad diez años después de concluido el ejercicio, la llevó a reelección inmediata, para luego, en jugada maestra aplaudida por sus adláteres, convertirla en reelección perpetua.
La oposición no es una función, como en las democracias. La oposición es conspiración. No se admiten críticas. Mucho menos acciones que traten de impedir abusos de poder. Cualquier protesta es un indicio de un magnicidio en gestación. Por tanto, ningún lugar mejor que la cárcel para quienes alborotan con sus prédicas antipatriotas según las cuales hay desabastecimiento, alto costo de la vida e inseguridad.
Y para estos oficiales, el estado de derecho no puede reducirse a una maraña de artículos de la Constitución, de leyes y de instituciones. Eso sería rebajar la sabia palabra del jefe. El caudillo está por encima de normas aprobadas en esos insípidos salones parlamentarios. Lo que importa es la voluntad del jefe. Esa es la ley y a ella deben atenerse tribunales y jueces.
No hay nada de raro, pues, que en estos regímenes militaristas el derecho sea pisoteado y la ley sólo tinta sobre papel.
La voz de Claudio
Claudio Fermín
Twitter: @claudioEfermin