El pivot español cumplirá su sueño desde niño: jugar en el equipo donde militó Michael Jordan y Scottie Pippen
Pau Gasol encarna el sueño de una generación entera. Él mismo fue uno de esos niños amantes del básquetbol que crecieron viendo desde lejos las peripecias de las estrellas de la NBA de los años ochenta y noventa. Se hizo mayor con un póster de Michael Jordan colgado en la pared y como tantos jóvenes, Chicago Bulls era el equipo que más le atraía. La dominancia extrema de Jordan y sus compañeros en la NBA con seis campeonatos en la década de los noventa plantó una semilla eterna en su memoria.
Gasol siempre vio con buenos ojos a los Bulls, ya solo hacía falta la configuración de un proyecto ambicioso para que el ala-pívot se haya decantado por la ciudad del viento. Desde que pasó a ingresar en la agencia libre, Pau ha dejado claro que quería disfrutar de su momento. Por primera vez en 13 años en la NBA tuvo el futuro en sus manos.
La agencia libre eliminó aquellos movimientos a mitad de temporada (como el que le trajo a los Lakers), cambios de último minuto y rumores sobre su marcha de Los Ángeles, una constante durante los últimos años. Ya no quedó nada de eso en los últimos 12 días. Solamente opciones sobre la mesa, cortejos varios, consultas con sus más allegados y elegir.
No fueron suficientes los encuentros con Kevin Durant, Russell Westbrook o Scott Brooks para recalar en Oklahoma City Thunder; tampoco los deseos de Tony Parker en tenerlo en San Antonio Spurs o la sobriedad de un Pat Riley y Erik Spoelstra que han visto cómo LeBron James volvió a su hogar; ni siquiera la posibilidad de recalar en los Knicks de Nueva York sedujeron a un Gasol que también se alejó de los Lakers, la que según había indicado en numerosas ocasiones era su mejor opción. Declinó dos opciones (dos años por 23 millones de dólares o tres por 29 millones).