…En la antigua Colonia Bolívar, se instalaron, como en Guarenas y Guatire, los encomenderos, encargados de repartir vidas y tierras. Los hombres blancos se convirtieron en fundadores de pueblos y ciudades y, al mismo tiempo en nuevos dueños de lo que sus ojos van observando…
El nombre de Araira se nos presenta engarzado en los nombres de los indígenas que poblaron su territorio, entre ellos los charagotos, al lado de otros que por esos dominios se movían, pertenecientes a la familia Caribe, dejando, en las montañas vecinas, como prueba de su existencia, los conocidos petroglifos, localizados por los lados de Capayita. Asimismo Araira se mantiene unida, desde el punto de vista histórico, al proceso de conquistas y colonización escenificado en tierras vecinas y a todo lo que significó la actuación de las autoridades civiles y eclesiásticas que desde España dominaban lo que se conocía como el nuevo mundo. No olvidemos que en Araira, antigua Colonia Bolívar, se instalaron, como en Guarenas y Guatire, los encomenderos, encargados de repartir vidas y tierras. Los hombres blancos se convirtieron en fundadores de pueblos y ciudades y, al mismo tiempo en nuevos dueños de lo que sus ojos van observando. Los escribanos se encargarían de redactar las documentaciones correspondientes, plasmadas en gruesos libros que se irán colocando en los archivos de las respectivas comunidades. En esos añejos papeles aparecerán los nombres de los representantes de la corona española a quienes se les entregaron lo que pertenecía a las naciones aborígenes. En los expedientes que reposan en instituciones nacionales y extranjeras, revisados por nuestros cronistas, entre ellos Nectario María, Lucas Guillermo Castillo Lara, Ildefonso leal, Aníbal Laydera Villalobos, David W. Fernández, René García Jaspe, se plasmaron los nombres de encomenderos, de actuaciones en Barlovento, Guarenas, Guatire, como Cristóbal Cobos, Juan de Gámez, el viejo y el mozo; Antonio Gámez de Acosta, Martín de Gámez, Antonio Gámez de la Cerda, entre otros. Ellos también se mantienen ligados a la evolución histórica y social de Araira.
Con el correr de los años Araira se anudara a otros nombres, muy conocidos en la historia colonial venezolana, entre ellos Iñigo de Istúriz y Bernardo Rodríguez del Toro, identificado como el Marqués del Toro. Con el correr de los años la posesión de Araira se encadena a otros patronímicos, hasta llegar a Emilio Yánez y Trinidad Ascanio de Yánez. A partir de la compra que le hace el gobierno nacional al matrimonio Yánez Ascanio, Araira se liga a inmigrantes franceses e italianos con la creación de la colonia Bolívar, obra de la administración del presidente Antonio Guzmán Blanco. Araira, a partir de ese momento se adhiere a apellidos originarios de Francia e Italia. Otras manos, no esclavas comenzarán a labrar la tierra y a utilizar otros métodos de cultivos. Se parcelará la posesión y, a orillas del río surgirán las vegas, regadas por el agua trasladada a través de las acequias.
El nombre de Araira, antigua Colonia Bolívar, se irá ensanchando bajo la responsabilidad de Félix María Domínguez, quien ejerciera el cargo de gobernador de la recién decretada colonia y encargado de la colocación en esa angosta geografía de los inmigrantes europeos. En Araira permanecen, bordados en el recuerdo, algunos apellidos franceses como Le Corre, Olivier, Ecuer, Penó, Costeau, Permantin, Acoreat, Rosel, Baus, entre otros, que no lograron aclimatarse en la recién creada colonia. Asimismo, la población, protegida por su patrona la Virgen del Carmen, evoca, por formar parte de su historia, la llegada de los italianos. Gracias a las diligencias desplegadas por José María González, en su condición de gobernador, se inicia el proceso de consolidación de la comunidad. Para ese momento, asunto conocido y divulgado por estudiosos de la materia, logran echar raíces en Araira grupos de familias como Cassol, Dalmagro, Daló, Dalponte, De Gerardi, Delión, Fregona, Livinalli, Melchor, Reveane, Menegatti, Pitol, Possamai, Sandón, Sommavilla, Sponga, Stiz, Trevisson, Zanella, Zequín, Porto, Grippa, al lado de otras que aparecen reseñadas en los trabajos redactados por Ángel María Daló, Nelly Margarita Pittol León, Ermila Troconis de Veracoechea, Jesús María Sánchez y en los boletines publicados por el organismo encargado de las políticas inmigratorias.
Araira recuerda con admiración el primer espacio donde se celebraban los oficios religiosos y los esfuerzos que se hicieron para levantar, en el mismo sitio, el templo consagrado en 1942 por Monseñor Lucas Guillermo Castillo Hernández y donde predicaron la palabra sagrada los reverendos Tomás R. Galindez, Augusto Laborén, Mariano Marianchich. Imposible olvidar la meritoria obra desarrollada por las damas integrantes de la histórica Sociedad del Carmen. Asimismo la pequeña villa, donde la tiranía de Juan Vicente Gómez, cuando corría el año de 1928, mantuvo a jóvenes estudiante universitarios realizando trabajos forzados, se encuentra metida en los de los que constituyeron el Centro Patriótico e hicieron posible su elevación a la condición de municipio Bolívar y la escogencia de los ciudadanos que formaron la primera Junta Comunal presidida por Don Gregorio Oses. Araira marcha al lado de la obra poética de Amelia Pitol, de los que publicaron el quincenario “Ecos de Araira”, de los que militaron en el equipo de béisbol Libertador. Camina también unida a las figuras de Aníbal Rodríguez y Alicia Reveane, guías de centros educativos y de los galenos que laboraron en la Medicatura Rural, entre ellos Eleazar Figallo.
El recuerdo nos lleva hacia “Río Abajo”, después de pasar “Ceniza”, para ir al encuentro de la residencia de Don Eugenio Beñose, donde estuvo ubicado un aldeano molino de su propiedad, administrado por él al lado de su familia. Se trataba de una gran piedra en forma de rueda, movida por una noble mula. Allí se molían muchos kilos de maíz y, ya transformados en fina harina, se trasladaba a los distintos hogares, donde residían familias italianas. La blanca harina se utilizaba para la confección de la conocida polenta, al lado de otros platos de la cocina italiana. El maíz, cosechado en zonas vecinas a la población, era trasladado hasta el molino de Don Eugenio Beñose en burros, mulas y sobre los hombros de conocidos labradores. La fama de la harina fabricada por Don Eugenio Beñose se extendió por El Motor, Capayita, La Ceiba, El Trompillo, Palma Sola, Río Arriba, Reventón, Chuspita, Salmerón, Macanilla, El Oso, Las Pavas, Las Pailas, El Machete, Las Pailitas, Kempis, Cupo, Oruza, Chuspita, El Bautismo, Santa Rosalía. Los arrieros se encargaron de regar la voz. El nombre de Araira se proyecta en nuestros días, en la alfombra de flores colocada en la calle real, homenaje a la Virgen del Carmen y en sus dulces y rojas mandarinas.
Jesús María Sánchez
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