Elevadas probabilidades de morir a manos de delincuentes y familiares violentos mientras curan y salvan personas
Es un hecho obligado interrogarse cada día en Venezuela: ¿qué está aconteciendo en el ámbito de los hospitales del país y por qué? El bienestar humano de quienes en ellos laboran, en especial los profesionales de la medicina y la salud en general, se deteriora de manera acelerada por la inadmisible inseguridad personal y ciudadana imperante en esas instituciones públicas, casi en el mismo grado en que se percibe en calles y avenidas de ciudades y pueblos.
¿Cuáles son las consecuencias para la operatividad y funcionamiento de los hospitales, y para los trabajadores hospitalarios?, ¿y cómo se afecta negativamente la atención médico-quirúrgica de los millares de pacientes que acuden a estos centros vitales en procura de atención oportuna, adecuada y pertinente? La vida de quienes han sido víctimas de la violencia en atracos, asaltos y/o guerra de pandillas o bandas, y llegan a los hospitales, ni siquiera es mínimamente preservada por el Gobierno.
¿Qué se está haciendo al respecto para mitigar y reducir esas situaciones que atentan contra los derechos humanos y cuán eficaces son esas medidas anunciadas e instrumentadas desde el Gobierno?, ¿Creerán que el asunto se resuelve con apostamiento de policías y militares en puertas y pasillos de los hospitales? Está demostrado por demás que el asunto va más allá de la simple represión. Razón tienen los afectados, los médicos, enfermeros y pacientes, que la cuestión no es de balas sino de batas. El asunto es de batas blancas y no es de botas verdes.
Inadmisible estado de violencia
El estado general de los centros hospitalarios venezolanos, ya sin distingo de ciudad o municipio, es tan grave y complicada que lo que está en juego es el bienestar humano y la tranquilidad ciudadana en los hospitales. Médicas han resultado asesinadas en los hospitales, enfermeras apuñaladas y violadas, médicos atracados y heridos en pasillos y consultorios, personal de salud despojados de sus instrumentos de trabajo y de sus objetos personales, como vehículos, computadoras y teléfonos celulares. En Venezuela en 2013 fueron atacados cuatro de cada diez médicos, sufriendo además amenazas o insultos.
El impacto de la intolerable violencia y presencia y actuación incontrolada de delincuentes de toda calaña en los hospitales y dispensarios, incluidos los «barrio adentro», sin dejar de mencionar las clínicas privadas, es la acelerada y creciente migración de profesionales de la medicina que renuncian a sus cargos hospitalarios y postgrados para emigrar hacia otros países. Lo hacen procurando poner sus vidas en resguardo y para reencaminar sus proyectos de vida en otras latitudes donde gobiernos responsables los valoren y compensen económica y socialmente. Del país se han ido, según datos de la Federación Médica Venezolana, más de 7 mil galenos en el último trienio.
Nos quedamos sin médicos
El daño al sistema general de salud venezolano será patético por lo profundo de la herida que dejará esa migración profesional experta. Renuncian -y hasta son «jubilados de oficio» por el Gobierno- médicos jefes de servicios clave, médicos docentes de los postgrados universitarios y hospitalarios. ¿Quiénes tendrán entonces a cargo la formación calificada e idónea de las nuevas generaciones de médicos en el país?
Amenazas en centros de salud
La seguridad es esencial en los hospitales y centros dispensadores de salud en general. Debe tenerse en cuenta principalmente la variedad de gente que compone el ambiente convencional del hospital – médicos, enfermeras, pacientes, personal administrativo y obrero, vendedores, visitantes e incluso sus enemigos. No puede soslayarse que la naturaleza del centro hospitalario queda definida por muchos cuartos, habitaciones, salas, espacios, equipos de alto valor, accesibilidad a las drogas, muchas entradas y salidas.
Entre las amenazas más habituales evidenciadas en los hospitales pueden citarse: Ataques al personal; luchas entre bandas, vendettas, conflictos domésticos, violencia de género, conflictos por la custodia infantil; secuestro infantil; hurto o robo de material, medicamentos y drogas; presencia de pacientes carcelarios en libertad vigilada o delincuentes enfermos, heridos o traumatizados.
Se requieren programas de seguridad integral
La seguridad de los hospitales debe hacerse de modo profesional; con una buena planificación, la protección de sus usuarios y beneficiarios, además de los activos, puede ser efectiva y confiable. Los hospitales necesitan protocolos específicos en materia de seguridad, ya que las funciones de los vigilantes no se limitan a la protección de bienes o del propio edificio hospitalario, sino que implican garantizar la vigilancia y control de todas las personas que se encuentran en ellos, tanto el personal de salud como los pacientes o visitantes de los hospitales.
Los hospitales requieren de Programas de Seguridad Integral. Los puntos débiles generales de los edificios hospitalarios son las puertas de acceso desde el exterior, las salidas de emergencia, las zonas de libre circulación para los visitantes, los servicios de urgencia, los estacionamientos y la zona de acceso de insumos, bienes y servicios.
Ocho puntos a considerar
Un Programa de Seguridad Integral del hospital debe contemplar medidas expeditas como:
1. Vigilancia y protección del edificio;
2. Control de entradas y salidas de visitantes, personal o mercancías (incluyendo el control de identidad);
3. Recepción de visitantes en zonas con sistemas de seguridad;
4. Recogida y custodia de los efectos de los visitantes, incluyendo el control de los efectos personales;
5. Expulsión de personas por incumplimiento de las normas del hospital;
6. Intervención en caso de vandalismo;
7. Comprobación del estado y funcionamiento de las instalaciones de seguridad;
8. Vigilancia y control de medios técnicos.
Hernán Papaterrahpapaterra@yahoo.com