Los únicos que habían podido acercarse a ella eran siete enanos (…) que se convirtieron en sus secuaces y protectores. Todos vestían de verde y de vivir en condiciones muy precarias, pasaron a controlar los impuestos y negocios del reino
No es el cuento que ustedes conocen, esta es una versión muy distinta, pero que amenaza con desplazar a la versión original. Aunque no nació con la revolución, Blancanieves creció y se hizo mujer con ella. Su prosperidad chocaba con la ruina y decadencia de su reino. A los alrededores de su castillo cada vez más crecían cinturones de miseria, con habitantes que no eran tratados como súbditos, sino como esclavos.
En el reino todos relacionaban a Blancanieves con la prosperidad, buscando como sea la manera de acercarse a ella para cambiar de estatus social y poder ser parte de la realeza. Pero su belleza no era tal, era una ilusión de bienestar que envolvía a todos y los llevaba a hacer lo que sea para tocarla. Sembraba en la gente la codicia y la maldad, conduciendo a la peor de las competencias para alcanzarla.
La vanidad era otra de sus características, tenía cuadros de ella en todas partes y espejos que repetían que ella era la “más bonita”. En el palacio todos los espejos podían hablar, pero ninguno se atrevía a contradecirla, ella se había encargado de romper todos aquellos que la enfrentaron mostrando su verdadera imagen y de comprar los últimos que quedaban en toda la villa.
Aunque príncipes de todas partes llegaban endiosados detrás de su supuesta belleza, los únicos que habían podido acercarse a ella eran siete enanos de un bosque cercano que se convirtieron en sus secuaces y protectores. Todos vestían de verde y de vivir en condiciones muy precarias, pasaron a controlar los impuestos y negocios del reino. Decían que era el poder detrás del poder, pero nadie había podido demostrarlo. Su fama de ladrones era conocida a kilómetros de distancia.
A pesar que muchos vivían encantados por blancanieves, también eran controlados por un enorme ejército que se encargaba de apaciguar cualquier posibilidad de revuelta en el reino. Pues no todos eran hechizados por la avaricia y hay quienes no creían lo que repetían los espejos las 24 horas del día.
Vestida siempre de rojo y con un color de piel blanco como la propia nieve, esta mujer se encargó de corromper al que incluso parecía más honorable. Hubo quien siempre supo que ella conduciría a la ruina del reino y así fue. Aquella fachada de prosperidad se derrumbó, una vez que ella salió de los límites de su castillo. Acostumbrada siempre a que le mintieran, se dio cuenta que solo con el reflejo del agua que su belleza no era tal y que todo era un engaño. Con ella cayeron todos los que se enriquecieron súbitamente y el pueblo destruyó aquel culto a la arrogancia y la vanidad. Empezando así a forjar un futuro donde la base del bienestar era el trabajo.
Brian Fincheltub
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