Estados Unidos es un líder mundial en declive. Un superpoder económico, político y militar sin un claro diseño geopolítico estratégico, se está convirtiendo en la principal fuente de inestabilidad mundial. Hoy sus políticas son semejantes a los movimientos de un furioso elefante Indio en una cristalería de Murano
La política hacia Venezuela también es parte del debate sobre la política exterior de la administración Obama. Después de la desaparición física del presidente Chávez, se intensificó la “cruzada” contra el Gobierno bolivariano, diseñada, organizada y conducida por las principales instituciones, agencias y lobbys que fraguan la agenda internacional. Las acciones sistemáticas ponen de manifiesto la relevancia geopolítica que los EU otorgan a la nación bolivariana, mientras se dirimen las diferencias estratégicas con Rusia y China, y se enfrentan agudos conflictos en Ucrania y el Medio Oriente.
Venezuela es una prioridad de la diplomacia norteamericana por sus recursos naturales, su geopolítica petrolera, las proyecciones bolivarianas, socialistas y antihegemónicas. El liderazgo bolivariano se convirtió en un pilar de la “masa crítica” de la nueva latinoamericanidad. Hoy los estrategas constatan su papel en el equilibrio político emergente y el desafío que supone para recomponer el “destino manifiesto” de los Estados Unidos.
Una alianza conservadora de halcones republicanos y demócratas fustiga la debilidad de la Administración Obama y exige recurrir al vetusto hegemonismo intervencionista para derrotar al gobierno bolivariano, un menú de acciones militares, sanciones económicas y políticas, boicots y amenazas, aislamiento y condenas en organismo multilaterales, entre otros. Algunos de sus representantes más visibles son el senador John McCain y los congresistas cubanoamericanos Robert Menéndez, Marcos Rubio e Ileana Ros-Lehtinen. No es despreciable el rol de las organizaciones de exiliados venezolanos y de la derecha iberoamericana.
La ofensiva opositora llamada “la Salida” permitió que fluyeran con toda nitidez las diversas posturas políticas. En una entrevista realizada por la cadena NBC (que después no fue confirmada, ni desmentida) el senador neoconservador John McCain urgió al presidente Obama a organizar una fuerza militar “para entrar y otorgar la paz en Venezuela y sobre todo garantizar y proteger el flujo petrolero hacia EEUU, cuidando esos recursos estratégicos y velando por nuestros intereses globales”. Agregó que, una vez realizada la intervención militar, “Venezuela contaría con líderes demócratas plenamente habilitados y, con el visto bueno de EEUU, dispuestos a tomar las riendas en el país”. Posteriormente, en la audiencia para sancionar al gobierno venezolano, McCain advirtió a la subsecretaria de Estado Roberta Jacobson: “Si ustedes no actúan [más decididamente] nos forzarán a actuar”.
En abril, el senador republicano Marco Rubio instó a la Administración Obama a dejar de dar “señales contradictorias” sobre Venezuela e imponer sanciones al Gobierno bolivariano y acusó al presidente de adoptar una política “tibia” e “inconsistente” en torno a las “violaciones de los derechos humanos”. Una postura similar asumió el 18 de abril la congresista Ileana Ros-Lehtinen, quien declaró que “la mejor ruta es que el presidente; usando los poderes que ya tiene, imponga estas restricciones. Él ya lo ha hecho con Sudan del Sur, con Irán y con Siria y con otros países y no entendemos por qué el caso de Venezuela no merece ese trato”. También propuso reducir el 10% de las importaciones petroleras de PDVSA.
Estados Unidos es un líder mundial en declive. Un superpoder económico, político y militar sin un claro diseño geopolítico estratégico, se está convirtiendo en la principal fuente de inestabilidad mundial. Hoy sus políticas son semejantes a los movimientos de un furioso elefante Indio en una cristalería de Murano. Todavía disponen de una capacidad operativa desproporcionada para realizar acciones tácticas ofensivas en el este de Europa, Medio Oriente, Asia y América Latina, sus “iniciativas” derrocan gobiernos en Irak, Libia y Ucrania, generando conflictos, caos y anarquía, que frecuentemente no logran consolidar poderes sostenibles y se convierten en bumerangs contra sus propios intereses estratégicos.
Todo indica que en lo sucesivo las presiones neoconservadores sobre las Administraciones norteamericanas crecerán de forma directamente proporcional al debilitamiento de su liderazgo mundial. Aumentará la labor de zapa, las acciones desestabilizadoras y las agresiones, intentarán explotar más las debilidades y las divisiones.
La política patriótica y revolucionaria latinoamericana y caribeña en los próximos años tendrá que lidiar con escenarios geopolíticos muy complejos, derivados del declive de una superpotencia con poderes todavía muy superiores a los de nuestras naciones. Sólo la acción conjunta y la correcta combinación de tácticas y estrategias, ajenas a todo tipo de dogmatismo y sectarismo, permitirán exorcizar los demonios de un Imperio vecino, acorralado y con gran vocación de poder.