Los venezolanos vivimos en la eterna zozobra. Enfermarnos nos está vedado, y muchos, los menos afortunados, desesperan ante la muerte que se les viene encima sin tener posibilidades de evitarla solo porque al gobierno le parece que es más importante controlar las divisas que proteger la salud y la vida de la ciudadanía
Si algo pone en evidencia el nivel de la crisis que padecemos en Venezuela es precisamente nuestro sistema de salud. Las noticias que no paran de llegar de hospitales y clínicas de todo el país ya son, sencillamente, aterradoras. Desde pacientes a los que se les debe someter a amputaciones por falta de los insumos necesarios para salvarles sus miembros, hasta asesinatos en quirófanos a los que los “bienandros” van a rematar a sus rivales, de todo pasa en la Venezuela “revolucionaria”.
Los más humildes sin posibilidad de una atención médica de calidad
El primer problema es de infraestructura. No contamos con los hospitales suficientes para atender las demandas de la población, y los pocos que mal que bien funcionan, están en condiciones verdaderamente precarias. Basta darse una vuelta por el Pérez Carreño, por el Universitario o por el Pérez de León para darnos cuenta de que la política, de Chávez primero, y ahora de Maduro, de poner continuamente nuestra plata en donde no se necesita (en juguetitos bélicos para guerras ilusorias, por ejemplo) y la continua regaladera de dinero a otras naciones, lo que ha terminado de hacer es dejar a los venezolanos, especialmente a los más humildes, sin posibilidades de atención médica de calidad.
Y no me opongan la Misión “Barrio Adentro” u otros paliativos populistas como excusa. Pese a su eficacia, sobre todo simbólica, inicial, los pocos módulos de dicha misión que aún operan, están en las mismas condiciones y sometidos a las mismas limitaciones que los demás centros de salud a nivel nacional, con el agravante de que en la mayoría de los casos son atendidos por “médicos comunitarios” cubanos que más parecen “cirujanos barberos” a la usanza de la Edad Media, que profesionales capacitados.
Sin insumos… y sin esperanza de tenerlos
El segundo problema es la falta de insumos médicos. De nada nos vale contar, medianamente, con un seguro decente que cubra nuestros tratamientos, o con la capacidad económica para atendernos en clínicas privadas. La crisis también ha llegado a ellas, y según las últimas informaciones, más de 350.000 venezolanos están esperando que les lleguen los insumos médicos necesarios para intervenirse en éstas, mientras que algunas tienen ya tiempo sin poder hacer siquiera pruebas hematológicas por la falta de los reactivos necesarios. No hay gasas, guantes quirúrgicos estériles, suturas, ni pañales desechables para adultos, no hay lo necesario para las quimioterapias ni lo que requiere para mantener operativos los equipos médicos. No hay insumos para atender emergencias ni mucho menos para atender las intervenciones programadas, y eso vale tanto para los hospitales como para las clínicas.
Sigue el gobierno jugando con nuestro dinero y con las divisas, mientras las empresas que se ocupan de abastecernos de medicinas e insumos médicos le deben un dineral a los proveedores extranjeros. Las estimaciones más optimistas, revelan que lo que ha otorgado el SICAD a las empresas nacionales que se ocupan de importar insumos médicos y medicinas, no supera el 22% de la deuda total que se mantiene con los proveedores extranjeros, lo cual, naturalmente, ha conducido a que se nos cierren las líneas de crédito y se suspendan los suministros a Venezuela. Si no se paga, pues no hay manera de que nos manden lo que necesitamos, pero para el gobierno sigue siendo más importante controlarlo todo que atender nuestras verdaderas necesidades.
El poder denigra a nuestros médicos
Otro aspecto a considerar tiene que ver con el franco desprecio que muestra el poder hacia nuestros médicos profesionales, a los que demerita y denigra continuamente a favor de galenos extranjeros, de dudosas capacidades, llegando hasta el nivel de quererles poner a todos el mote de “médicos integrales comunitarios”, sin importar dónde se hayan graduado ni qué credenciales tengan. Venezuela siempre ha tenido médicos reconocidos en el mundo entero por su capacidad y profesionalismo, y de nuestras aulas han salido galenos que nos han henchido siempre el pecho de orgullo. Esto, al poder, pareciera no importarle.
“Prohibido” enfermarse
Mientras tanto los venezolanos vivimos en la eterna zozobra. Enfermarnos nos está vedado, y muchos, los menos afortunados, desesperan ante la muerte que se les viene encima sin tener posibilidades de evitarla solo porque al gobierno le parece que es más importante controlar las divisas que proteger la salud y la vida de la ciudadanía. Mucho hablar de “humanismo” y de “salvar al planeta”, pero poco hacer algo efectivo por los enfermos de nuestra nación o por la salvación de quien aquí sí lo necesita.
En definitiva el problema es de fondo. Se trata de una visión de país que ya va a cumplir dieciséis años enquistada en el poder que tiene todas las prioridades torcidas, una que prefiere gastar nuestro dinero comprando la lealtad de otros países que abriendo más escuelas, universidades y hospitales en nuestra nación. Una que en lugar de aceptar la realidad de los problemas, los evade, buscando siempre la manera de responsabilizar a los demás de las propias culpas.
Hay que declarar la emergencia nacional
No hay ideología, ni mucho menos “pasticho ideológico” (que es lo que tenemos acá en nuestros gobernantes) que valga lo que vale uno solo de los que hoy por hoy están muriendo, sencillamente porque a unos pocos se les ocurrió que en vez de convertirnos en un país del primer mundo, con las inmensas riquezas que hemos recibido en todos estos años, lo importante era apuntalarse en el poder, porque sí y por las malas.
La solución está allí, a la mano, levantar los controles fiscales y cambiarios sobre las importaciones de insumos médicos y medicinas, pagarle a los proveedores extranjeros, de inmediato, declarar la emergencia nacional y tomar en serio el problema de nuestro sistema de salud sin sesgos ni peroratas. Todo lo demás es cuento.
CONTRAVOZ
Gonzalo Himiob Santomé
Twitter: @HimiobSantome