Las páginas de los diarios y las revistas impresas y digitales se convirtieron en la arena de una intensa disputa que involucra visiones encontradas, disquisiciones y manipulaciones políticas, preocupaciones genuinas y suspicacias infundadas, entreguismo y patriotismo, sectarismos y dogmatismos variopintos
En las últimas semanas, las relaciones entre Venezuela y China han ocupado un lugar privilegiado en el cruce de ideas de nuestra sociedad. La reciente reunión de los Brics en Brasil, el encuentro de China con la Celac y el Mercosur, la visita del presidente Xi Jinping a Venezuela y la firma de la alianza estratégica entre ambos países relanzó el debate sobre las relaciones sino-venezolanas con una intensidad sin precedentes. Desde entonces, las páginas de los diarios y las revistas impresas y digitales se convirtieron en la arena de una intensa disputa que involucra visiones encontradas, disquisiciones y manipulaciones políticas, preocupaciones genuinas y suspicacias infundadas, entreguismo y patriotismo, sectarismos y dogmatismos variopintos. No faltan quienes asoman su espíritu xenofóbico.
Visiones en el chavismo
Algunos sectores del chavismo publicaron varios artículos en espacios de izquierda con títulos tan reveladores como: “Venezuela, China, América Latina y la Celac”; “El auge de los Brics, China y Venezuela”; “¿Qué pasó con China?”; “Agenda China: crudo venezolano”; “¿Los chinos son o no son?”; “República Popular China y el Capitalismo del siglo XXI: Venezuela, ¿hacia dónde vamos?; “Así será el perverso imperio chino”, entre otros.
En estos materiales se dirimen a) razones éticas y b) criterios geopolíticos sobre la alianza concertada con China. La mayoría suscribe la política del Gobierno bolivariano, saluda el encuentro entre los Brics y América Latina y apoya los acuerdos y la alianza estratégica sino-venezolana.
Un sector del chavismo estima que China ya no es socialista, sino capitalista, “busca lucro, explotar, aprovechar y vampirizar nuestra economía” y advierte que hacer “revolución no es cambiar el capitalismo gringo por el capitalismo chino”. En su criterio, son necesarios los acuerdos, no las alianzas, siempre “guardando nuestra independencia”, definiendo “bien nuestro modelo y lo que nos interesa”, sin asimilar “sus excedentes en dinero, las mercancías superfluas y su tecnología obsoleta”, exigiendo acceder a “las ciencias e investigaciones que las originan”. Los chinos pueden ayudar, pero “entrando en nuestro esquema socialista, no colocándonos como vagón en el tren de su capitalismo”.
Otro analista señala que en Venezuela, a diferencia de Brasil y Argentina, los asiáticos sólo entregan préstamos en dinero, “garantizándose su pago en petróleo, energía de incalculable valor para China”. Desde esta perspectiva, no se aprecia “interés en invertir y desarrollar empresas que ayuden a dinamizar la economía (…). Pareciera que solo les importa que el país se endeude e hipoteque su riqueza petrolera a futuro”.
Críticas opositoras
Para la oposición, “Venezuela ahora es de China”, que restauró el capitalismo decimonónico; “está en el puño del imperialismo chino-cubano”. Algunos consideran que el Gobierno nacional desarrolla una política “entreguista a China”, con más visos de “sumisión que de relación justa y equitativa para ambos”. La idea fundamental es que la “alianza” convirtió a China en el “principal acreedor de Venezuela”, y a las nuevas generaciones de venezolanos, “en socios dependientes de la potencia asiática”. Los acuerdos tomados “hipotecan el futuro de Venezuela”. “China gana, Venezuela pierde”. Se paga “con petróleo a cambio de préstamos onerosos y baratijas de quincalla de toda índole en un intercambio totalmente desigual”. Después de la publicación del informe sobre Venezuela de la agencia calificadora china Dagong Global Credit, algunos segmentos de la oposición señalan que “los chinos pierden la confianza en nuestro país”.
Tema estratégico para
los intereses del país
En el análisis de las relaciones sino-venezolanas de los diversos actores políticos se encuentran reflexiones interesantes que, sin lugar a dudas, deben ser valoradas por las instituciones que elaboran y ejecutan las políticas hacia China. Otros criterios, sin embargo, acusan un carácter sectario, dogmático, partidista y de grupos que, de forma inconsciente o deliberada, crean confusión y socavan la posibilidad de construir consenso sobre un tema estratégico para los intereses del país.
¡Venezuela nunca sería un jarrón chino!
El problema trasciende con creces las aspiraciones y las ambiciones mezquinas de grupos y partidos, involucra todas las fuerzas vivas de la nación y constituye un auténtico desafío para sus intereses estratégicos. A nuestro juicio, la premisa fundamental para un enfoque equilibrado de este problema supone, primero, tomar en consideración en toda su magnitud el papel de China en la geopolítica internacional y, segundo, los intereses estratégicos de Venezuela en el nuevo equilibrio del mundo.
CRUCE DE IDEAS
Alejandro Pérez Frías