En barrios y urbanizaciones hemos sido abordados por numerosos compatriotas: “Aja, Chuo, que tal, cómo estás, mira, en tu opinión… ¿Cómo está la vaina? ¿Cómo ves tú la cosa? ¿Hay posibilidades, ahora sí, de salir de este desastre? ¡Porque esto ya no se aguanta?”
¿CÓMO ESTÁ “LA COSA”?
“La cosa” (en buen venezolano, la situación del país) es al mismo tiempo grave y esperanzadora.
La escasez, carestía y desabastecimiento; la precarización del empleo y reducción del poder de compra del salario; el mercado negro, contrabando de extracción y la informalización perversa de las redes de suministro no son “errores”, “anomalías” o “desequilibrios” del modelo económico, sino su resultado esperado. Para imponer en Venezuela un sistema comunista era necesario empobrecer la sociedad, quebrantar su capacidad de producir riqueza y empleo de calidad, alentar a la clase media a irse del país y mantener aterrorizados, mediante la criminalidad atroz del malandraje, impune al resto de los ciudadanos. En eso tienen ya 14 años. Crisis económica e inseguridad no son, pues, “lunares” del modelo de dominación llamado “socialismo del siglo XXI”.
En realidad son sus joyas más preciadas, los mecanismos sin los cuales le sería imposible ejercer y perpetuar su hegemonía.
Pero hasta para destruir hay que tener, además de audacia, talento… Y el actual desgobierno es audaz, sólo audaz. En efecto, este proceso de destrucción nacional llegó al poder por la vía electoral, y sólo manteniéndose en esa vía puede reivindicar alguna legitimidad. Para eso era necesario convertir a un importante sector del pueblo en cómplice de su propio deterioro, en aplaudidor de su propio empobrecimiento, en hincha de su propia destrucción. Para lograr eso hay que tener (como Boves, como Chávez) audacia y carisma… Y el actual desgobierno es audaz, sólo audaz. Para eso tendrían que no robarse las migajas del pastel petrolero que en tiempos de Chávez eran destinadas a pagar las importaciones que mantuvieran la ficción de prosperidad, a pesar de la destrucción del aparato productivo. Para eso es necesario pulso y audacia… Y el actual desgobierno, nuevamente, es audaz, sólo audaz. Dueños entonces de la audacia para intentar suceder a Chávez, verdadero responsable de la destrucción del aparato productivo, pero sin tener ninguna de las otras características imprescindibles para mantener a flote un modelo que es de suyo inviable, el actual es un régimen carismático sin carisma, una revolución sin revolucionarios, un arroz con pollo sin pollo. ¡Un gobierno que se dice “popular”… con el pueblo en contra!
¿Y ENTONCES, QUÉ HACEMOS?
Esta es la segunda pregunta. Y la respuesta es clara: Para frenar el proceso de destrucción económica, social y moral del país, hay que producir un cambio político de fondo. No solo un cambio de presidente o de gobierno. El país requiere un cambio de modelo político y económico.
No hay que confundir el necesario reencuentro con el hoy decepcionado pueblo chavista, con ninguna fórmula de “coexistencia” con la cúpula corrupta que desde el poder agrede por igual a chavistas, opositores e independientes. Al contrario, hay que procurar que ese cambio se construya en el menor tiempo posible, porque mientras más se tarde mayores serán los costos de toda naturaleza que tendrá que pagar nuestro pueblo, incluyendo por supuesto los elevados costos que en sangre paga nuestro pueblo a manos del hampa impune.
¿Y CÓMO SE HACE ESO,
QUÉ HAY QUE HACER?
Construyendo una amplia mayoría nacional que sea capaz no sólo de lograr el cambio, sino además de garantizar la estabilidad y gobernabilidad del proceso de construcción de nuevas realidades.
Para eso en primer lugar los partidarios del cambio debemos estar UNIDOS, porque nadie dividido, empeñado en restar, logra sumar a otros ni multiplicar su esfuerzo. En segundo lugar hay que establecer puentes de empatía, solidaridad, respeto, confianza e incluso afecto con ese pueblo que alguna vez creyó que el chavismo era un proceso de redención social y que hoy protesta en las calles al descubrir que el gobierno encarna un proceso donde los vicios del pasado no solo se han agravado, sino que además pretenden eternizarse. Una vez construida esa nueva y amplia mayoría, hay que tener el calor y el tino para ejercerla DEMOCRÁTICAMENTE en todos y cada uno de los escenarios que se planteen: En el escenario electoral, obviamente, pero también en la lucha social, en la lucha reivindicativa, en la defensa sistemática de los derechos del pueblo y del ciudadano.
¿Y CÓMO EVITAMOS REPETIR
LOS ERRORES COMETIDOS?
¡Pues asumiendo que se cometieron! ¡Nadie puede resolver el problema que no asume que tiene, nadie puede corregir el error que no admite! La reciente Encuesta Delphos, del Dr. Félix Seijas hijo, revela que 70% de los habitantes de los sectores populares ni siquiera se enteraron de que entre febrero y junio ocurrió en nuestro país algo llamado “La Salida”; el más reciente sondeo de Datanálisis revela que apenas 3,3% de los consultados estima que la solución a la crisis está en la convocatoria de una Constituyente. Parece evidente, entonces, que quienes han sostenido esas posiciones debieran al menos realizar una reflexión al respecto. Pero también quienes ahora reivindican la importancia de incluir a los sectores populares y al chavismo descontento en la construcción del cambio deben comprender que el discurso no basta, como no basta ir a los barrios a repartir volantes o reeditar extemporáneas giras de indudable sabor electoral, sino que hay que hacer política DESDE Y PARA LO POPULAR, promoviendo la educación, organización y MOVILIZACIÓN de la ciudadanía en función de temas que, como la libreta de racionamiento electrónica, la escasez de medicinas e insumos médicos, la inseguridad desbordada o la amenaza de aumento del precio de la gasolina, no pueden ser despachados por el liderazgo democrático con un “cacerolazo”, un “tuit”, una “declaración” o una “rueda de prensa”, sino que deben ser ejes de la protesta popular masiva, pacífica, democrática y contundente.
El camino, pues, está claro. Ahora hay que recorrerlo ¿Que las elecciones parlamentarias son importantes? ¡Claro que sí! No olvidemos, por cierto, que gracias a la absurda abstención en las parlamentarias del 2005 el Gobierno pudo, en una Asamblea Nacional monocolor, dotarse del CNE y del TSJ que hoy sufrimos, entre otras calamidades. Pero para obtener en las venideras elecciones parlamentarias del 2015 la muy amplia victoria que es imprescindible, es necesario luchar hoy, sin miedo, con fuerza, al lado del pueblo, con la gente y por la gente. Nadie contará en 2015 el voto que no haya sudado hoy.
Como decía mi amigo y maestro Oscar Yánez, “así son las cosas”. Y como yo digo siempre: ¡Palante!
Radar de los Barrios
Jesús Chuo Torrealba
Twitter: @chuotorrealba