Nadie en su sano juicio, a menos que sea del gobierno “humanista” actual, puede estar de acuerdo en limitar las compras cotidianas que realizan 28 millones de venezolanos, porque unos pocos delincuentes se dedican al llamado contrabando de extracción. Es absurdo también que quien controla las fronteras con la Guardia Nacional y otros cuerpos de seguridad, pretenda evitar el contrabando con medidas aplicadas en sitios distintos y muy lejanos de donde se comete el delito del contrabando. Como ha sido incapaz de evitar la salida de mercancías hacia Colombia, decide entonces castigar a quienes compran en bodegas y supermercados y limitarles las cantidades de sus compras, es decir racionarles sus compras de alimentos.
Este es un Gobierno inepto, que oculta su ineptitud y se cree su engañosa propaganda de ser el mejor gobierno del mundo. Como no ha podido con los buhoneros, que revenden a precios exorbitantes los productos escasos, luego de supuestamente adquirirlos en los supermercados, decide instrumentar un mecanismo que le impedirá al pueblo llano comprar las cantidades de productos que a bien tenga. Como la causa del contrabando no está en las compras de la gente normal, el mismo no va a desaparecer sino que va a continuar, pero el Gobierno habrá impuesto lo que quería: un racionamiento electrónico de la compra de bienes similar a las tarjetas de racionamiento de los países del “socialismo real”, entre ellos Cuba.
Como no se produce en el país lo que se requiere, porque el chavecismo acabó con el ya deficiente aparato productivo venezolano; como tampoco tiene dólares para importar todo lo que se necesita, porque mal administró y se robó los millonarios recursos recibidos; decide entonces por la fuerza reducir el consumo de una serie de bienes, principalmente alimentos, por parte de los venezolanos, quienes pasan a ser ciudadanos de segunda en América Latina, por detrás de todos los países del continente donde, afortunadamente para ellos, no ha llegado el avance civilizatorio que significa el socialismo del siglo XXI, donde la tecnología en lugar de liberar al pueblo se la utiliza para su opresión.
Ahora el control de la población no es sólo a través del empleo público y las misiones, sino también a través de la comida y de la información que les dará el sistema biométrico. Nos marcan como al ganado, pero en forma electrónica. El contrabando seguirá con las capta huellas pues tiene causas propias que lo impulsan; tampoco se acabará la escasez de medicamentos, material quirúrgico, suturas, soluciones hidratantes y de diálisis, prótesis, guantes, gasa, algodón, inyectadoras, sondas, catéteres, vacunas, repuestos, etc., pues no se compran en automercados ni son vendidos por buhoneros. No reaparecerán los pasajes, los lubricantes, los vehículos y autopartes, hoy desaparecidos en un país de carreteras y autopistas. Seguro ya hay alguien con el negocio de la venta e instalación de las capta huellas y aparecerá una mafia que alquilará los dedos de quienes usualmente no compran.
Luis Fuenmayor Toro