Sorprende que, en plena era de internet, smartphones y las redes sociales, algunas manifestaciones permitan interpretar que cierto sector de la población cree en el expresidente Chávez como un redentor
No era una noticia de Corea del Norte, y tampoco escenas de un grupo de integristas islámicos invocando a Alá, sino que eran venezolanos, formados bajo la concepción judeo – cristiano occidental, rezando un padre nuestro invocando al expresidente Hugo Chávez Frías.
¿A qué se debe este tipo de comportamiento en un acto político formal?, la verdad es que es fácil comprender este tipo de iniciativa, como una táctica comunicacional de apelar al amor y a las emociones hacia el líder, pero lo que es complejo de entender es la reacción de ese grupo de seres humanos, que se entregaban a la oración, como si de Jesucristo se tratara, a lo que se pueden sumar los santos con la figura de Chávez, que ya en plena enfermedad, se comenzaban a vender en las tiendas de esoterismo y magia blanca y negra del interior del país, para adornar los “altares”, acompañando a José Gregorio Hernández y al Cacique Guaicaipuro, entre otros.
Lo cierto es que sorprende, que en plena era de internet, smartphones y las redes sociales estas manifestaciones tengan espacio en un mundo global, lo que se puede interpretar que cierto sector de la población cree en el ex Presidente Chávez como un redentor, tal como lo es el Mesías para las iglesias cristianas, Buda para los orientales o Ala para los musulmanes, y quizás son los mismos que Tarek Al Aisami, cuando apuntaba que los más fieles a la revolución eran los más pobres, a quienes temas como control de cambio, evolución de los precios del petróleo, bonos de la deuda pública, les son indiferentes, aun cuando en hechos como la inseguridad son muy afectados, al vivir en los mismos barrios donde habitan gran porcentaje de azotes, quienes imponen su ley en las zonas donde el “ pueblo” vive.
¿Son todos los chavistas así?, desde luego que no, y muchos, especialmente quienes integran su clase media no están conformes con lo que pasa, ya que son más informados, y no ven con buenos ojos, por ejemplo la desaparición de 25 mil millones de dólares, o que en los puestos ministeriales se repitan los mismos dirigentes políticos, donde al parecer la única forma de avanzar en la carrera burocrática es la adulación a los máximos funcionarios gubernamentales, a miembros de la alta dirección del partido o estar relacionado con la corriente militar que ha aumentado su poder dentro del gobierno.
El culto al líder es un tema interesante para antropólogos y sociólogos, y más lo es cuando se convierte un ser humano en santo, que en términos de propaganda política puede servir de gran abono como estrategia y táctica comunicacional, porque este fanatismo involucra la emoción, sentimientos que bien lo estudio en la década del 50, Thomas Adorno, desarrollando esta idea en sus estudios sobre el psicoanálisis aplicado a la propaganda política, donde apelando a los instintos primarios de conservación se puede motivar al “ pueblo” a seguir determinadas ideas políticas, lo que ha sido comprobado en posteriores estudios sobre el cerebro humano.
El único problema de la santificación del líder, está en que los máximos dirigentes que defienden “la fe”, no viven una vida de humildad y sencillez, no son como los apóstoles, sino que en el mundo 2.0 muestran su vida de lujos, con ropas caras, y aviones privados, lo que puede desembocar, sumado al efecto de las decisiones económicas, en la acumulación de resentimientos cuyo desenlace es imprevisible…
Eduardo Riveros