Nadie pensó en una final del XVII Mundial de Baloncesto sin España. Por eso, la victoria de Francia 65-52 significó una sorpresa mayúscula, al quedar fuera de las medallas incluso, un equipo estelar que todos daban como favorito, y hasta con buena opción de plantar cara a la maquinaria estadounidense.
Francia no lo quiso así. Con el desarrollo impecable de un planteamiento que buscaba evitar la velocidad hispana, incomodar a sus tiradores, complicar a sus internos y, al mismo tiempo, cuidar cada posesión para asegurar al máximo cada oportunidad, ganó de manera inobjetable. No con la diferencia de 13 puntos, porque fue un choque parejo “de campana a campana”, aunque si refleja, con un cierre amplio, lo que fue superioridad a lo largo de casi los 40 minutos.
El inicio 8-0 ya preocupaba, pues se veía cómo llegaban los galos, que dominaron 35-28 la primera mitad. Supieron contener la reacción hispana luego de ir a vestuarios, y en el complemento acentuaron las cifras que ya reflejaban cómo iban las cosas, a pesar de que los locales lograron un instante estar arriba en el marcador, 40-39 en el tercer cuarto. Al final, 50 rebotes (16 ofensivos) por 28 (8) y 14 asistencias por 9 son índice claro de quién mandaba en la cancha. Especialmente en la zona pintada, donde España suponía buena parte de su fuerza.
Boris Diaw no solo lideró la puntuación con 20, sino que fue eje del quinteto francés, que tuvo “fieras” peleando los rebotes (Gobert bajó 13) para una victoria que le catapulta a la semifinal.
Armando Naranjo
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