El ideal es ascua sagrada capaz de templarte para las grandes acciones. José Ingenieros
André Maurois escribió y maravilló con su pluma al desbordar con talento pero especialmente mostrar la naturaleza del ser humano. De él nos vienen al espíritu frecuentemente obras variadas que el erudito ofreció y pudiéramos citar diversas pero hoy recordaremos apenas esa que en nuestra lengua titula, “Un arte de vivir.”
¿Cómo vivir? Pensar, amar, trabajar, mandar, envejecer son capítulos de ese ejercicio reflexivo en el que quién fuera miembro de la academia francesa manifiesta un criterio que presenta un escenario y los moldea en su parecer para hacerlo posible. Una suerte de state of the art aparece entonces trayendo desde las ciencias y la historia episodios y vivencias paradigmáticas. En esa otra faena intitulada “Diálogos sobre el mando, “completa un intercambio entre un filósofo y un militar para ensayar una respuesta a una pregunta que en términos sencillos indaga sobre el secreto de la victoria. Su etiología, su dinámica, las incidencias y sus razones.
Hugo Chávez fue un hombre inteligente aunque profundamente ignorante. Hábil y astuto para el intercambio y la comunicación se descubrió a sí mismo y a su entorno en el curso de una vida plagada de circunstancias disímiles. Dotado de una gran simpatía encantaba por su fraterno carácter y un carisma notable cuyo hallazgo supuso para él inclusive una agradable sorpresa. Hugo fue abriéndose en la vida con una intensidad mayúscula y con una intuición que le permitía creer que con sus deseos obraba un corrector favorable; el destino.
Maurois se interroga dijimos sobre el genio o el azar para despejar la incógnita de la victoria en la batalla. Maquiavelo de su lado, jaquea a la virtud con la fortuna y en el horizonte nuevamente el sino. Hugo surfeaba sobre las olas de una cotidianidad iterante. Insistía, repetía, sentía que de una forma u otra el obtendría lo que quería siendo que antes se produjo y luego se realizará. Una enorme vanidad se escondía tras ese trato igualitario. El presentía que los caminos no siempre son rectos pero para él llevarían donde quisiera más tarde o más temprano. Él era un elegido.
Los escogidos no son siempre los que creemos mejores pero si son los que llegan. La historia está llena de ejemplos que lo confirman. Otras veces; el genio se confunde con el azar o éste, deslumbrado también le sirve. Alejandro transitó exuberante entre los astros de sus aciertos y una secuencia estelar de fatalidades favorables pero, todo tiene su final como nos enseñó Lavoe….nada dura para siempre. El inasible acaso reparte sus naipes entre algunos dilectos que me temo dispensan a placer su suerte. Algunos discretos hacen de la discreción su capital y los hay que dilapidan frenéticamente sus ventajas. Balaguer encarna al modesto y Hugo al segundo.
Empero; no basta coronar empresas personales para tallarse en el mármol de la historia. Somos ante ella responsables de nuestras ejecutorias. Algunos como Fidel creen petulantes que la absolución viene de allí. Otros endiosados se ubican en otra dimensión y preparan ex ante su trascendencia dejando el final para los comunes, las moscas y otros pendejos de la tierra. Entretanto un juicio nos persigue inexorable; la bendición o la maldición es la sentencia.
Nelson Chitty La Roche
@nchittylaroche
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