El que siembra vientos recoge tempestades. Del refranero popular.
Maldecir es un deseo malicioso. Suele acompañarse de una intensidad espiritual extraordinaria. Expresa una reacción ante una o varias personas o cosas cuya entidad se hace insoportable. Es un instante de odio o rencor.-
Imprecaciones brotaban en el discurso diario de Hugo. En su locuaz personalidad había capítulos cotidianos hacia él o sus adversarios. De él aprendieron Maduro, Jaua y Diosdado por citar solamente a los más destacados herederos pero ese era el lenguaje de Lina Ron y lo es de Iris Valera. Desde el comienzo se recuerda su promesa de freír las cabezas de adecos y copeyanos y a pesar del enorme esfuerzo por tergiversar la historia y convertir la masacre del 11 de abril en una epopeya de la dignidad revolucionaria, la memoria nos precisa que allá en la Baralt funcionó una emboscada premeditada y brutal. Ni aún en sus momentos más difíciles Hugo mostró un ápice de generosidad con los policías que inocentes él trastocó de héroes en villanos. Aún recuerdo a Danilo Anderson mostrándome en su oficina las grabaciones que evidenciaban la responsabilidad en las muertes de algunos que cayeron tiroteados desde Puente Llaguno o desde sus adyacencias. Luego Hugo decidió que él podía por su solo capricho sustituir la verdad y fabricar una versión que lo reivindicara. Los lisonjeros y adulantes andan por ahí todavía hoy haciendo una película para contribuir a la mentira. Allí enhebró la maldición de Hugo.
Un estilo, una manera de ser, una presentación de los hechos por él y por los voceros dispuestos para ello lograba en cada situación cambiar las cosas, como si se tratara de una adaptación criolla del drama Orwelliano de 1984. Así escuchamos una y otra vez acusar a la sociedad civil que ingenua manifestaba en las calles y era regular y sistemáticamente agredida por francotiradores y esbirros pagados del régimen como si ella fuera la agresora. Lástima que los venezolanos que gritaban en aquel momento Prohibido Olvidar hayan tan rápidamente olvidado las acciones rapaces de los epígonos de Hugo.
Pero la maldición de Hugo que siempre prefirió a Cuba que a Venezuela, que no le importó desviar a cambio de aplausos y lisonjas miles de millones de dólares para la isla caribeña tiene a mi juicio un momento liminar que es propio del ya tristemente célebre liderazgo latinoamericano; me refiero, a la compulsiva y obsesiva tendencia a refundar la patria. Se trata de una estolidez que aunada a la demagogia caracterizó toda nuestra geografía hispanoamericana y también lusitanoamericana. Apunto ahora al populismo, a esa concepción del poder y de las relaciones de poder basadas en la inmediata complacencia con ínfulas de sensible atención a los sectores menos favorecidos. Getulio Vargas, Juan Domingo Perón, el ramillete mexicano del PRI y por supuesto Hugo constituyen una constelación encargada de estrellar la racionalidad del ejercicio del poder a cambio de una devoción signada por la inexorable consecuencia del fracaso y el atraso.
La otra maldición que por cierto, es una consecuencia de las anteriores pero resulta la más perniciosa de todas consiste en hacerle zapa a la institucionalidad. La peor maldición que nos dejó el sultán de sabaneta consiste en degenerar a nombre del interés de la ocasión la calidad normativa que tanto esfuerzo para los pueblos supone legitimar. Continuaremos…
Nelson Chitty La Roche
Twitter: @nchittylaroche