El presidente de la Conferencia Episcopal de Venezuela (CEV), Diego Padrón, expresó hoy su disposición a impulsar un diálogo entre el gobierno y la oposición para superar «la división, la confrontación y la violencia» en el país.
«Si no se sientan a negociar con una agenda sobre los puntos que necesitan un consenso, no vamos a resolver nuestros problemas. La violencia sólo lleva a más violencia», afirmó hoy Padrón en un encuentro con periodistas en Madrid, donde hizo escala procedente del sínodo de dos semanas clausurado el domingo pasado en el Vaticano.
Monseñor Padrón precisó que, aunque quiere fomentar ese diálogo, personalmente no participará ni será intermediario, para «tener total libertad a la hora de opinar» de unos y otros.
Según Padrón, todo el mundo en Venezuela tiene claro que la violencia no es la respuesta, «algo que incluso han reconocido los grupos opositores que encabezaron las protestas más agresivas, aunque no violentas, entre febrero y abril de este año», que se saldaron con decenas de muertos y centenares de heridos.
Preguntado sobre la muerte del diputado Robert Serra o encarcelamiento de Leopoldo López, Padrón admitió que son asuntos que están polarizando a la sociedad venezolana, pero que «es precisamente ese clima de confrontación el que exige urgentemente un diálogo».
«El único camino es la razón y el entendimiento para el bien común, por encima de los intereses de una u otra parte. Porque ese es el fin de la política, el bien común», subrayó el también arzobispo de Cumaná.
Respecto a la relación entre la Iglesia católica y el actual gobierno, Padrón destacó que éste ha bajado el nivel de confrontación que había con Hugo Chávez, lo que permite mantener de vez en cuando contactos con representantes del gobierno que son «una ventana abierta al diálogo».
«Pero eso no cambia la postura de la Iglesia. Nosotros no compartimos el proyecto socialista del Gobierno», precisó.
Padrón también se refirió a la situación económica como el problema más grave que afronta Venezuela, junto con la violencia, ya que la gente sufre grandes dificultades para conseguir productos básicos como alimentos o medicamentos.
«En Venezuela no se produce nada y todo se importa. Pero resulta que hoy no hay ni lo mínimo, ni lo más elemental que el pueblo necesita», señaló.
El arzobispo explicó que él vive en una barrio humilde de Cumaná por lo que conoce de primera mano la situación en la que vive la gente y «el tiempo que tienen que esperar para comprar un simple pollo». «No somos una Iglesia distanciada ni alienada. Acompañamos a nuestro pueblo en su camino de muchas dificultades», aseguró. EFE