La respuesta de la sociedad y la dirigencia política tiene que ser de apoyo contundente, sin guabineo, a todas las acciones que tiendan a corregir el fenómeno de la venta de todo tipo de bienes en las calles y aceras de las principales ciudades del país, dado las múltiples secuelas y caos que esta actividad deriva para la urbanidad
A la última medida del presidente Maduro -de prohibirles a los buhoneros la venta de medicamentos, alimentos y artículos de higiene personal- le salió doliente más allá de los trabajadores de la economía informal. Parecía existir una convención entre tirios y troyanos de la necesidad de erradicar el flagelo de la economía informal.
No obstante, en este país, basta con cambiar de roles y victimizarse para ganar la indulgencia –e incluso la lástima- de una parte de la opinión pública. Pasar de victimario a victima, rinde sus ganancias. Así lo tiene claro la picardía colectiva que todos llevamos dentro.
Al caso venezolano habría que agregarle una guinda: la polarización política. La medida para frenar la venta descarada y especulativa de los buhoneros viene del Gobierno Bolivariano, por lo tanto, algunos sectores de la oposición quieren jugar al Chapulín Colorado, personaje que siempre acude al llamado de los más necesitados cuando estos dicen la frase ¡Oh! Y ahora, ¿Quién podrá defenderme?.
Ciertos medios están tratando con benevolencia este tema, destacando que los buhoneros tienen sus necesidades, que son víctimas y no victimarios, que cobran caro porque tienen que incluir en el precio de los productos que revenden, las largas colas y madrugadera que hacen para comprarlos a precios justos y ofrecerlos al consumidor final hasta diez veces mas caro.
La respuesta de la sociedad y la dirigencia política tiene que ser de apoyo contundente, sin guabineo, a todas las acciones que tiendan a corregir el fenómeno de la venta de todo tipo de bienes en las calles y aceras de las principales ciudades del país, dado las múltiples secuelas y caos que esta actividad deriva para la urbanidad.
No se puede justificar. A título personal cuento con moral suficiente para exhortar a que no se acepte ningún chantaje o presión por parte de los buhoneros. No podemos caer en la trampa de la reubicación, porque el negocio de los buhoneros es vender en la calle, a boca de metro, en los grandes corredores peatonales, que le facilite al potencial comprador toparse con un producto (y hasta servicio) en su camino, circunstancia que presiona la decisión de compra-venta.
Es verdaderamente ingenuo pretender creer se van a ir a un centro comercial a pagar luz, electricidad, condominio, y trabajar legalmente. Ya se han construido grandes estructuras que han demandado cuantiosos recursos pùblicos especialmente para reubicar buhoneros y han resultado un fiasco.
En Caracas, el alcalde Claudio Fermín (1989-1993) construyó varios mercados para los buhoneros y ¿qué pasó?: se llenaron los mercados, pero las aceras que abandonaron viejos la agarraron nuevos buhoneros. Incluso hay casos documentados de buhoneros que decidieron volver a la calle. Creo que aún faltan medidas para erradicar la economía informal de calle. El Gobierno Bolivariano debe continuar a paso prudente, pero progresivo y constante, diseñando y ejecutando acciones para atacar las causas y efectos de el flagelo abordado en este espacio.
Miguel Pérez Abad