El escritor colombiano Gustavo Álvarez Gardeazábal nunca ocultó su homosexualidad y la misma está presente en sus personajes a lo largo y ancho de su obra
Gustavo Álvarez Gardeazábal (Tuluá, 31 de octubre de 1945) es un escritor colombiano que tiene millones de lectores y otros tantos enemigos. Pero todas sus obras desaparecen de las librerías, no por la siniestra conspiración de falsos compradores, sino por una sociedad que quiere leerlo porque algo tiene de diferente. Para algunos estetas es “el nuevo Vargas Vila”, y para otros, mucho más moralistas, es “El anticristo”, adjetivo que se hizo más actual desde que publicó “La misa ha terminado”, donde se mete hasta con el actual papa Francisco y sus antecesores en medio de la rocambolesca saga de una pareja de sacerdotes gays quienes contrataron a unos sicarios para que los mataran y les evitaran así la tortura de morir a consecuencia del Sida que habían contraído, tal como reseñó la prensa
La Internet hizo, pues, el contacto con el ya legendario Álvarez Gardeazábal, cuya vasta obra está referida a los temas de la violencia colombiana, el fetichismo de la religión, la corrupción de los gamonales o caciques y en general al conflicto social. La estructura moderna de la novela y el lenguaje depurado le han ganado amplia aceptación.
“Miedo a que sea presidente”
-¿Cuántas novelas hasta ahora?
-A esta edad (68) no tengo cuenta. No son muchas. Tampoco he contado los gansos, los patos, los perros y los gatos y hasta los novios que he tenido.
-¿Satisfecho de su carrera literaria?
-Estoy metido en la literatura y en la vida nacional desde tan temprana edad y tan intensamente que lo que he hecho o lo que he dejado de hacer, lo que he acertado o en lo que me he equivocado no me permiten valorar. Solo sé que me siento feliz en esta última etapa de mi vida.
-¿Premios o reconocimientos?
-Cuando era joven y afortunadamente se me olvidaron. Lo más reciente fue el Doctorado Honoris Causa que me entregó la Universidad del Valle.
-¿Qué pasó con su carrera política? ¿Abandonó eso? ¿Cómo quedó después del carcelazo que le impusieron sus enemigos políticos o sus rivales?
-Como saqué tantos votos, me cogieron miedo de que pudiera presentarme para presidente y me atajaron con una absurda acusación. Afortunadamente no me mataron, pero me hicieron un gran favor, la Constitución me impide ser candidato o aceptar un puesto público por haber sido condenado así sea por un delito inventado.
“Terminar mi vida feliz”
-La temática de sus novelas es variada: desde plasmar historias ficcionadas de los pájaros (abuelos de los actuales paramilitares) o guerrilleros o narcotraficantes y ahora toca las puertas milenarias de la Iglesia Católica Apostólica Romana. ¿Satisfecho?
-He escrito sobre todas las manifestaciones del poder en Colombia. Como he conseguido estar cerca de él con votos o con astucia pude escribir novelas sobre cada una de ellas. Ahora he salido con la novela sobre esa Iglesia que siempre había querido, sobre las mariqueras o mariconerías de la Iglesia que nadie quería revelar y el poder gay de las mitras vaticanas. Ya me han calificado en los periódicos de la derecha católica como “El anticristo”.
-¿Lo dejan meterse con tantos temas que pueden afectar prestigios o empresas encubiertas ?
-Como ejerzo diariamente el micrófono en La Luciérnaga de Radio Caracol, el programa radial de más rating en esta Colombia, todas las tardes, y allí se confunden la ficción con la realidad. El poder es mayúsculo y me respetan, pero ya me han asaltado tres veces y ando en carro blindado y con escolta aburridorísima.
-¿Planes o proyectos para los tiempos venideros?
-Terminar mi vida tan feliz como me siento hoy.
-¿Sus libros los vende Amazon o alguna otra empresa por Internet?
-Mi más reciente obra, “La misa ha terminado”, está a la venta en Amazon y creo que le venden, puesta en casa, por algo así como 49 dólares.
-¿Por qué no están sus obras en las librerías venezolanas?
-Nunca tuve agente literario. Alfaguara le dio miedo publicar “La misa ha terminado” y dijeron que se sentían maniatados. No salgo de mis predios sino a Cartagena, no tengo amistades en los mundillos editoriales y aunque me han traducido a varios idiomas jamás me he preocupado por la “bullaca” que vende libros y lo hace salir a uno en carátulas, aunque alguna vez vi una edición de “Cóndores no entierran todos los días”, la novela que más se vende en Colombia desde hace 44 años, en una librería de Monte Ávila.
Raramente encarcelado
Los lectores venezolanos deben saber que Álvarez Gardeazábal comenzó su camino en la política al ser electo como diputado para la Asamblea del Valle del Cauca, fue además concejal y dos veces alcalde de Tulia, y en 1998 llegó a la Gobernación del Valle del Cauca con la mayor votación registrada hasta el momento en Colombia: 780 mil votos. Insinuó que quería ser candidato presidencial y lo inhabilitaron metiéndolo a la cárcel por varios años, tras condenar por venderle una estatuilla de su propiedad a la mujer de un narcotraficante
Obras para leer
Sus obras han sido llevadas a la pantalla como Cóndores no entierran todos los días, y de su novela El bazar de los idiotas hicieron una telenovela. También se encuentran entre sus obras: Piedra Pintada (1965). El gringo del cascajero. La tara del papa. La boba y el buda (Ganadora del Premio Ciudad de Salamanca.) Dabeiba. Los míos. El Titiritero. Pepe Botellas. El divino. El último gamonal. Los sordos ya no hablan. Manual de crítica literaria. El prisionero de la esperanza. Entre la verdad y la mentira. Comandante Paraíso. Las mujeres de la muerte y La resurrección de los malditos (2007).
Ícono gay
Nunca ocultó su homosexualidad y la misma está presente en sus personajes a lo largo y ancho de su obra. Es por eso que en diálogo con el periodista colombiano Camilo Jiménez dijo: El gay más famoso de Colombia soy yo, porque lo he sido toda la vida sin irrespetar a nadie y guardando siempre una distancia para que me respeten a mí. Soy un ícono gay, pero nunca voy a marchar en un desfile, ni defiendo la adopción de parejas homosexuales ni el matrimonio gay. Como cada quien asuma su vida está bien; eso sí, exijo respeto, que no se trate diferente a las personas
EL ESPECTADOR
Edgard Antonio Moreno Uribe
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