Llaman la atención, eso sí, las motivaciones “políticas” que, a buen seguro, mueven al gobierno de Rafael Correa al respecto. A la cabeza de Wikileaks lo defiende la opinión pública, por realizar incluso de manera “forzada” el derecho de acceso a la información a la que ésta tiene derecho.
El asilo que otorga el gobierno del Ecuador a Julián Assange, quien aún se encuentra en la embajada de dicha nación en Londres y a la espera de un salvoconducto, carecería de relevancia si sus circunstancias no fuesenanormales.
El asilo es reconocido como derecho humano fundamental por la Declaración Universal de 1948 y otros instrumentos internacionales de derechos humanos, americanos y europeos, para cuando median persecuciones políticas. No cabe en losdelitos comunes, salvo que encubran o tengan como supuestos a hechos políticos. Pero de acuerdo a las normas sustantivas y procesalesreferidas a tal instituto, se le trata como una prerrogativa soberana del Estado otorgante. A lo sumo, lavíctima de una negativa,a quien en buena lid le corresponda el asilo, puede ejercer contra el Estado responsable acciones de reclamación indemnizatoria, en sede doméstica o supranacional. Pero nada más.
El cruce entre el petitorio de extradición de Suecia – quien acusa a Assange de“violador” sexual – y el interés de los Estados Unidospara juzgarlo por vulnerar los sistemas electrónicos de su Departamento de Estado, evidentemente hace lugar a una duda razonable, que abona en favor de la persecución política.
Llaman la atención, eso sí, las motivaciones “políticas” que, a buen seguro, mueven al gobierno de Rafael Correa al respecto. A lacabeza de Wikileaks lo defiende la opinión pública, por realizar incluso de manera “forzada” el derecho de acceso a la información a la que ésta tiene derecho. Y lo cierto es que quien hoy protege al “violador” delos secretos de Estado del Imperio es unhabitual protestatario contra el mismo, como subalterno del militar autócrata quien ocupa el Palacio de Miraflores en Caracas, y se hace notorio por su criminalización de los medios de comunicación y periodistas ecuatorianos.
Los integrantes del eje del “socialismo del siglo XXI” – como Correa y el gobernante venezolano – usan a la democracia y la vacían de contenido,para instalar sus autocracias electivas y violar impunemente los derechos humanos de sus pueblos. Marchan a contrapelo de la ética de la democracia, que demandaa medios legítimos fines legítimos y viceversa; de modo que, por muy noble que sea un objetivo o causapierdesu legitimidad cuando se alcanza con medios espurios y éstos, a su vez, siendo legítimos no purifican actos contrarios a la democracia.
Frente a tales mandatarios moralmente bifrontes, quienes hablan de derechos humanos a la par que apoyan a los peores tiranos y criminales de la tierra, Sergio García Ramírez, ex juez presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos,nos previene, señalando las “nuevas formas de autoritarismo” presentes en la región.
Apenas agrego, por lo mismo, que los latinoamericanos – por hijos de europeos “tropicales” – no dejamos de ser tales. Nos presentamos como víctimas expoliadas por enemigos extraños, poseídas mediante la violencia y el engaño, a cuyo efecto apelamos al cacique o chamán para que nos apacigüe y proteja en la desventura. De allí que asumimos la libertad “ante los otros” con obsesión existencial, pero valoramos la propia y “entre los nuestros” como gracia o privilegio prescindible, que se tiene o se pierde según el dictado de los tiempos y la lealtad mayor o menor que profesemos a nuestros “gendarmes necesarios”.
Asdrúbal Aguiar