A Chávez el país se le escapó de las manos, preferiría que Capriles Radonski debatiera sobre las ventajas del capitalismo y del socialismo, el imperialismo y antiimperialismo, de cualquier cosa menos de lo que está frente a nuestras narices, el desastre de Corpolec o de la Corporación Venezolana de Guayana
Varias veces le revisan el equipaje al viajero en Maiquetía; un avión sale cargado de drogas hasta la coronilla. El extremo cuidado con que se evita que un pasajero transporte medio kilo de cocaína pretende sugerir que se combate el narcotráfico, puro gamelote.
Del equipaje del turista que vuelve a Venezuela desaparecerá algún perfume, una caja de chocolate, un regalo. Los pasajeros tardarán hasta cinco horas en abordar su avión; en tiempos de Vielma Mora Maiquetía funcionaba como un reloj. Chávez nunca le perdonó, igual que a Henri Falcón, que representara esa rareza, un chavista eficiente.
Miraflores contempla impotente el tráfico de drogas, o la caída de los puentes por el país, pero decreta una cadena en un segundo.
A Chávez el país se le escapó de las manos, preferiría que Capriles Radonski debatiera sobre las ventajas del capitalismo y del socialismo, el imperialismo y antiimperialismo, de cualquier cosa menos de lo que está frente a nuestras narices, el desastre de Corpolec o de la Corporación Venezolana de Guayana. Al Gobierno sólo le queda entregarles a los chinos la administración del país, igual que les permite para construir viviendas traer a sus obreros, igual que hacían las petroleras en tiempos de Gómez.
El Gobierno prefiere la batalla de las encuestas a la de los puentes, pero teme que por tanto proclamar que ya ganó las elecciones, los chavistas no voten si no los llevan hasta los centros de votación.
Llegamos a la recta final de la campaña. ¿Qué le queda al chavismo? ¿Más cadenas, más encuestas, más promesas? Imposible, a menos que la televisión sea una sola cadena. Preparan una ofensiva final de infundios, ataques personales, en una escala única en la historia del país. Agárrense de las manos.
Cuando Capriles rehusó defender cualquier pasado, cuando aceptó las aspiraciones de los pobres a vivir mejor, cuando prometió continuar y mejorar las misiones, centró el debate en la obra del Gobierno, en la calidad de la administración pública, dejó a Chávez sin discurso, mientras los puentes siguen cayéndose, los apagones continúan, los precios suben, faltan los productos. Apenas le queda presentar un show por televisión, promocionar alguna primera piedra, una primera piedra solitaria porque después no habrá otras, anunciar trenes que atraviesen las montañas. En resumen, frente a la ruina del país, queda apelar a los insultos, a las promesas fantásticas y apresurar el reparto directo de recursos.
Donde hay un debate ideológico es en Estados Unidos.
Menos de cuatro semanas después del 7 de octubre los norteamericanos escogerán un presidente, lo que influirá en América Latina, porque esta vez a republicanos y demócratas los separa un abismo ideológico, sólo comparable al de la elección en que Johnson derrotó fácilmente a Goldwater, cuyas ideas en buena parte después se impusieron y el liberalismo quedó como una mala palabra.
Los republicanos proponen soluciones drásticas para el enorme déficit de Estados Unidos, quieren bajar los gastos en Medicare, el programa de salud para los mayores, reducir dramáticamente los programas sociales sin aumentar los impuestos a los ricos, cosa que propone Obama, que cuenta con el voto seguro de latinos, negros y homosexuales.
En contraste curioso, en Venezuela el verdadero tema no es socialismo sino el puente de Cúpira… y la corrupción, sobre la que se ha hablado poco hasta ahora.
Fausto Masó