Doce cadáveres fueron ingresados a la morgue de Bello Monte entre este martes y la mañana de ayer. En lo que va del mes de noviembre son 169 cuerpos los que registra la Dirección Nacional de Ciencias Forenses, ubicada en la ciudad capital.
Julio César Riera (41), exvigilante privado que estaba dedicado a trabajos de albañilería, murió a las 9:10 de la mañana de este martes en el Hospital Pérez Carreño, luego de haber sido ruleteado por varios centros asistenciales con quemaduras de tercer grado en su cuerpo.
El hombre se encontraba ebrio este domingo y por eso se durmió en el callejón Coromoto, bloque 3 de La Silsa, parroquia el 23 de Enero. Allí llegó un sujeto que le arrojó una bomba molotov. El fuego lo cubrió por completo ocasionándole quemaduras en el rostro, cuello, pecho, abdomen y brazos.
El autor del hecho desapareció en medio de la oscuridad dejando a su víctima en el sitio. Algunos vecinos socorrieron Riera y lo llevaron al hospital Miguel Pérez Carreño, pero no fue atendido y tuvieron que trasladado al Domingo Luciani, donde tampoco lo recibieron porque no estaba entre ellos ningún pariente cercano.
La hermana de la víctima, Licbeth Riera, contó que los vecinos llevaron a su hermano de regreso a La Silsa y lo dejaron en el sitio donde fue atacado. Allí amaneció y se quedó hasta las 10.00 de la mañana cuando un tío que recibió la noticia fue a sacarlo para llevarlo al hospital de Lídice donde fue estabilizado y enviado al Pérez Carreño.
La tarde de este martes el hombre murió a consecuencia de un paro respiratorio. Deja un hijo de 16 años de edad, era el menor de 7 hermanos y residía en el callejón Los Flores del barrio Andrés Eloy Blanco, a 500 metros de donde lo quemaron.
La hermana de Riera, que vive en Los Valles del Tuy, desconoce la identidad de quien le causó la muerte a su hermano. En la zona donde ocurrió el hecho nadie dice nada aunque se presume que conocen la identidad del homicida, quien supuestamente portaba la bomba molotov para lanzarla a su mujer a quien andaba buscando y había amenazado de muerte.
“Por una parte ese hecho es una cobardía”, dijo Lisbeth Riera pero también entiende que si la gente no habla es porque teme que tomen represalias contra ellos. Ella fue a la zona donde ocurrió el hecho y notó que hay indignación por lo ocurrido porque su hermano no se metía con nadie.
AA