El lenguaje presidencial en esta casi década y media de autocracia constitucional de neto corte stalinista-castrista está signado por adjetivaciones rayanas en los más reprochables denuestos e improperios que, paradójicamente, descalifican a quienes no se avienen a sus biliosas veleidades y caprichos y obsecuencias narcisistas y esquizotímicas
Un antiguo proverbio dice que “por sus palabras los conoceréis”. El país, el continente y el mundo entero conocen de las andanzas y correrìas semiótico y semiológicas de clara raigambre sicalíptica del Primer Mandatario Nacional. El capital léxico del “capitán” de esta navisestultìsfera en que ha ido derivando este país, a ojos vista de toda la nación, es ¿qué duda cabe? – precario, sumamente pobre pese a la falsa evidencia de parecer lo contrario.
En nombre de un populacherismo ramplón y pedestre, quien debe fungir como el primus magister, o el “primus inter pares” constitucionalmente hablando, en lugar de emitir mensajes didascálicos y pedagógicos a los millones de venezolanos que estamos obligados a convivir en un mismo espacio, se ciñe a un vocabulario soez, impregnado de aberraciones lingüísticas que desdice de la alta dignidad del cargo que ostenta.
Signos, gestos, giros, expresiones, frases… que hieren y lastiman con lesa impunidad a cuanta persona o personalidad, natural o jurídica, es objeto de sus ofensivos anatemas y dicterios. Con un grosero ventajismo y amparado en la figura de “primer magistrado” nuestro Presidente despotrica salvajemente y con denodado encono contra dignidades eclesiásticas, respetables personalidades del mundo económico, social, cultural y político venezolano.
El lenguaje presidencial en esta casi década y media de autocracia constitucional de neto corte stalinista-castrista está signado por adjetivaciones rayanas en los más reprochables denuestos e improperios que, paradójicamente, descalifican a quienes no se avienen a sus biliosas veleidades y caprichos y obsecuencias narcisistas y esquizotìmicas.
La inestable pulsión maníaco-depresiva del interfecto lo convierte en una estructura psicológica cautiva de arrebatos violentos que refuerzan el antagonismo y la irreconciliabilidadsocial. Todo el fardo semántico que emana de la vulgata chavista es diáfana e inequívoca herencia de esa “barbarie con rostro humano” que denunció en Mayo del 68 el pensador representante de los “nuevos filósofos” Bernard Henry-Levi en su momento. De las líneas anteriores se infiere que sólo con un giro copernicano puede Venezuela restablecer la paz y la concordia en un gobierno de unidad nacional capaz de tender puentes hacia todos los sectores que trabajan, estudian, producen, aman y conviven para lograr una auténtica convivencia civilizada regida por el estricto imperio de la ley.
Rafael Rattia