Ese 18 de octubre, en El Hatillo, se vivió un verdadero pandemónium, además, de las colas insufribles, se desató un derrape alcohólico que convirtió a la Plaza Bolívar en un botiquín así como a otros sitios emblemáticos de nuestra comunidad, con el agravante de que quienes cometieron esos desafueros no eran vecinos hatillanos sino visitantes con total desapego a la tradición y al gentilicio hatillano
El sábado 18 de octubre, el pueblo de El Hatillo fue agredido por una actividad que pretendió ser festiva y terminó siendo un verdadero bochorno para los vecinos del Casco Histórico y de las urbanizaciones adyacentes.
En esa oportunidad los vecinos hatillanos resultamos, prácticamente, secuestrados o violentados en el derecho a transitar libremente por el pueblo, ante la imposibilidad de entrar o salir de El Hatillo, por el desastre que se presentó, durante, por lo menos 10 horas, con el cierre de las vías de acceso y salida de la población; las colas automovilísticas fueron de pronósticos reservados y el maremágnum que se formó en los alrededores de la Plaza Bolívar, por la afluencia de personas fue, sencillamente, por decir lo menos, atosigante.
Nunca antes se había vivido una situación tan desesperante como esta, en la tranquila y bucólica población hatillana, tal vez, comparable a los momentos irracionales de cuando el secuestro colectivo de las guarimbas pero aún así no se llegó a los niveles de desesperación de ese día que pretendió ser una fiesta y terminó siendo una morisqueta. Realmente, las autoridades locales, comenzando por el alcalde, se pasaron de maraca.
“¡Atrévete a vivir la tradición!”
Con ese lema, las autoridades municipales, contando con el patrocinio de la Embajada de la República Federal de Alemania, en Venezuela, y de marcas cerveceras (Zulia, Solera y Tovar) organizaron una caricatura de la Oktoberfest, Fiesta de Octubre, que es la fiesta que desde 1810 las empresas cerveceras celebran en la ciudad de Munich, que es la cuna, por excelencia, de la cerveza alemana; es decir, es una tradicional, alegre y lógica fiesta, la más popular de Alemania, en la que los alemanes, entre los meses de septiembre y octubre, durante 16 días, celebran su fiesta de la cerveza. En hora buena. Pero, qué tiene que ver esta celebración del pueblo bávaro con El Hatillo, a cuál tradición hatillana, mirandina o venezolana, se refiere la Alcaldía que debemos vivir.
Evidentemente, estamos en presencia de una verdadera majadería de unos jóvenes imberbes que no tienen idea de lo que es gobernar un Municipio y menos aún de reivindicar nuestras auténticas tradiciones. Ser joven gobernante no es ninguna mácula, todo lo contrario, es un gran reto que invita a innovar y a superar lo precedente, pero en este caso lo que estamos presenciando en El Hatillo es impericia y el no tener claro para que se fue electo.
Ese 18 de octubre, en El Hatillo, se vivió un verdadero pandemónium, además, de las colas insufribles, se desató un derrape alcohólico que convirtió a la Plaza Bolívar en un botiquín así como a otros sitios emblemáticos de nuestra comunidad, con el agravante de que quienes cometieron esos desafueros no eran vecinos hatillanos sino visitantes con total desapego a la tradición y al gentilicio hatillano. Los hatillanos, al sentirnos invadidos, estuvimos ausentes de tales desafueros; es lamentable que las autoridades llamadas a garantizar la convivencia y la tranquilidad ciudadana auspicien más bien situaciones bochornosas como las que se vivieron ese día.
Sí, se pretende imponernos una tradición que no es la nuestra, pareciera que esta gente siente menosprecio por nuestras tradiciones y, entonces, opta por importar la de otros lugares. Esa es la noción de progreso que los inspira, en la que sólo salen gananciosos los comerciantes del aguardiente y pierde el pueblo.
Esta gente se pasó de maraca ese 18 de octubre, al igual que los adecos ese mismo día, pero de 1945, cuando derrocaron al buen Presidente Isaías Medina Angarita.
Auspicia la transculturización
Tendrá el alcalde Smolansky noción del concepto transculturización, entendemos que sí, pero, evidentemente, lo que ello significa no le perturba, pues, con su práctica, que es lo que cuenta, demuestra que le importa un pepino la tradición hatillana y venezolana, auspiciando tradiciones ajenas, europeizantes, respetables sí, en tanto que expresión cultural de un pueblo, aunque, absolutamente, divorciada de nuestra realidad histórica y cultural.
El tamaño del desaguisado se puede medir, entre otras cosas, con la exhortación al Alcalde, aprobada, por unanimidad, en la Cámara Municipal, para que no se vuelva a propiciar situaciones tan bochornosas como las vividas el 18 de octubre; la magnitud del exabrupto cometido ese día se puede apreciar sí se toma en cuenta que todos los miembros del Cuerpo Edilicio son afectos, políticamente, al alcalde; un elocuente caso de bomberos pisándose la manguera.
Inseguridad en El Hatillo
David Smolansky basó su campaña, en las elecciones que le permitieron erigirse como Alcalde de El Hatillo, en el planteamiento sobre la inseguridad, su lema central, por cierto, era hacer de EL HATILLO un pueblo blindado contra la inseguridad.
Ahora bien, han transcurridos 11 meses desde que asumió el mando del municipio, ya se puede hacer una evaluación de esa gestión; preguntamos: está blindado El Hatillo contra la inseguridad o, más humildemente, nos sentimos más seguros los hatillanos. Según la retórica de la que hizo gala en la ciudad de Santa Marta, Colombia, durante el VIII Congreso Latinoamericano de Ciudades y Gobiernos Locales “ExperienciAmérica”, reseñado por LA VOZ, el índice delictual ha bajado, pero, lamentablemente, el temor y la inseguridad de los ciudadanos han aumentado, basta con preguntarle a cualquier vecino, de la tolda política que fuese, para darle un mentís a lo propalado por Smolansky. Chico, la realidad es, que, la inseguridad crece en la misma proporción en que decrece la confianza de los hatillanos en la policía municipal. Pura finta y poca voluntad de este alcalde yuppie
Notas paralelas
Miguel Ugas
e-mail: miguelugas@gmail.com