En Venezuela hay escasez de todo. O de casi todo, porque las gríngolas no escasean. Ni las rojas, ni las tricolores
Las gríngolas impiden ver la amplitud del panorama, lo estrechan de tal manera que lo distorsionan. Y ello no sólo es válido para los caballos de carrera sino también para muchos voceros y dirigentes políticos del presente venezolano, tanto del oficialismo como de la oposición. Veamos.
Maduro insiste que vamos rumbo a la “pobreza cero”, lo que desde luego contribuye a que él vaya rumbo a la credibilidad cero. Sus discursos y declaraciones son completamente refractarios a la realidad que agobia al conjunto de los venezolanos, y ni hablar de la responsabilidad de la hegemonía al respecto.
Las gríngolas de Maduro son todavía más aparatosas que la de su predecesor, entre otras razones porque tiene menos petrodólares y ya la capacidad de endeudamiento sólo da para la hiper-usura. Los caudales de la bonanza hacían que las gríngolas no importaran tanto. De hecho, gran parte del país estaba “engringolado”…
Pero ahora que la mega-crisis cobra todas las facturas, muchos se dan cuenta de que la realidad era y es muy distinta a la propaganda. Por ello, cuando el ministro-jefe de la economía manifiesta que el año 2015 será de excelentes resultados, algunos se preguntan si el funcionario se da cuenta de por dónde va la catástrofe económico-social. Quizá las gríngolas no se lo permitan.
Las gríngolas rojas abundan. Ayer un funcionario gubernativo señaló que la hallaca costaría 27 bolívares… Otro proclamó que las inversiones productivas se activarán el año entrante…. Y otro “certificó” que los casos de chickungunya no pasan de 8 ó 9 mil en todo el país. ¿De qué están hechas estas gríngolas? Pues de embuste, de incapacidad, de chapuza ideológica, de corrupción y también de ignorancia, y a veces de ignorancia crasa y supina…
Las gríngolas también se notan en ámbitos distintos al oficialista. En estos días, por ejemplo, se está insistiendo que las elecciones parlamentarias del 2015 traerán el cambio político que Venezuela necesita. Ojalá. Pero eso mismo se planteó con ocasión de las elecciones parlamentarias de 2010. Y todavía se está esperando ese anunciado cambio político. Y por cierto, aún no se define cuándo serán los comicios y quiénes serán los rectores del CNE. Interrogantes que serán despejadas cuando el poder establecido así lo decida. Y eso no es cambio sino continuismo. Sólo unas gríngolas impedirían que nos diéramos cuenta de ello.
Así mismo, la MUD informa que se apelará a la presión internacional para lograr que haya poderes equilibrados en el país. Muy bien. Bienvenidas esas gestiones y sus eventuales resultados. Pero más importante que la presión internacional es la presión nacional. La presión que surja del inmenso rechazo que suscita la mega-crisis y el desgobierno que la agudiza, y encima la niega. Pero esa presión, la nacional, no se está promoviendo, al menos no de manera visible.
A lo mejor los que así pensamos, tenemos nuestras propias gríngolas. A lo mejor. Pero no luce una estrechez preconcebida el sostener que la presión socio-política en Caracas, Maracaibo, Barcelona o San Cristóbal, podría ser más efectiva que los buenos oficios de los cancilleres de Brasil, Ecuador o Colombia, para que la hegemonía acepte un diálogo serio que conlleve el cumplimiento de la Constitución. ¿O no?
En Venezuela hay escasez de todo. O de casi todo, porque las gríngolas no escasean. Ni las rojas, ni las tricolores.
Fernando Egaña