En contraste con ese ambiente de postal humana que se vive en el Festival de la lectura Chacao, el día a día del país es otro: el diario del venezolano se consume entre colas, angustias, temores y quejas. Las ciudades y los pueblos, son un amasijo de ruidos y frustraciones. La calidad de vida está supeditada a esa mediocre conseja del hombre nuevo
I
Por sexto año consecutivo, Chacao nos convoca a la lectura.
Los espacios de la Plaza Altamira se llenan de cultura y de gentes que disfrutan del necesario ejercicio de leer, de investigar, de conocer nuevos textos, de reencontrarse con otros, de vivir las sensaciones que alimentan el alma y el espíritu.
El Festival de la lectura de Chacao es un espacio para el compartir de jóvenes y viejos, donde se disfruta de una ciudad distinta y se respira un necesario aroma de libertad en contraste con la barbarie en la que se ha convertido la capital.
Al menos este pedacito de Chacao, por estos días, es otra cosa.
El evento de este año es modesto, pero igual se aprecia. Desconocemos si es por desinterés, negación a la continuidad de gestiones anteriores o restricciones presupuestarias, pero ya el hecho de llegar al sexto es un logro que sigue concitando a una sociedad que busca desesperadamente válvulas de escape para enriquecer el conocimiento, estimular la lectura y despertar la curiosidad en las nuevas generaciones.
Por estos días, la plaza es un bullicio agradable entre tertulias de bohemios, intelectuales, sibaritas, estudiantes, conservadores, libros y libreros. Las horas pasan rápido como los grandes momentos y se disfruta de un hedonismo inducido como remedio infalible para escapar de todo este tormento en lo que se ha convertido el país.
De un lado unos se interesan por textos de autoayuda, literatura, filosofía, historia. Se hurga entre los espacios que se hacen pequeños… al otro extremo, más y mas libros. Autobiografías, relatos políticos, tecnologías, clásicos literarios, suplementos…y hasta comics. Todos coinciden en lo mismo, entre obras de Neruda, Benedetti, García Márquez, los clásicos de Homero y Valle Inclán y las infaltables recetas de Paulo Coelho y de muchos noveles escritores venezolanos que se abren paso y que escriben con una fertilidad sorprendente.
Es la fiebre del libro que ha contaminado satisfactoriamente a Caracas como ocurre en Madrid, París o Bogotá.
En sus caminerías de pronto se oyen voces conocidas. Es un catalán mas venezolano que la hallaca. Culturoso y de verbo elocuente. A Javier Vidal da gusto escucharlo porque su vida son el teatro y los libros y nos transporta a la época universitaria cuando nos dictaba clases con esa pasión que lo caracteriza. Conversa frente al obelisco parisiense con la escritora Sonia Chocrón, nuestra antigua compañera de clases en la UCAB, célebre por su prosa divina y creadora de obras donde se demuestra lo es que es, un talento sin límites.
Por estos días Chacao y su afrancesada plaza complace todos los gustos de lectores exigentes e incipientes. Y ofrece además el contacto y las experiencias de escribidores con sus obras ante una audiencia silenciosa que celebra este momento con la cultura.
Se escucha con atención a Ibéyise Pacheco y a Héctor Manrique. La periodista relata como concibió su obra «Sangre en el Diván» de aquél ‘macabro personaje’ como lo calificó Vidal, quien los presentó. La gente se deleita con el cuento que ya llegó a las tablas.
Abajo, el café humeante que sabe a cultura convoca la conversa del día. Se habla de lo humano y lo divino. Del gobierno y de la oposición, de las frustraciones y los aciertos. Se habla venezolano…en el universo perfecto para disipar por ratos de un país que se evapora entre lo banal y lo mediocre.
Este y otros espacios que se resisten ante la avasallante acción del atraso concebido y planificado, es el estimulo, el elixir, que ayuda a sobrevivir esta crisis generalizada.
Son los espacios perdidos de una ciudad que se fue y que a veces retorna con vestigios de esperanza y que no cede ante el oprobio permanente de quienes se sienten todopoderosos.
Mientras haya voluntad para la resistencia, va a ser difícil que el intento obsesivo de sumirnos en el atraso doblegue la voluntad de la gente.
II
En contraste con ese ambiente de postal humana que se vive en Chacao, el día a día del país es otro. Solo basta con oír y ver noticias para volver a la realidad en la que nos han metido.
El diario del venezolano se consume entre colas, angustias, temores y quejas. Las ciudades y los pueblos, son un amasijo de ruidos y frustraciones. La calidad de vida está supeditada a esa mediocre conseja del hombre nuevo. Nadie con la cabeza sobre los hombros puede calificar esta atrofia como progreso. Ni los enchufados.
Hay en Venezuela colas para todo, esencialmente para vivir porque sin alimentos ni medicinas es difícil sostener la condición humana.
El venezolano se ha convertido en un malabarista de oficio. A las amas de casa se les va el tiempo recorriendo expendios para ver qué consigue.
Las farmacias son un caos, los hipertensos son víctimas de las carencias de sus medicamentos y ni hablar de otras recetas mas delicadas ni de las necesidades de los adultos mayores.
Un vehículo puede estar meses en espera de un repuesto. No hay aceite de oliva porque la excusa es que es de oligarcas…el detergente brilla por su ausencia y cuando aparece da la impresión de que lo regalan a decir por los rostros felices de quienes hacen la cola, y más aún, cuando salen de esta…ese el hombre nuevo que se busca y que pulula entre las tinieblas de cada noche cuando nos cortan la luz.
El deterioro es acelerado, camina a paso de vencedores y se premia con nuevos impuestos la incapacidad de reactivar el aparato productivo.
Conmueve oír a las nuevas generaciones sobreponiéndose a la frustración por falta de oportunidades y sin futuro.
Este socialismo capitalista, que no es mas que un juego de palabras nos desechó a los últimos niveles de inferioridad de la región. Si hoy nos parecemos a Cuba lo mas probable es que luego seamos un símil de Haití.
No sabemos hasta cuándo, pero esta novela se está poniendo mas tensa que cuerda de violín.
…Son crónicas de lo cotidiano.
ARENA Y CAL
*** GASOLINA. Como si fueran pocas las calamidades, la semana se inició con escasez de gasolina que afortunadamente fue atendida a tiempo en la Gran Caracas y los altos mirandinos antes de que se generara una crisis. El hecho fue tan rápido que no hubo oportunidad para culpar a nadie. Uribe y Obama…estaban comprando kerosene, pero aún persiste el problema en varios estados.
*** LOS QUINCE días que le dio de descanso el presidente Maduro a Rodríguez Torres han sido tan largos como los cien que pidió Jesse Chacón para resolver el problema de electricidad del país. El ex ministro se negó a ser embajador y dicen que en rebeldía. De Chacón, la «eficiencia» habla por sí sola.
*** AL CIERRE: Qué caras tan largas tenían los ministros durante el acto donde el presidente anunció su nueva propuesta anticorrupción. Y eso que no hubo alusión expresa
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Jairo Cuba
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