“Los unicornios pueden cogerse burlándolos con árboles; los osos, con espejos; los elefantes, con hoyos; los leones, con trampas, y los hombres, con aduladores”.
Shakespeare
La política se parece a la vida cotidiana, es su reflejo aumentado, de allí las metáforas y los refranes que en muchas ocasiones la explican. Alguien podría decir que es la sabiduría popular, o que la vida es una sola arriba y abajo, o que somos los mismos humanos con las mismas pasiones. Hay abundantes dichos relativos a que el «último en enterarse es el doliente». Esto trasladado a la política tiene fuerza decisiva.
Los gobernantes corren el riesgo tremendo de aislarse de la realidad, de ser los últimos en enterarse de la verdad verdadera, y casi siempre lo hacen de manera traumática. Por ejemplo, Carlos Andrés murió sin entender qué había pasado con aquella popularidad, hasta su Rubio natal le dio la espalda. Después de coronarse como un virrey, a pocos días, el Caracazo lo sorprendió, fue el último en enterarse de que la miseria había llegado al río y que su varita mágica no funcionaba más. Los adecos aún estudian la caída, desde aquellas pomposas romerías blancas hasta el triste espectro político que son hoy.
Los jefes del imperio romano tenían recordatorios de que toda gloria es pasajera, intentaban así dar un poco de humildad a los emperadores para facilitar su conexión con la realidad y librarlos de la aureola de adulantes que se la falsificaban.
Bolívar, el mismísimo Libertador, después de liberar un continente, fue sorprendido por sus lugartenientes que fraccionaron su sueño, y de esa primera traición a Bolívar resultaron naciones con el pecado original en su sangre, cuando hemos debido ser la Gran Colombia.
Es así, el gobernante cree que sabe, cuando en realidad está ciego, no ve lo que sucede más allá de su soberbia, la imagen que le pintan los círculos íntimos es siempre bondadosa. El gobernante se irrita ante las malas noticias, nadie discrepa, nadie quiere correr el riesgo del patíbulo reservado al mensajero; todos ríen, aunque lloren frente al espejo. Estos gobernantes nuestros, rodeados de plumíferos y aduladores, no escapan a esta maldición. No ven las claras señales, siguen veloces por el camino de la entrega, a tal punto que a los alabadores les cuesta seguirlos, justificarlos. Así sucedió con los cantantes protestados, y lamentablemente el error se repite cuando a elecciones internas con altísimo porcentaje de abstención las transformamos en “triunfo histórico”, en «derrumbe» del Estado burgués y cualquier otro disparate. El hecho merece reflexión.
Lo primero es la evidencia de que la socialdemocracia en el poder escogió el camino del pan y circo; cuando falle el pan, más circo; y si falla el circo, apela a la represión. Ahora intentan, en la mejor tradición de la cuarta, mover con subterfugios faranduleros lo que no puede la conciencia que ya nos abandonó. Esto ya sería suficiente mal agüero, pero hay más: la reacción de la gente, de la masa, principalmente de los cuadros medios, fue de tal magnitud que se asustaron los entreguistas y los cantantes se retiraron, todo el tinglado de supuesta convivencia se derrumbó ante la reacción de la opinión revolucionaria.
Éste, junto a la alta abstención, es el hecho más importante de los últimos días, es señal, demostración, de que hay una turbulencia en las bases chavistas, en los cuadros medios, que emerge desde la entrañas en la forma de protesta a unos cantantes, o de una abstención, pero que lleva implícita la confusión creada por el maridaje con la oligarquía, con los capitalistas.
Quien no la vea, gobernante que no perciba esta realidad, corre el riesgo de ser sorprendido: las bases y los cuadros medios (tan importantes) están inquietos. Se ha tensado mucho la cuerda de la tolerancia, la soberbia ha abusado de la credulidad de la gente, y parece que estamos llegando al límite de la tolerancia, ya es abuso la entrega a la oligarquía. El camino de la conciliación llegó a niveles de evidencia, lo que no se percibía con las entrevistas con Cisneros y Mendoza, lo que no se vio con el financiamiento a los capitalistas o las entregas de las zonas especiales, lo consiguió la farándula, los cantantes fueron la gota que rebosó el vaso. Allí se evidencia el giro hacia la socialdemocracia; y los cuadros medios, ahora sí, asustados con el rumbo, consiguieron que la dirigencia diera un pasito atrás en la entrega, aunque ésta cayó de nuevo en el error al hacer como el gato con la torta en las elecciones internas, la intentan tapar con palabrerías. Esto que está pasando son hechos políticos muy importantes que indican reservas morales, pero también disminución en el apoyo al chavismo, que ya no es incondicional, ya no es automático, ahora la dirigencia debe medir sus pasos, el monstruo que ellos crearon comenzará a gruñir.
Ojalá estos gobernantes tengan los oídos receptivos para escuchar los vientos de los tiempos. Aún es hora para rectificar y no ser sorprendidos por la realidad que envía mensajes… y entonces no valdrá «vender el sofá».
Toby Valderrama
y Antonio Aponte
Aporrea.org