La maldición han sido los gobiernos que hemos tenido desde 1959 en adelante, que no sólo se han conformado con la venta de combustible fósil y no han desarrollado la petroquímica y la química orgánica industrial, sino que han malversado, robado y dilapidado los billonarios ingresos recibidos por su venta
Luis Fuenmayor Toro
La crítica situación actual de inflación, devaluación del bolívar, escasez, insuficientes salarios, empleo precario, protestas permanentes, represión, violación de la contratación colectiva, agresiones a dirigentes populares, gigantesco endeudamiento, venta de activos de la república y entrega de las riquezas petroleras y mineras a empresas extranjeras, no es la primera vez que la sufrimos y con toda seguridad las seguiremos sufriendo periódicamente, mientras tengamos gobiernos que no se plantean seriamente el cambio del modelo económico rentista por uno productivo, a partir incluso del mismo petróleo, que bastante tenemos, pero no sólo comercializado como combustible fósil sino transformado en productos de muchísimo mayor valor agregado.
Las crisis tienen como fundamento las variaciones hacia la baja de los precios del petróleo en el mercado internacional, lo cual escapa a las posibilidades de control del país. Ya en el pasado, hace más de medio siglo, Venezuela buscó protegerse ante los problemas creados por la contingencia de los precios, razón por la que se crea la Organización de Países Exportadores de Petróleo, que si bien no incorpora a todos los productores, agrupa a un número suficiente de ellos como para poder proteger, a través de modificaciones de la oferta, los precios de mercado del crudo y de esta manera el interés de sus pueblos. La OPEP siempre ha sido atacada por las grandes compañías petroleras transnacionales, interesadas siempre en adquirir materia prima barata para obtener las máximas ganancias.
Pero las crisis tienen además un componente que, si lo analizamos bien, concluiremos que posiblemente es hasta más importante y determinante que las fluctuaciones de los precios de mercado del crudo. Se trata de los intereses y el desempeño de quienes administran el país y por consiguiente la industria petrolera venezolana. Son las políticas económicas y petroleras de los gobiernos habidos en la república, prácticamente desde que hace un siglo iniciamos la explotación y exportación del llamado oro negro. Estos intereses, por lo menos desde 1958 para acá, lapso en el que se disponía de suficiente experiencia y profesionales formados como para plantearse otros retos, parecieran diseñados para mantenernos en crisis cíclicas constantes y para favorecer a los países industrializados.
Rechazo total y vehementemente la idea de que el petróleo ha sido una maldición. Que se trata del “Excremento del Diablo” y que viviríamos mejor sin él. La maldición han sido los gobiernos que hemos tenido desde 1959 en adelante, que no sólo se han conformado con la venta de combustible fósil y no han desarrollado la petroquímica y la química orgánica industrial, sino que han malversado, robado y dilapidado los billonarios ingresos recibidos por su venta.