El estelar base de Los Ángeles Lakers se convirtió en el máximo anotador en la historia de la NBA y al mismo tiempo un hito del mejor baloncesto del mundo
Los ciclos marcan la pauta de una manera tan abrupta que el vértigo llega cuando uno menos se lo espera. En el momento en que a Kobe Bryant se le menciona que lleva 19 años de carrera como profesional en la NBA, suelta un halo de aire que le echa hacia atrás. Como si estuviera mirando abajo desde el balcón de un apartamento de 32 mil 310 pisos, el suspiro refleja que el paso del tiempo llega despacio, pero rápido.
Hubo una época en la que Kobe fue aprendiz, en la que sus ojos y oídos estaban tan abiertos que las esponjas envidiaban su capacidad de absorción. El ya internacional ‘Charmin’ ha hecho caja gracias al símil utilizado por Kobe cuando calificó como «suaves» a sus compañeros hace dos prácticas. A muchos, esto le puede sonar a veterano cascarrabias, pero lo lleva en su ADN. Porque Kobe fue Andrew Wiggins, igual que Michael Jordan fue Jerry West. Entonces uno se da cuenta de la capacidad de observar que tienen los grandes, de las ganas no sólo de emular, sino de superar a aquellos que fueron mentores, maestros y reflejos.
Cuando preguntamos a Kobe de quién se acuerda en un momento tan especial como es erigirse como el tercer máximo anotador de la historia de la NBA, el escolta no deja de mirar al vacío, pero entretiene su memoria.
«En todos los jugadores que me enseñaron. Hablé muchísimas veces con otros jugadores tipo Jordan, Magic, Bird o Hakeem Olajuwon», afirmó a ESPN Deportes en español y una frase después de mostrar una satisfacción irremediable tras superar a uno de sus mentores frente a un público rival puesto en pie.
«Es un gran honor. Es un sueño. Cuando era un niño no pensé que esto me podía pasar a mí». Comprobar que uno de los mejores jugadores de la historia de la NBA hace el esfuerzo por llegar a los millones de hispanos que siguen de cerca sus venturas y desventuras también da vértigo.
Jordan presente
Kobe supera a uno de sus mentores, a una de las personas con las que mantiene contacto y probablemente intercambie palabras dentro de poco, de días. Kobe se acuerda de Michael Jordan, porque sin él no hubiera podido lograr lo que ha logrado.
«Muchísimo», destacó sobre cuán presente le tiene. «Hablé con él cuando empecé en la NBA, tenía 18 años y hablé con él del juego, de cómo se tira el balón, de cuándo el equipo está haciendo eso, de qué puedo hacer. Muchas demandas, muchas preguntas para él. Él me habló mucho». Hay quien se esfuerza con el lenguaje como lo hace con la vida, con el deporte. Sólo así se puede destacar, a base de repetición.
«Eso lo aprendí de Michael en cuanto a la técnica y también mucho de Hakeem», afirmó en inglés. «El mismo tipo de lanzamiento, pero diferente movimiento de piernas. Cada situación demanda cosas diferentes. De ellos dos es de los que más aprendí, mucho, mucho, mucho, mucho de esa fórmula», confesó con los pies en agua helada.
Jordan y Bryant hablan a menudo. Mantienen una buena relación y probablemente tengan una conversación dentro de poco.
«Será lo mismo de siempre. Me felicitará y sabrá cuánto he aprendido de él y de otras leyendas. De él particularmente. La conversación será como siempre, divertida, antiguas historias y cosas así», esgrimió todavía vestido de corto.
Kobe no olvida
Y todo ello sin olvidar que Kobe fue novato hace tiempo. Y que su capacidad de absorción fue mayor que el papel higiénico que mencionó recientemente. Siempre teniendo presente que aprendió de los mejores para convertirse en uno de los mejores. Que escuchó a mentores para convertirse en mentor, en faro de guía, en el mejor jugador en quien fijarse en estos tiempos en los que la palabra leyenda parece estar a 32 mil 310 kilómetros de distancia de la realidad. Pero no, el mito de esta era sigue dando que hablar y está lejos de olvidar la época en la que daba sus primeros pasos. Porque los ciclos marcan la pauta de una manera abrupta.
«Fue una sensación extraña. Recuerdo ser un Andrew Wiggins. Recuerdo estar jugando contra Michael en mi primer año. Y estar ahora jugando contra él (Wiggins) con su cara de niño, con su poco movimiento de piernas y técnica, aspectos en los que estará más, mucho más afinado a medida que pase el tiempo. Era como estar mirando un reflejo de mí mismo hace 19 años. Fue genial», confesó Kobe.
Y es así como se demuestra que el vértigo puede ser positivo cuando el tercer máximo anotador de todos los tiempos sigue sintiendo ilusión por el porvenir del básquetbol.
Kobe, Jordan y Venezuela
El hecho de acceder al tercer lugar de los anotadores de todos los tiempos ha significado, como es natural, muchos elogios hacia Kobe Bryant. El hecho de rebasar en esa lista a Michel Jordan, a quien la generalidad considera como el mejor jugador de baloncesto de la historia, ha otorgado mayores consideraciones mediáticas a la hazaña y, como es usual, desatado las inevitables comparaciones.
Dentro de tantos centímetros y minutos dedicados al asunto, ayer leíamos en el diario español “Marca” la reseña sobre una carta abierta, dirigida por Bryant a la publicación “The Player Tribune”, muy elocuente sobre lo que ha significado Jordan para su carrera y sobre la condición humana del jugador de los Lakers.
En la comunicación, además, surge una conexión con el baloncesto venezolano, habida cuenta de que John “Chubby” Cox, uno de los mejores importados venidos en los primeros tiempos de la Liga Especial, en la cual defendió los colores del equipo caraqueño hoy con el nombre de Cocodrilos, es tío de Bryant. Y “Chubby”, ademas, es el padre de John Cox, quien ha hecho carrera en Francia y largamente perseguido para la selección vinotinto dado que nació en Caracas.
“Cero”, escribe, “ese es el número de puntos que anoté jugando en la Liga Sonny Hill Future, en Filadelfia, cuando tenía 12 años.. Ni un tiro libre, ni una bandeja accidental…”
Recuerda que su padre, Joe “Jellybean” Bryant y su tío, John Cox, fueron leyendas de la Future League en su momento. Su padre como un alero de 2,08, su tío como un base de 1,93. Por eso concluye “Había avergonzado a mi familia!”.
Dice que consideró dejar el baloncesto y centrarse en el fútbol. “Y ahí fue cuando mi respeto y admiración por Michael Jordan empezó a forjarse. Me enteré que había sido cortado en su instituto como jugador de primer año; aprendí que él sabía muy bien lo que era sentirse avergonzado, sentir que habías fallado Pero usó esas emociones para encorajinarse, hacerse más fuerte, no abandonar. Decidí aceptar mi reto igual que él. Transformé mi fracaso en combustible para mantener vivo el fuego competitivo. Me obsesioné con demostrar a mi familia –y lo más importante, a mí mismo, que era capaz hacerlo”.
Cuenta que “aquello se convirtió en obsesión”. Aprendió “todo” sobre baloncesto, historia, jugadores, fundamentos, decidido a no volver a tener un cero, y “estaba dispuesto a infligir la misma sensación de fracaso a mis competidores…”. Afirma que su instinto asesino por anotar había nacido.
“Veinticuatro años más tarde supero a mi musa. Qué gran viaje ha sido. Establecer esta marca es un honor. Soy consciente del toque de queda del Padre Tiempo. El me ha enviado a lavarme los dientes antes de acosarme, pero yo no sería yo mismo si no entrara al baño muy despacio…si no me cepillara cada diente dos veces y mi lengua tres…No sería el chico que se recuperó después de un cero y no estaría honrando al hombre que me inspiró a afrontar cualquier reto.
Gracias por su amor y apoyo, son muy apreciados, incluso si el villano en mí se niega a reconocerlo todo el tiempo”. “Mamba out”.
Gonzalo Aguirregomezcorta
espndeportes.com