“Hay espíritus que enturbian las aguas para hacerlas parecer profundas”
En la entrega anterior notamos el giro que forjaba en el hombre al agente del poder y del Estado inevitablemente. Apuntamos además que ese hombre llamado a asegurar el rol vacilaría, dudaría entre lo que de él se espera en el teatro institucional y sus naturales tendencias. Ecce homo trasciende a su condición en la medida que asuma la estatura que su papel de jefe o líder le demanda. Él sería entonces llamado a conducir, guiar, mandar, lo que lo postula más allá de sí mismo.
Dijimos también que el asunto lo trató Maquiavelo desde la perspectiva de la diferenciación entre dos conceptos fundamentales; la ética clásica de un lado y la ética política del otro. Recordamos además que la ética era en esencia una dinámica normativa que aparecía en la consciencia del hombre para asistirlo entre el discernimiento y la libertad con la que aborda su vida. La voluntad que emerge resulta de un trámite que desborda al instinto y refleja su espíritu. El protagonista del poder es, pues, un sujeto activo en las dos vías que Weber descubre, el de la ética por convicción y esa otra de la responsabilidad. Actúa ante sí y frente a la sociedad que lo ha distinguido para preservarla. Es además sujeto de sus ideas, creencias, valores pero también del interés que administra y tutela.
Escribe Franzé: “El buen obrar individual en la ética política estaría marcado entonces por un rasgo de conducta específico: la capacidad de subordinar la salvación del alma a la salvación de la ciudad”.
En esa tensión desnuda Maquiavelo el forcejeo entre un mal mayor y uno menor y de esa forma establece un parámetro ético que trasciende la individualidad. El líder se debe a su condición, a su rol y la entrega debe ser de naturaleza a preferir el interés comunitario al suyo. Más aun; es incierto aquello atribuido falsamente al secretario florentino según el cual, el fin justifica los medios. El asunto es mucho más complejo para que podamos despacharlo de esa manera. En ninguno de los escritos de Maquiavelo aparece esa mención. Las interpretaciones derivaron hacia esa vertiente pero hoy la academia ha corregido esa especulación.
Acá estamos obligados si queremos comprender a asumir la ética desde una perspectiva distinta y es lo que intenta Maquiavelo. El tema pasa por la política que tiene como fin el poder e inclina todo a ese propósito. Mentir, engañar, sojuzgar son apenas un instrumental que la dinámica del poder postula y en la eventualidad se ejercita pero no se trata de prescindir de la ética, sino de articular una ética de la política basada en la escogencia ante una situación que apremia y exige entre el buen comportamiento y el bien de la comunidad y escoger éste último.
Empero lo anotado cabe ordenar como lo hace Franze y concluimos por hoy y “Así, el elemento distintivo de la ética política de Maquiavelo es que en ella el mal queda justificado, si bien sólo en determinadas circunstancias. Lo decisivo es saber qué es lo que, entre los rasgos de la ética política de Maquiavelo, determina en última instancia que el mal se justifique. La de Maquiavelo es una ética cuyos rasgos distintivos son: búsqueda del bien común, terrenalidad de los fines, relación paradójica entre el bien y el mal (el bien puede llevar al bien, pero también al mal; el mal puede llevar al mal, pero también al bien).
Nietzsche
Nelson Chitty La Roche
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