Es increíble que no aparezca un chavista con ese documento, porque nadie, nadie en lo absoluto, dijo siquiera esta boca es mía, ¡perdón!, esta visa es mía
Llegó el 21 de diciembre y pasó sin pena ni gloria la propuesta que la ministra Iris Varela le hizo a los chavistas de quemar la visa gringa, como respuesta a un imperio norteamericano que se dio el tupé de aprobar sanciones a revolucionarios venezolanos de alto rango, entre las que destacan el «severo» castigo de revocarles ese pasaporte, y confiscarles todos los bienes y dólares que, me niego a creer, posean en territorio yanqui.
Sin embargo, en mi ingenuidad desde que leí el tuit de la titular del Poder Popular para el Servicio Penitenciario, cerraba los ojos y veía una larga cola de funcionarios gubernamentales y chavistas en general -como las que se hacen cuando llega la leche y los pañales- esperando turno para arrojar la visa a un montón consumido con fiereza por largas y rojizas lengüetas de fuego.
Otras veces veía la conformación de un comité de voluntarios con el ímpetu que siempre caracterizó al Comandante Eterno, que se encargaba de la organización previa a la quema masiva del documento, de elegir el lugar, el día, la hora y convocar al pueblo con antelación al acto solemne. Veía además las plazas desbordadas por chavistas eufóricos enarbolando sus boinas después de lanzar la visa a la hoguera y corear: ¡Abajo el imperio, viva Venezuela libre de visas yanquis!
Pero no fue así. Transcurrió la fecha y los chavistas no tienen, no tomaron en serio o simplemente les duele en el alma despojarse de la visa, y hacer posible una de las propuestas más interesante y leal al legado de Chávez que, a mí juicio, se haya registrado después que EE. UU. tomara la decisión de «castigar» a los rojos rojitos con la arrogancia y la seguridad de que con esa medida los harían llorar.
Y esas cosas no dejan de sembrar la duda, porque es increíble que no aparezca un chavista con ese documento, porque nadie, nadie en lo absoluto dijo siquiera esta boca es mía ¡perdón! esta visa es mía. A veces pareciera que les hubiese dado «tuyuyo» (miedo) como decimos en el barrio, de deshacerse del salvoconducto.
Dada tal situación, propongo rellenar el Año Viejo con la visa. No es nada descabellado ni ninguna tremendura, parto de la propuesta de la ministra Varela, que repito, aún tiene vigencia y es una acción que en lo personal interpreto quiere decir: no tengo ningún vínculo con el imperio que nos pisoteó y nos quiere seguir pisoteando, enemigo implacable del Comandante Eterno, que insiste en derrocar al presidente Maduro, protege a los guarimberos y a todo aquel que ama la violencia y quiere un Golpe de Estado.
No debemos por un lado rasgarnos las vestiduras por el sueño que El Gigante dejó en el morral y, por otro, llevar en las venas el pasaporte del imperio que siempre quiso defenestrarlo.
Lamento si hay algún revolucionario que quiere tanto o más a la visa gringa que la cédula venezolana, pero es difícil ser amigo del que abraza con un puñal debajo de la manga, listo para clavarlo por la espalda como es el caso del imperio norteamericano.
Alberto Morán
Feliz Año Nuevo, nos volvemos a leer en 2015.
albemor60@hotmail.com
@AlberMoran