Otra oportunidad perdida. Al contrario, los últimos acontecimientos, ahondan aún más en ésta herida abierta en que se ha convertido Venezuela
El poder arbitrario, el bárbaro, ese que se nos ha instalado en el país, prefiere actuar bajo las sombras y cohabitando con el disimulo. Hoy más que nunca la Constitución vigente, la bolivariana, la del año 1999, nos luce como una gran fábula. El PSUV, partido hegemónico de una oligarquía que se dice llamar socialista, se ha mimetizado con el Estado y el Gobierno, es decir, jurídicamente se han apropiado del país, la sociedad y sus ciudadanos.
La filosofía del máximo legislador en la Asamblea Nacional en el debate para asignar a los nuevos magistrados al TSJ, el Contralor General de la República, Fiscal General de la República y Defensor del Pueblo fue ésta: “Jamás y nunca han leído algún artículo de la Constitución porque no les importa (…) se creyeron sus mentiras que van a gobernar (pero) más nunca van a gobernar en Venezuela, están descalificados moralmente para gobernar este país”.
Olímpicamente desprecian el comportamiento democrático civilizado y condenan al ostracismo a sus adversarios. Se dicen mayoría aunque en realidad se comportan como una patota que aplasta y desprecia a quienes no se les arrodillen. A sabiendas que todos los poderes se encuentran intervenidos se sienten en la obligación irresponsable de ningunear o perseguir a sus opositores. Ya lo dejó establecido el Premio Nobel de la Paz, Oscar Arias, para que exista Democracia no pueden haber presos políticos.
Muchos hemos creído otorgarle el beneficio de la duda al régimen a sabiendas que su sobrevivencia pasa por acordar mínimamente para garantizar la gobernabilidad y las grandes metas nacionales por encima de los intereses partidistas. Pero que va. Avanzamos dentro de la tormenta sin ningún salvavidas. Lo económico es hoy una debacle por el inepto manejo gubernamental y en lo político se pasa por arremeter despóticamente en contra de las pocas instituciones libres que aún quedan, entre ellas algunas universidades, gobernaciones y alcaldías.
En realidad, toda ésta parafernalia atropellante no es más que un signo de debilidad en procura de blindar la aspiración hegemónica vistos los precarios escenarios que vamos a tener en el álgido 2015.
Estas navidades y fin de año pudieron ser propicias para dar inicio a la gran reconciliación entre todos los venezolanos, ese gesto que trasciende a la política mundana para convertirla en algo trascendente y con profundidad espiritual.
Adecentar la política en Venezuela sigue siendo la gran meta. Hubiese bastado con un solo gesto para encontrar un rayo de luz en el horizonte oscuro: la amnistía o libertad a todos nuestros presos políticos y de conciencia. Otra oportunidad perdida. Al contrario, los últimos acontecimientos, ahondan aún más en ésta herida abierta en que se ha convertido Venezuela.
Ángel Rafael Lombardi Boscán