Algunos se preguntarán por qué la decisión hablar de Francia cuando la situación en Venezuela es lo suficiente grave para dedicarle muchos artículos. La respuesta es simple, no es Francia, son los valores que defendemos como cultura los que fueron atacados y Se encuentran seriamente amenazados por el extremismo. Corriente que tiene muchas formas de expresión, pero que en general se manifiesta en la anulación de la razón, el ejercicio de la violencia y la intolerancia.
¿Qué hace del atentado a Charlie Hebdo un caso simbólico? El riesgo que significa para Occidente que la libertad de expresión y la democracia sean condicionadas por grupos minoritarios, que lejos de integrarse, tratan de imponer su pensamiento único. Este es un atentado que consterna al mundo y nos llama a todos a la reflexión. Unos fanáticos extremistas le están diciendo a Occidente lo que está permitido y lo que no. Ese es el objetivo principal del atentado terrorista contra la sede del semanario francés “Charlie Hebdo”, famoso por el uso de la sátira y el humor negro, propagar el miedo y el silencio.
Nunca he tocado el tema religioso en mis artículos, porque aprendí al crecer en Venezuela a convivir en las diferencias. Era normal ver una mezquita, una sinagoga y una iglesia a pocos metros de distancia sin que eso significara un riesgo. Las diferencias políticas se resolvían en las elecciones y las deportivas desaparecían al salir del estadio. Esos son los valores que defiendo y por los cuales eran imposible no escribir sobre el tema hoy.
Me resulta imposible entender qué pasa por la cabeza de esta gente para cometer semejante acto terrorista. Las religiones son para vivir, no para matar. Son para unir, no para separar.
Son para amar, no para odiar. Son para perdonar, no para vengar.
Son para que cada ser humano saque lo mejor de sí, no lo peor.
Son para que tengamos fe, para hacernos más humildes, mejores personas, para actuar correctamente. Son para que todos entendamos que cualquiera sea nuestra raza, creencia o condición social, hay una fuerza superior, que aunque tenga nombres diferentes, nos guía a todos. La admiramos, le rezamos, le respetamos, tememos y guardamos en lo más profundo de nuestra alma y nuestro corazón.
Al final es la misma fuerza: Esa fuerza es Dios. Pobres de aquellos que usan su sagrado nombre para profanar y matar. Ellos no creen en el bien, creen en el mal. Nadie es quien para quitarle la vida a otro ser humano y menos por fanatismos religiosos. Ojalá este hecho sirva para que todo el mundo abra los ojos y entienda finalmente que estos no son «fanáticos religiosos», ni ejemplo de la palabra de Dios, son terroristas. Por eso hoy todos somos Charlie, somos millones los que volvemos a decir: ¡Nunca más!
Brian Fincheltub
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