La escasez de rubros básicos provoca largas colas en supermercados y farmacias, lo que aunado a la crisis económica ha empujado a algunos venezolanos a convertirse en ‘empleados por encargo’ que compran alimentos y otros bienes para particulares.
Krisbell Villarroel, caraqueña de 22 años y madre soltera de dos niñas de cinco y un año de edad, es una de esas personas que vive de hacer colas desde la madrugada para comprar productos que después vende a sus clientes, quienes le pagan además por el tiempo invertido en la fila.
«Todos los días hay que levantarse a las 2 de la madrugada y llamar a mis amistades para saber dónde están o qué productos irán a vender», explica a la AFP Villarroel en la cocina de su casa, en una barriada popular en las cercanías de Caracas.
«Ese es mi día a día. Salir de la primera cola a las 10 am y quizás irnos a otra para ver qué están vendiendo. Y pasar el día así a ver qué conseguimos. Quizás en un abasto conseguimos leche, azúcar o café, pero en otro hay harina, arroz, pañales o champú», relata.
Sus clientes son «personas de casas de familia que no tienen tiempo o necesidad de estar en una cola. Son empresarios, tienen su vida propia y cómo pagarle a alguien».
Varios propietarios de restaurantes en Caracas aseguraron a la AFP que tienen en su plantilla a un empleado contratado exclusivamente para hacer colas en supermercados y tiendas en busca de los productos necesarios para sus cartas.
En los últimos días, ante la magnitud y duración de las colas y la aparición de algunos tumultos, el gobierno ordenó a las fuerzas de seguridad custodiar los supermercados estatales y privados.
Además, algunos gobernadores del chavismo han prohibido hacer colas nocturnas frente a los supermercados.
«Soy una entre muchas»
Krisbell cobra entre 600 y 1.200 bolívares por encargo al día. Gana al menos unos 13.200 bolívares mensuales en ventas a sus clientes, más que el salario de algunos profesionales universitarios.
Pero en este ritmo de vida Villarroel cuenta lo complicado de atender a sus hijas, con las que a veces debe hacer la cola. «No me dejan pasar de primero. Tengo que estar ahí y es más fuerte aún porque los niños son muy inquietos, ellos se cansan», detalla.
En esas ocasiones negocia con los vendedores informales que se organizan para estar siempre en los primeros puestos en las colas, para pasar antes pagándoles y entregando parte de las compras porque «todo tiene un precio».
Además, las colas nocturnas son arriesgadas en un país con alta criminalidad y la segunda mayor tasa de homicidios del mundo, unos 58 al año por cada 100.000 habitantes, según la Organización Mundial de la Salud.
Krisbell afirma «no estar incumpliendo la ley», y señala que «si se resuelve este problema de las colas tendría que buscar otro trabajo para resolver las cosas de mis hijas. Estoy sola con ellas, y por eso lo estoy haciendo. Y así como yo somos muchas».
Para Villarroel «esto es culpa de los venezolanos. Hacemos 7 horas de cola en nuestro propio país y por qué, si tenemos el derecho a llegar a un automercado a comprar sin necesidad de estar matándonos unos a otros. ¿Si quiero 10 harinas de maíz por qué solo puedo llevar 4? Eso no debería ser así», critica en alusión a los racionamientos impuestos en los comercios.