Durante el juicio en contra de Guadalupe Martínez, se presentó a declarar el hijo de la asesina, Aurelio Bejarano Martínez, quien la señaló como la autora de la tortura y muerte de las niñas
Guadalupe Martínez de Bejarano, cuya fecha de nacimiento se desconoce, fue una asesina en serie mexicana que a finales del siglo XIX acabó brutalmente con la vida de tres niñas. La prensa de su época la apodó como “La Temible Bejarano” o “La Mujer Verdugo”.
Es uno de los primeros homicidas seriales de la historia de México (contemporánea con Felipe Espinosa, Francisco Guerrero y Rodolfo Fierro). Es considerada la primera asesina en serie mujer de la que se tiene registro en el país azteca. Fue catalogada por los investigadores policiales de la época como una criminal organizada, hedonista, motivada por satisfacción sexual, sedentaria y depredadora sexual.
No se sabe mucho con respecto a su vida privada, sólo que estuvo casada con un hombre apellidado Bejarano y que con él procreó al menos un hijo: Aurelio Bejarano Martínez. Por su modus operandi y forma de vida se intuye que pertenecía a un estrato social alto o medio-alto.
Los infanticidios
Atraía a sus víctimas, jóvenes y niñas de escasos recursos, ofreciéndoles empleo como sirvienta en su casa. Las conducía a su domicilio y después de instaladas en el sitio, mostraba sus verdaderas intensiones: las esclavizaba y sometía a torturas con marcados tintes sexuales.
Disfrutaba en especial de poner a las niñas de paradas encima de un brasero, quemándole los pies y dejándoselos llenas de dolorosas ampollas que sangraban y se infectaban, también utilizaba tenazas al rojo vivo para colocarlas sobre los cuerpos de las pequeñas. Sin embargo, el castigo más cruel consistía en colocarlas, desnudas, sentadas sobre el brasero ardiendo. Las niñas proferían alaridos de dolor y lloraban a gritos mientras se quemaban sus genitales, los muslos y las nalgas.
El metal hirviendo dejaba las marcas de fuego en la piel de las pequeñas, mientras la criminal se sentaba en una silla frente a ellas, gozando con su sufrimiento. También solía colgarlas desnudas por la muñecas, con una cuerda que iba al techo, las suspendía y entonces las flagelaba con un látigo para arrear ganado. Finalmente, las dejaba morir de hambre.
Entre sus víctimas está Casimira Juárez una niña asesinada en 1887. Este fue el primer crimen conocido de “La Temible Bejarano”, por el cual fue aprehendida y condenada, sin embargo, la débil legislación penal de la época tan sólo la sentenció a unos cuantos años de prisión y fue puesta libertad, continuando con crueles infanticidios.
Luego vinieron Guadalupe y Crescencia Pineda, dos hermanitas asesinadas en 1892 por esta implacable mujer. Guadalupe Martínez acababa de salir de prisión, tras tan solo haber pasado cinco años en cárcel y atacó, torturó, vejó sexualmente y asesinó a estas niñas con la misma crueldad que lo hizo en el homicidio de Casimira Juárez.
Difícil hacer justicia
Lastimosamente no fue fácil poner a “La Temible Bejarano” tras las rejas. La policía logró detener a Guadalupe Martínez después de varias denuncias que hablaban sobre posibles personas secuestradas y torturadas en su casa, sin embargo, cuando los agentes de seguridad tuvieron los suficientes argumentos e indicios para apresar a la infanticida ya era tarde, las hermanas Pineda estaban muertas, tras meses o quizás años de abuso.
Durante el juicio, fue su propio hijo, Aurelio Bejarano Martínez, quien la hundió definitivamente al identificarla como la responsable de los secuestros, vejaciones y muertes de las niñas. Guadalupe Martínez se defendió culpando de todo a su hijo: “Bien se dijo que esta acusación que sobre mí has lanzado hará que concluya mis días en prisión, pero nada diré respecto de su falsedad, te perdono. Los hombres me condenarán, pero Dios, que ve en el fondo de los corazones, tendrá en cuenta el sacrificio que hago de mi libertad para que tú te salves. Que Él no te tome en cuenta la calumnia que arrojas sobre tu madre. ¡Quién sabe si tú fueses el que golpeó a Crescencia y ahora mirando el cargo que puede resultarte me achacas a mí tus obras!” Por supuesto, esto no era verdad, la mujer era la única responsable de la tortura y asesinato de las tres niñitas.
La indignación pública, asqueada y horrorizada por las torturas y asesinatos de las inocentes niñas, exigía pena de muerte para “La Temible Bejarano”, sin embargo, fue sentenciada a la risible condena de 10 años y ocho meses. Aurelio Bejarano, su hijo, también fue condenado a dos años de prisión por su pasividad ante hechos tan macabros y por no haberlos denunciando en su momento.
Guadalupe Martínez fue recluida en la cárcel de para mujeres Belén de Ciudad de México, donde fue atacada por las demás reclusas, quienes aborrecían sus terribles crímenes, por lo que tuvo que ser aislada para salvaguardar su vida. Fue aislada en la prisión, viviendo siempre con el temor de ser asesinada, hasta la fecha de su fallecimiento por causas desconocidas, el cual se produjo antes de que culminara su sentencia.
Corrido para una asesina
En un periódico de la época se publicó un corrido relativo a Guadalupe Martínez, algunas de cuyas estrofas decían: “Con una crueldad atroz, la terrible Bejarano ha cometido la infamia, el crimen más inhumano. Iracunda martiriza aquellas carnes tan tiernas con terribles quemaduras en los brazos y en las piernas y a pesar de su maldad es digna de compasión, por lo que debe sufrir encerrada en su prisión”
LA HISTORIA DEL CRIMEN
Edda Pujadas
Twitter: @epujadas