Los jóvenes se mueven sigilosamente en un supermercado con numerosos estantes vacíos y reparten panfletos pidiendo la renuncia del presidente Nicolás Maduro, al que responsabilizan por el deterioro de la economía.
Un vigía anuncia la llegada de policías y se suspende abruptamente la entrega.
«A nadie interesa caer detenido porque las protestas más fuertes están por llegar», explica el estudiante Osmel García, militante del movimiento opositor Voluntad Popular.
Hace un año, García era uno de las miles de personas que realizaron violentas protestas en esta región montañosa al oeste de Venezuela. Asiento de varias universidades, San Cristóbal fue donde comenzaron unas movilizaciones estudiantiles que se extendieron a otras ciudades y provocaron enfrentamientos con las autoridades y con fuerzas a favor del gobierno en los que murieron 43 personas y varios cientos fueron detenidas.
Durante 57 días la capital del estado Táchira estuvo bloqueada por barricadas, las universidades cerraron, los edificios públicos fueron destrozados, escaseaba la comida y el combustible y los hospitales se llenaron de heridos. Sólo cuando el gobierno envió a cientos de soldados, aviones y helicópteros consiguió sofocar la mayor crisis social vivida por Maduro desde que hace dos años llegó al poder tras la muerte de Hugo Chávez.
El presidente, no obstante, sobrevivió al alzamiento.
Las calles están tranquilas hoy, pero se percibe una creciente tensión al acercarse el primer aniversario de los disturbios. El espíritu rebelde aflora de nuevo y en las redes sociales se dice que San Cristóbal se prepara para otra movilización cuando termine la feria de San Sebastián que se celebra estos días.
«Buscamos que la gente se movilice y lograr el apoyo de las masas para que no nos pase lo del año pasado», explica el activista García.
La crisis económica de este país petrolero se ha agravado por la caída de los precios del barril de petróleo a solo 40 dólares, luego de haber superado los 140 en el 2008. Ello generó una escasez de efectivo que restringe las importaciones. Cuesta conseguir productos básicos como la harina de maíz y pañales, y el gobierno ha tenido que apostar soldados para mantener el orden frente a negocios donde la gente hace cola por horas para recorrer pasillos con estantes casi vacíos.
«Las cosas están peor que el año pasado. En Caracas ahora están empezando a sufrir las colas pero aquí llevamos cinco años haciéndolas», se lamenta José Vicente García, concejal de San Cristóbal. «El desabastecimiento es mayor que en otras zonas del país porque además de que no hay papel higiénico, ni azúcar, ni café, hay que sumar la asfixia económica del gobierno que no nos envía los recursos que por ley corresponden al municipio».
La escasez y una inflación del 60% han mellado el apoyo a Maduro incluso entre los pobres que dependen de los programas sociales lanzados por su predecesor. Las encuestas indican que la popularidad de Maduro es de apenas el 22%, la más baja en sus dos años de gobierno y la mitad de la que tienen los líderes opositores Henrique Capriles y el encarcelado Leopoldo López.
Los activistas que participaron en las protestas del año pasado dicen que aprendieron de sus errores.
«Lo que sucedió el año pasado fue al mismo tiempo un fracaso y un éxito. Fracaso porque no se lograron los objetivos a corto plazo que nos fijamos (la caída de Maduro) y (porque) hubo presos, muertos y heridos. Pero también un logro porque con el encarcelamiento de Leopoldo López se le cayó la careta al gobierno sobre las violaciones a los derechos humanos», afirma el estudiante García. «Estoy seguro que en cuanto termine la Feria de San Cristóbal esto va a estar más duro».
Una protesta antigubernamental convocada para el sábado en Caracas, la primera en diez meses, busca explotar la indignación por la escasez de productos con el lema «marcha de las cacerolas vacías». Ya no se propugna «la salida» de Maduro, consigna que permitió al gobierno afirmar que era blanco de una conspiración derechista auspiciada por Estados Unidos.
Los activistas de San Cristóbal parecen estar listos para la batalla. Un estudiante que ayudó a organizar las protestas del 2014 dijo que se preparan los «miguelitos», como se llama a las mangueras con clavos usadas para frenar las motocicletas de la policía, y las «papas» (explosivos caseros), y que ya están localizados los proveedores de pólvora. El joven habló a condición de no ser identificado por temor a ser detenido.
Táchira es uno de los pocos estados opositores de Venezuela. En las elecciones presidenciales de 2013, Capriles aventajó a Maduro en casi 26 puntos y en la capital, San Cristóbal, la diferencia se disparó por encima de los 46 puntos. El alcalde Daniel Ceballos, hoy preso y acusado de azuzar las protestas, fue uno de los más votados del país con cerca del 70% de los votos.
Una pequeña manifestación realizada la semana pasada terminó con enfrentamientos en los que la policía disparó gases lacrimógenos y granadas paralizantes contra estudiantes que se habían refugiado en un campus universitario. La universidad todavía no reabrió sus puertas por temor a nuevos desmanes.
Urbe de 650.000 habitantes, a pocos kilómetros de la frontera con Colombia, San Cristóbal ha sido un bastión de la oposición durante el chavismo. Y en la ‘ciudad rebelde’ pocos dudan que la feria es lo único que retrasa un estallido social que parece inminente.
Para Nellyver Lugo, legisladora oficialista y uno de los rostros más importantes del chavismo, no se puede hablar de estallido social, sino de planes desestabilizadores. «La ciudad de San Cristóbal, al ser un bastión opositor, va a ser utilizada para desestabilizar el país», advirtió la presidenta del consejo legislativo de Táchira.
«Sabemos que han estado haciendo ensayos durante el último año. Los mal llamados estudiantes, que en realidad son delincuentes, han hecho pruebas violentas para llevar otra vez al estado al caos y la ingobernabilidad», sostuvo.
Ahora que se agrava la crisis económica, los líderes opositores esperan hacerse con el control del Congreso en las elecciones de este año y promover un referendo para destituir a Maduro.
Históricamente, sin embargo, la oposición ha tendido a exagerar su potencial y ha sido diezmada por peleas internas. Las represalias del año pasado, por otro lado, han dejado a mucha gente atemorizada de volcarse a las calles nuevamente, según Margarita Maya López, analista política de Caracas. Numerosos venezolanos, por otro lado, simplemente no tienen tiempo para protestas porque están haciendo cola, tratando de conseguir alimentos.
«Temo que (una movilización) no pueda tener mucho éxito. Lo que se respira en el ambiente es que no es el momento para marchar», expresó.
En las calles hay bastante temor. «Lo que aquí vivimos hace un año no lo sabe nadie. Fue el caos absoluto y hemos vuelto a la misma tensión. La situación actual es insostenible y todo el mundo intuye que se está preparando algo», dijo Karina García, una abogada que sale de un supermercado con varias bolsas de víveres después de tres horas de cola. Afirma que el miércoles, el café, el jabón y el aceite tuvo que conseguirlos en el mercado negro al doble de su precio habitual.
García representa a esa parte del electorado que siempre votó por Chávez pero que no se identifica con Maduro. «A mí me ganaron con la ideología y me perdieron con la economía», indicó.
Y pone un ejemplo sobre la inflación que se vive mes a mes. «En junio de 2012 compré un carro y me costó 320.000 bolívares y el mes pasado adquirí un refrigerador que me costó más caro que el coche, 345.000 bolívares».AP