Otros cuatro estadounidenses también aspiran a ocupar el Despacho Oval los próximos cuatro años. Y aunque no tienen opciones de llegar hasta ahí, sí cuentan con fieles seguidores, continúan haciendo campaña y, sobre todo, propuestas
Johnson, Stein, Goode y Anderson, candidatos a la presidencia de EE. UU.
Entre Obama o Romney anda el próximo inquilino de la Casa Blanca. El demócrata y el republicano, bastante igualados en las encuestas, se disputarán el próximo 6 de noviembre la mayoría de los votos de los estadounidenses. Pero no todos. Otros cuatro candidatos también aspiran a ocupar el Despacho Oval los próximos cuatro años. Y aunque no tienen opciones de llegar hasta ahí, sí cuentan con fieles seguidores, continúan haciendo campaña y, sobre todo, propuestas.
Gary Johnson, el
triatleta libertario
No va a la iglesia. Está a favor de la inmigración. Defiende el derecho de los americanos a llevar armas, apuesta por la legalización de la marihuana y critica abiertamente la lucha emprendida contra las drogas. Además, se muestra partidario del matrimonio entre personas del mismo sexo y del aborto. Quien así piensa es Gary Earl Johnson, de 58 años, que se presenta a las elecciones presidenciales como el líder del Partido Libertario, aunque antes quiso entrar en la carrera hacia la Casa Blanca de la mano del partido republicano.
Es triatleta, propietario de una empresa de construcción, ha escalado cuatro de los montes más altos del mundo y aunque se define como un liberal clásico resulta para los demás un enigma ideológico, pues sus posiciones han ido cambiando con el paso del tiempo.
Se pagó sus estudios en la Universidad, donde cursó la carrera de ciencias, con el dinero que sacaba haciendo de ‘manitas’ en el vecindario y entró en la política casi por casualidad, pero se hizo con la Gobernación de Nuevo México contra todo pronóstico y repitió para un segundo mandato. Ocho años marcados por sus agresivas medidas para reducir el déficit que arrastraba ese estado, pero sin necesidad de subir nunca los impuestos. Durante ese periodo le apodaron ‘Gobernador veto’, ya que utilizó el derecho a veto 750 veces, todo un récord en la política estadounidense. Al abandonar el cargo, ya era el Gobernador más popular de la década.
Su primer eslogan electoral fue: ‘La gente antes que la política’. Para las elecciones de 2012 ha preferido ‘Vive libre’. Repite en todas sus comparecencias que con él «la guerra acaba aquí» y critica abiertamente la política intervencionista de EEUU. Los republicanos, partido al que perteneció, le miran con cierto recelo, pues temen que les robe algunos votos.
Jill Stein, recetas
de medicina política
Esta doctora judía de 62 años, licenciada en Harvard, viene avalada por el lingüista Noam Chomsky y por el reportero de guerra y premio Pulitzer Chris Hedges. Es la única candidata que presume de pasar una hora al día cocinando su propia comida orgánica y que, hasta hace poco, era la cantante de una banda de folk.
Practicó la medicina durante 25 años, pero se pasó a la política porque pensó que podría combatir mejor epidemias como el asma o la diabetes. «Ahora practico la medicina política porque es la madre de todas las enfermedades», afirma. Vive en Massachusetts con su esposo, colega de profesión, y se presentó dos veces a las elecciones para gobernador de ese estado, donde compitió con Mitt Romney, a quien se vuelve a enfrentar a hora.
Defiende la sostenibilidad ecológica, la igualdad de género y la justicia económica. Pero la pieza central de su programa es una especie de ‘Green New Deal’ (en la línea del de Franklin Roosevelt en la Gran Depresión), con el que propone estimular el empleo gracias a inversiones en energías renovables y medidas para frenar el cambio climático.
«Nos hemos dado cuenta de que los partidos políticos están sirviendo al 1% de la población pero no solucionan los problemas del resto de los ciudadanos. Necesitamos personas en Washington que planten cara y se nieguen a ser compradas por los lobbies. Personas para las que el cambio no sea solo un eslogan», dijo Jill Stein cuando presentó su candidatura.
En la última fase de la campaña ha acaparado la atención de los medios por su cruzada a favor de abrir los debates a los demás partidos. Fue detenida en la Universidad de Hofstra (Nueva York), donde se celebró el segundo cara a cara entre Obama y Romney, al tratar de colarse junto a su mano derecha Cheri Honkala. Además está recogiendo firmas para que la Comisión de Debates Presidenciales cambie este bipartidismo.
Virgil Goode,
un lobo solitario
Con la sonrisa siempre en la cara este baptista de 66 años creció como demócrata, partido en el que entró a los 27 años. Era un firme defensor de las compañías tabaqueras -porque no había motivo para negarle a su madre moribunda «el último placer que le quedaba» en la cama del hospital- y del derecho a llevar armas. Pero con el cambio de siglo se cambió de bando y se pasó a las filas republicanas, que después también abandonó para formar el Partido Constitución.
No ha hecho anuncios de televisión para promocionar su candidatura, sino que prefiere repartir en persona la propaganda electoral que lleva en el bolsillo de su chaqueta. De cualquier forma, las propuestas de este ex congresista por Virginia están claras: terminar con la nacionalidad automática por el simple hecho de nacer en el país; crear empleos tomando medidas más duras con la inmigración legal e ilegal, equilibrar el presupuesto acabando con los subsidios del Gobierno y eliminando los departamentos de energía, educación y comercio.
Dicen quienes conocen a Goode que es un lobo solitario. No le gusta Obama, pero mira con recelo a Romney. Nadie, ni siquiera su mujer, entiende muy bien por qué ha decidido presentarse a las elecciones, según cuenta «The Washington Post».
Tiene al estado de Virginia de su parte, lo que favorece a Obama, según los analistas, pues votar por él es no hacerlo por Romney.
Ross Aderson,
roquero ‘workaholic’
Uno de los alcaldes más liberales que ha tenido Salt Lake City (Utah) es este abogado, que aplicó las leyes en el mismo estado durante 21 años antes de ocupar el cargo municipal, entre 2000 y 2008. Adicto al trabajo, según los que le conocen, cuando le da por un tema se implica hasta las últimas consecuencias. Así, ha defendido la protección del clima, la reforma migratoria y los derechos de los homosexuales y ha criticado la invasión de Irak -llegó a llamar criminal a George W. Bush- y el genocidio de Darfur.
Fue demócrata hasta 2011, pero una serie de decepciones con su partido le llevaron a formar el suyo propio, con el que se presenta a estas elecciones: el Partido Justicia. En su campaña insiste en que «nos prometieron un cambio, pero no lo hemos visto». Apoya iniciativas como el movimiento ‘Occupy Wall Street’. Por eso pide a los estadounidenses que se unan a su ‘Rocky Revolution’.
Ross Anderson se crió en una familia mormona, pero él reconoce que no lo es, pues no está de acuerdo con todos sus preceptos. Estudió Filosofía y Ética y durante sus años de estudiante tocaba la guitarra en la banda de rock, ‘The Viscounts’. Trabajó como camarero, mesero y conductor de taxis para pagarse los estudios y también hizo de voluntario en una clínica para repartir metadona.
Afirma que los americanos «quieren ver un cambio real, que republicanos y demócratas no pueden ofrecer». Entre sus propuestas destaca la intención de hacer una reforma financiera seria -con castigos a los culpables de esta crisis en Wall Street-.