Flores mojadas por la lluvia, velas apagadas, dibujos y numerosos “Je suis Charlie” escritos en el pedestal de piedra: la estatua de la República en París, epicentro de manifestaciones de repudio a los atentados, ha adquirido un mes después el aspecto de un Memorial.
La plaza “se ha convertido en un verdadero símbolo. Es conmovedor”, dice Susanne, que vino con su hija, estudiante en provincia, para mostrarle el lugar de donde partió la masiva manifestación cuatro días después del atentado contra el semanario satírico Charlie Hebdo el 7 de enero y en la que participaron un millón y medio de personas para defender la libertad de expresión y repudiar los atentados.
Esos tres días de violencia conmovieron a Francia, que ahora trata de comprender
Un mes después de esos ataques, que dejaron 17 muertos entre el 7 y el 9 de enero, Francia ha cambiado. En París y en las ciudades provinciales miles de gendarmes y soldados patrullan en las estaciones ferroviarias y lugares turísticos y montan guardia delante de colegios judíos, sinagogas, y medios de información.
Ese dispositivo de seguridad es la consecuencia visible de los atentados, dirigidos contra el semanario Charlie Hebdo, la policía y un supermercado kósher.
Esos tres días de violencia conmovieron a Francia, que ahora trata de comprender.
Los franceses se preguntan cómo los tres autores de los atentados, nacidos y criados en Francia, pudieron llegar a perpetrar esas matanzas.
Sus vidas son analizadas: la infancia en un barrio difícil de Amédy Coulibably, su radicalización en la cárcel; el abandono familiar de los hermanos Kouachi, su aprendizaje de la yihad en Yemen.
“Todo esto hizo resurgir interrogantes y miedos”. “Los problemas que no queríamos ver nos saltan ahora a la vista”, resume Susanne.
Entre ellos, un antisemitismo de nuevo rostro, en palabras del presidente François Hollande, o la miseria social de los suburbios pobres, en situación de “apartheid”, según el primer ministro Manuel Valls, con tasas de desempleo de cerca de 40% entre los jóvenes. O también la islamofobia, con 147 actos antimusulmanes registrados desde los atentados, más que en todo 2014.
El aspecto geopolítico de los atentados no ha sido discutido, cuando el grupo Estado Islámico volvió a llamar aún el martes a atacar Francia
“Antes no me hacía preguntas. Ahora, cambio de opinión sobre todo, permanentemente. Estoy un poco perdido”, reconoce Maxence Hamard, estudiante de Bellas Artes de 23 años de edad.
Junto con sus padres, venidos de Normandía, el joven visita la calle en la que está la sede de Charlie Hebdo. A ambos lados de la calle, donde sigue habiendo muchas flores ahora marchitas, gendarmes montan guardia las 24 horas del día.
“Un caso como este condensa todos los problemas del momento”, estima el sociólogo Michel Wieworka. Y de la misma manera abre todos los debates.
Aunque el refuerzo de la seguridad –sin llegar a una versión francesa de la “Patriot act” estadounidense– es objeto de consenso, las discusiones respecto a la libertad de expresión siguen siendo animadas.
¿Cómo reaccionar a la negativa de algunos alumnos de mantener el minuto de silencio de homenaje a las víctimas? ¿Qué hacer ante las provocaciones en internet? La multiplicación de condenas por “apología del terrorismo” y la convocación a una comisaría de un niño de 8 años que defendió a los yihadistas han causado polémica.
El laicismo “necesita adaptarse a una diversidad religiosa que antes no existía”
“Hemos perdido mucha libertad”, lamenta Maxence, comentando que se cambió el nombre a una exposición suya titulada “No tenemos los mismos valores”.
Pero esos debates “no bastan”, estima Michel Wieworka, señalando que la controversia no debe limitarse a los problemas de sociedad.
El aspecto geopolítico de los atentados no ha sido discutido, cuando el grupo Estado Islámico volvió a llamar aún el martes a atacar Francia.
Asimismo, en un país del que el laicismo es uno de los principios, hay que analizar también la actitud respecto al islam, segunda religión de Francia.
El laicismo “necesita adaptarse a una diversidad religiosa que antes no existía”, estima el historiador Patrick Weil. “No asumimos el hecho de que el islam forma parte de Francia”, agregó en declaraciones a la emisora France Inter.
Como prueba de ello, hay que señalar el malestar de los musulmanes de Francia, exhortados a manifestar públicamente su condena a los atentados.
“Estamos entre dos fuegos. De un lado somos acusados, erradamente, porque los terroristas tienen la misma religión que nosotros, y del otro somos víctimas”, del aumento de los actos islamófobos, señala Fateh Kimouche, creador del blog Al-Kanz.
La tentación de hacer la amalgama entre mahometanos y yihadistas existe. Y plantea el riesgo de beneficiar al partido de extrema derecha Frente Nacional.AFP