La situación es tan dramática que hasta los marcapasos se están reciclando. La crisis ha obligado a los pacientes cardiovasculares a comprar este aparato “cardio estimulador” de segunda mano, para salvar sus vidas. ¿Es justo que nuestro pueblo tenga que pasar por esto?
Una enfermedad degenerativa está acabando de manera apresurada con nuestro sistema sanitario, pero sobre todo con la vida de miles de pacientes que sufren patologías crónicas o terminales, y que dependen de un medicamento cuya existencia es nula o casi nula en nuestro país. No es una enfermedad cualquiera. Se llama corrupción, y llevó a la salud venezolana a entrar en su fase terminal.
La realidad habla por sí sola. Estamos en terapia intensiva y sin expectativas de mejoría en el corto plazo. La Federación Farmacéutica de Venezuela asegura que hay 70% de escasez de medicinas, y la Red de Sociedades Científicas Médicas advierte que “si el gobierno salda la deuda con los importadores hoy, los nuevos insumos llegaran más o menos en 5 meses”.
No solo se trata de la inexistencia de medicamentos, sino de la falta de insumos, material quirúrgico y hasta de camas clínicas. No hay gasas, guantes, anticonceptivos, antigripales, cremas para quemaduras, antihemorroidales, tratamiento para la hipertensión, asma, afecciones tiroideas, y mucho menos voluntad política para afrontar una crisis avisada, que no se detuvo a tiempo, y que hoy en día parece indetenible.
Nuestro pueblo está muriendo de mengua, y el gobierno sigue haciéndose la vista gorda.
La situación es tan dramática que hasta los marcapasos se están reciclando. La crisis ha obligado a los pacientes cardiovasculares a comprar este aparato “cardio estimulador” de segunda mano, para salvar sus vidas. ¿Es justo que nuestro pueblo tenga que pasar por esto?
En Venezuela la corrupción hizo metástasis. El delirio, típico de la etapa final, se siente en las salas de emergencia de nuestros hospitales, sin discriminar entre públicos y privados; afecta a pobres, ricos y no tan ricos, mientras el Ejecutivo se mantiene en estado de sedación. Como si nada estuviera ocurriendo. Como si la vida no tuviera un mínimo de importancia. La aflicción por la pérdida se incrementa, pero también las ganas de seguir adelante.
Toda enfermedad tiene tratamiento, y en Venezuela, sin lugar a dudas, la receta mágica a tanta indolencia es la unión. Suena a ilusión, pero la realidad es que sí podemos recuperar los latidos de nuestro sistema de salud.
La crisis sanitaria que afrontamos como nación requiere de la atención urgente de todos los frentes. La solución no pasa por la detención de los dueños y directivos de las grandes cadenas de farmacias, sino por la voluntad de bajar los recursos para reponer los inventarios de medicinas y equipamiento a tiempo. Pasa también por invertir en la infraestructura hospitalaria, por subir el salario a nuestros médicos, por ofrecerles estudios de especialización y mejorar sus condiciones de trabajo.. ¡Por Venezuela vale la pena seguir luchando!
Coordinador Primero Justicia Municipio Sucre
Jorge Barroso