Aunque no está en el manual, pueden vivir momentos de intimidad emocional o física, cuando la química fluye permitiendo que sus cuerpos hablen por sí mismos, para dar pié a una entrega que aunque inesperada termina siendo bien recibida aunque tiene la etiqueta de perecedera
En el pasado, antes de tener sexo, las mujeres y los hombres se daban un tiempo para conocerse. El varón hacía su viejo papel de cacería Encontraba una dama que mucho le gustaba y la cortejaba. Ella respondía a sus halagos. Mientras intercambiaban sonrisas, se hacían confidentes. Luego, confiando uno en otro, tenían sexo.
En el presente, una vez que los códigos cambian, y no es necesario conocerse ni hacer cortejo, existen amores de un día, y hasta de horas. Son dos seres que se encuentran; con mucha probabilidad, en un bar o en un lugar público, y deciden satisfacer sus instintos eróticos yendo a la cama. Aunque no está en el manual, pueden vivir momentos de intimidad emocional o física, cuando la química fluye permitiendo que sus cuerpos hablen por sí mismos, para dar pié a una entrega que aunque inesperada termina siendo bien recibida aunque tiene la etiqueta de perecedera.
A veces, esos encuentros se convierten en relaciones duraderas, pero no es lo común, sino que duren unas cuantas horas, para, luego, pensar que era mejor no haberlo vivido con quien no está o, quizá, terminemos por aceptar que todo amor en su momento valió la pena aunque haya sido más corto que la existencia de una rosa en un florero.
1. Lugar de encuentro
Una mañana de un sábado, Rebeca prendió la computadora y se conectó a diferentes páginas sociales, cuando, en una de ellas, vio un perfil de un hombre contemporáneo con ella, y ese prospecto le fascinó. Su nombre era Reinaldo. En un gesto atrevido, ella lo saludó y para sorpresa de Rebeca, de inmediato, él le contestó.
Ahí, empezó un diálogo, en que las palabras no faltaron, y cada una conducía a otra, para crear mayor intimidad que cuesta bastante conseguir en la vida real, pero que, con libertad, puede surgir en el plano virtual porque, de manera consciente, uno le dedica al otro un tiempo acordado: un momento sólo para esa persona que por los trajines cotidianos se hace muy preciado.
Rebeca era bonita, de cabello largo, rostro de finas facciones, inteligente y sensible. Reinaldo, atractivo; se definía abierto, y contaba con una inteligencia particular, a la que se le sumaba altas dosis de sensualidad que bien sabía manejar a su favor.
La conversación entre ambos en esa red duró una hora. Reinaldo le preguntó a Rebeca cómo se definía y ella le dijo: Una mujer de pensamiento reflexivo, abierta, y sincera. Después hablaron de sus relaciones sentimentales pasadas, de cómo terminaron, de lo que les gustaba y de lo que cada uno esperaba. De ese diálogo virtual, pasaron al telefónico cuando intercambiaron sus números de contacto, para otra hora estar hablando y conocerse en persona.
2. Planificando una cita
Después de dos horas conversando, en que cada uno sabía lo suficiente del otro, para ambos sentirse tanto atraídos como seguros, Rebeca y Reinaldo hablaron de encontrarse ese sábado en la tarde. Acordaron hacerlo en una panadería que quedaba cerca de la casa de ambos. Los dos querían estar uno frente al otro para comprobar esa química que los tocaba hasta sacudirlos cuando las emociones se sentían compartidas, o por lo menos, ambos tenían el mismo interés de vivir un instante mágico mientras el tiempo corría conspirando a su favor.
La cita sería a las seis de la tarde. Rebeca llevaría su largo cabello suelto, sus zapatos de tacón alto, una coqueta blusa y un pantalón de tela de algodón. Reinaldo usaría una chemise azul turquesa, en armonía con sus ojos entre verdes y azules, en combinación con un par de jeans que guardaba para una ocasión especial.
Los dos no podían evitar sentirse emocionados, pues todo fluía de manera mágica y segura, dejando poco a la duda y a la incertidumbre, a menos que se cuestionaran el modo casual en que ese sábado, de repente y rápidamente, se habían conocido. No obstante, algo les alertaba que ese encuentro tan sorpresivo como se había iniciado, también podría terminar de ese modo; así que lo mejor era disfrutarlo sin crearse faltas expectativas ni esperar que se encontrarían con su alma gemela.
3. El momento esperado
Llegó el momento esperado y ansiado desde la mañana de ese sábado. Reinaldo estuvo puntualmente en la panadería. De igual forma lo hizo Rebeca. Se vieron y de inmediato se reconocieron. La simpatía y la atracción se hicieron presentes. Pronto, ella deseó que él la abrazara y él tan rápido como pudo darse cuenta quiso tenerla en sus brazos.
Continuaron hablando de sí mismos, escuchándose con atención cada uno, sonriéndose para, luego, darse un beso que de tierno pasó con suma rapidez a apasionado mientras se tomaban las manos en señal de unión sincera, por lo menos en ese instante.
Reinaldo le pidió a Rebeca que fueran a otro lugar, a compartir una copa de vino, cuando, al mismo tiempo, el deseo que uno sentía por otro crecía, para, quizás llevarlos a un instante de mayor intimidad cuando dejarían que sus instintos los guiaran a una entrega mágica, pero que se daría sólo una vez más, porque ese amor sería únicamente de un día, de veinticuatros horas, de vida perecedera; un instante de lujuria y pasión, y por eso merecería su breve tiempo de historia; para, luego, formar parte de los recuerdos de ambos, como una vivencia más que se suma a un cúmulo de experiencias y hacen parte de eso que llaman memoria.
Reglas para el sexo casual
*** Cuando se accede a un encuentro sexual sin que haya habido tiempo de que cada uno se conozca suficientemente, debes asumir la experiencia con responsabilidad. Aun te involucres o no sentimentalmente, evita vivirlo para llenar vacíos emocionales. Esto puede ser frustrante.
*** No te confundas. El sexo casual de mismo modo, sorpresivo e inesperado, como llega, se va. Si esperas encontrar el verdadero amor de esta manera, puedes frustrarte. Es la excepción y no la regla. Evita tenerlo cuando hay alcohol de por medio porque la imprudencia puede costarte la vida, además de que la protección es una condición Sine Qua Non para vivir esta experiencia
La voz de la mujer
Isabel Rivero De Armas